Estropeando momentos
Cai Becher
Al llegar la noche, nos duchamos por separado y nos tumbamos en nuestra cama para leer un rato.
—¿Sabes? Siempre estuve planteándome por qué mi mente era así pero no le encuentro explicación— comenta Alice sin apartar la vista del libro que tiene entre las manos.
—¿A qué te refieres, ganchita?— pregunto centrándome en su precioso perfil. Es imposible que no sepa lo hermosa que es.
Cierra el libro y me lo muestra. Un chico tatuado abriéndose la boca con las manos de forma extraña. El título dice "The dare".
—Este libro es de sexo— dice y yo la miro a los ojos. Coloca el libro en su regazo y me mira—. Pero no sexo vainilla, sino BDSM: sado, humillación, dominación...
—BDSM... bondage, disciplina, dominación, sumisión, sadismo y masoquismo ¿No son esas sus siglas?— asiente— Es lo que practican en 50 sombras de Grey ¿No?
—Eso son cuentos infantiles en comparación con esto. El caso es que el protagonista humilla, castiga y domina a la protagonista durante una fiesta y ella obedece, se deja humillar y castigar cuando le contesta de mala forma porque le gusta... sé que debería echarme para atrás pero... por alguna razón, todo eso me llama la atención ¿Sabes?— se ve confundida, vulnerable y muy pequeñita en este momento.
—¿Estás diciendo que quieres probarlo?— pregunto cuidando mi tono de voz, consciente de que si cree que me estoy burlando de ella se cerrará y no volverá a hablar conmigo de las cosas que la incomodan y la atormentan.
—Estoy diciendo que estoy confusa porque de primeras es algo que no me gusta pero, sin embargo, al leerlo... me excita— sus mejillas se vuelven granate y me acerco a ella despacio.
—¿Qué tal si empezamos ahora de forma vainilla y, más adelante, cuando ya tengamos esa clase de confianza y seguridad el uno con el otro, probamos lo que tú quieras?
Sus ojos se abren de par en par y, sin dejar de mirarme, deja el libro en la mesilla de noche que hay tras ella. Yo lanzo mi libro electrónico al suelo y nuestros labios se van acercando hasta que los rozamos con delicadeza.
Una corriente eléctrica me recorre todo el cuerpo y me pego más contra ella, agarrando su cintura entre mis manos, chocándola contra mi pecho con exigencia.
Pero no es hasta que siento sus brazos envolverse alrededor de mi cuello que me doy cuenta que ella también quiere esto. Que lo deseamos y lo vamos a tener.
Y lo vamos a tener ahora.
Me separo de sus labios un momento para coger aire pero dejo nuestras frente juntas y mis ojos cerrados, disfrutando de su cercanía más de lo que nunca he disfrutado con nadie.
La quiero, joder.
—Cásate conmigo, ganchita— susurro contra sus labios.
El beso no llega. Tampoco llega el sí.
Abro los ojos y la encuentro mirándome seria y me empuja.
—No.
Su respuesta es monosílaba pero muy clara. Después de eso se acurruca de lado mirando hacia el lado contrario a mí, dejándome una bonita vista de su espalda cubierta por una fina camiseta pero, aun verla hermosa frente a mí, de pronto, la siento lejos y, sin decir nada, me acurruco en mi lado de la cama apagando la luz. Miro hacia la pared, sin mirarla porque me duele. Nuestras espaldas se dan la cara y lo siento terriblemente triste.
La quiero y quiero... necesito que me quiera ¿Por qué sigue aquí si no me quiere? Ella no quiere estar conmigo...
Entre pensamientos que me atormentan me acabo durmiendo.
A la mañana siguiente me encuentro su lado de la cama vacía, pero una nota en su mesilla de noche. La cojo.
Siento lo de anoche, no reaccioné de la mejor manera pero ya hablaremos de eso en persona.
Siento también no estar cuando te despiertes pero he ido a desayunar al jardín con Helena y Clara.
Baja cuando despiertes... si quieres...
Tu ganchita.
Sin poder evitarlo sonrío a la nota. No parece que me quiera lejos de ella, es más, si no me equivoco, lo sintió tan real que se asustó.
Me vuelvo a tumbar en la cama mirando al techo con una sonrisa antes de levantarme, vestirme y salir en busca de la chica que se ha colado en mi corazón.