La vida: un descenso rápido y sin frenos
Alice Wood
Salimos de casa cuando ya estamos todos preparados y nos montamos en una furgoneta para caber todos en el mismo vehículo cómodamente.
Cuando salimos de la villa, dos coches con guardaespaldas de Cai nos siguen por la solitaria carretera. Las chicas charlan entre ellas, Cai conduce y Boomer mira con aburrimiento la ventanilla. Yo me limito a mirar a las chicas como si me interesase su conversación pero en realidad no tengo idea de lo que están diciendo.
El coche va con una velocidad normal, el sonido de la camioneta es normal. Lo pájaros de fuera hacen ruido normal... todo parece normal pero, por alguna razón, tengo un mal presentimiento.
De pronto mi pecho se aprieta como si me hubiesen dado un puñetazo y me giro totalmente en mi asiento para mirar hacia atrás. Los dos coches que nos siguen son de los hombres de Cai, eso está bien. No hay nada raro.
Entonces pasa. Una moto se acerca con dos chicos montados. No reconozco la moto y menos aún a los dos chicos, más aún con los cascos polarizados que llevan. Pero eso no es todo, un coche también polarizado se acerca detrás de la moto.
—Cai, no te alteres para no alterarme yo pero creo que tenemos problemas— digo con la voz calmada. Mi interior no está tan calmado.
Yo no voy armada y que yo sepa los chicos tampoco. Los únicos que podrían protegernos son los hombres de Cai.
—Mierda, nos siguen— Cai habla. Boomer suelta una risa.
—Menos mal, me estaba aburriendo demasiado— dice.
En ese momento, los del coche se ponen junto a uno de los coches de los hombres de Cai y la ventana del enemigo se abre. Un hombre sale por la ventana lo suficiente como para romper la de los hombres de Cai y mete una especie de bola que no veo bien.
—Mierda— murmura Boomer justo antes de que el coche cuya ventana ha acabado rota, explote.
Se hace el silencio durante un segundo antes de que las chicas comiencen a gritar y yo me pase a los asientos traseros para pasarme al maletero. Tiene que haber armas en esta furgoneta. Al fin y al cabo es propiedad de un narcotraficante.
Levanto la alfombrilla y encuentro un compartimento, lo abro y un rifle de caza se hace presente. Compruebo el cargador antes de abrir una de las puertas del maletero de la furgoneta y apuntar directo al conductor.
Cargo el arma y apunto bien antes de apretar el gatillo pero justo en ese momento, el conductor da un volantazo y mato al copiloto.
Gruño volviendo a cargar el arma y apunto nuevamente. Lo veo mirarme antes de escuchar un tiro en mi dirección desde la moto. El otro coche con hombres de Cai abre la ventana del copiloto y un hombre sale por la ventana para disparar a los de las motos. Matándolos a ambos.
Entonces solo queda el coche enemigo pero todo se complica cuando las ventanas traseras se abren y dos hombres disparan a los hombres que solo tratan de hacer su trabajo, dejándonos solos contra tres tíos que nos persiguen armados hasta los dientes.
Pienso en lo que podría hacer. Si le pego un tiro al conductor, el coche se detiene pero los otros podrían quitar al muerto y seguir por nosotros. En cambio si me cargo una rueda y aceleramos...
Apunto a una de las ruedas delanteras, cargo el arma y espero a que dé el volantazo que sé que iba a dar antes de disparar. La bala da en la rueda a la que apuntaba y cuando veo que ya le cuenta manejar el coche, cierro la puerta, suelto el rifle y me paso a mi asiento gritando:
—¡Acelera!
Cai no lo duda y acelera, unos 100 metros después, ellos se están deteniendo y nosotros lo estamos perdiendo de vista.
Helena tiene lágrimas bajo los ojos, al igual que Clara, pero ella está bastante más calmada.
—Se acabó— murmura Cai y acelera más aún. El camino se me empieza a hacer conocido, por aquí se va a mi casa.
—Cai ¿Qué estás...?
Sus manos están fuertemente agarradas al volante, sus brazos tensos. Su respiración acelerada, como si fuera a llorar.
—Te llevo a casa— murmura tenso.
—Mi casa no es por ahí...
—Pues entonces a casa de mi madre, no puedo permitir que entres en este mundo...
—Cai...
—¡Alice, joder!— grita— ¿Es que no lo entiendes? ¡Te van a matar! Te van a matar y va a ser por mi puta culpa y no puedo— una lágrima corre por su mejilla.
Me levanto de mi asiento y me acerco a él para hacer que me mire, dándome igual que esté conduciendo, él no cede y sigue mirando la carretera al frente. Me giro hacia Boomer llorando abiertamente.
—¡Haz algo! ¿Vas a dejar que me lleve de vuelta? ¿Después de todo?— vuelvo a mirar a Cai— ¿Sabes lo feliz que me has hecho? ¿Me vas a traicionar de esta forma? ¡¿Vas a abandonarme?!
—Clara se quedará contigo— susurra Boomer.
—¿Qué...?— murmura ella, aún llorosa.
—Voy a hablar con la madre de Alice y te vas a quedar con ella. Necesito aprovechar que no has salido de esa casa y que no te han visto la cara. Necesito saber que vas a estar a salvo aunque no sea a mi lado, Clarita— las palabras dejan los labios de Boomer como si nada.
Entonces hablo seria, tragándome mi llanto.
—Detén la furgoneta y hablemos antes.
Parece que se lo piensa antes de frenar, quitarse el cinturón y bajar de la furgo. Yo lo sigo y me detengo ante él.
—¿Piensas que llevándome de vuelta con mi madre voy a estar a salvo?
—Es exactamente lo que pienso así que ahora monta en la puta furgoneta que voy a llevaros a las tres allí-
Mi teléfono empieza a sonar, cortándolo. Los únicos números que tengo agregados son los de las chicas, Boomer y Cai, que están aquí. Y mi madre.
Lo cojo con rapidez y contesto la llamada con el corazón a mil.
—Ma-
—Hija, no tengo mucho tiempo, tienes que escucharme— su voz es un susurro y su respiración va rápido. Muy rápido.