¿Reír o llorar? Esa es la cuestión
Alice Wood
Nada más hablar con cicatriz, hablé con Cai y le expresé mis ganas de saber quién era mi padre biológico, él accedió a llevarme a la clínica pero se guardó una pistola en los pantalones, como también llamó a varios hombres para que nos acompañaran.
No me arrepiento de haber venido, me han sacado sangre y me he quedado en una habitación bastante acogedora con un tranquilo cicatriz y un nervioso Cai.
—Si mis sospechas son acertadas, uno de los dos es tu padre y ambos son los culpables— asiento.
—¿Por qué haces esto?— Cai pierde los nervios.
Cicatriz lo mira con expresión indiferente.
—¿Hacer el qué?
—Estás haciendo algo por ella ¿Por qué? ¿Qué quieres?— agarro la mano de Cai y le doy un pequeño apretón, él me mira y me sonríe levemente pero endurece la mirada cuando vuelve la vista hacía cicatriz.
—Eres un incordio— vuelve la vista a la revista que tiene en las manos. Él está sentado en un sillón en la otra punta de la habitación.
La puerta se abre y entra una enfermera con dos sobres. Cicatriz se levanta y los recibe con indiferencia.
Viéndolo, parece que le da igual todo ¿Por qué me ayuda entonces? Será cierto eso de que le divierte pero no lo muestra de ninguna forma.
—Les deseo suerte— la enfermera sonríe de forma amable antes de salir de la habitación.
Cicatriz la ignora y se acerca con ambos sobres en las manos. Una vez está a mi lado, sonríe de forma extraña y me los entrega.
Con el corazón a mil, abro el primer sobre y el resultado es prácticamente nulo. Suspiro antes de coger el segundo sobre y abrilo con el corazón latiendo en mi garganta.
Lo que no había pensado es en lo que sentiría en este momento.
Es él. Es mi padre.
El porcentaje es elevado, muy elevado y aguanto la respiración cuando cicatriz lo coge y lo lee. Lo que me deja sin aliento es cuando comienza a reír a carcajadas. Ríe y ríe y no sé por qué ¿Se conocen? ¿No le sorprende?
Me mira tan divertido que en el "reír o llorar" va más hacia el reír y estallo en carcajadas ahogadas de puro nervio.
Al verme se ríe con más ganas y eso solo hace que mi risa se ahogue por la falta de oxígeno hasta que consigo coger aire y reír más fuerte.
A Cai no lo escucho pero no me importa ¿No es graciosa esta situación? Es tan confusa y suena tanto a drama americano que... no sé, solo me da risa.
—Princesa, tengo una noticia— me mira lleno de diversión—: somos hermanos. Medio hermanos, en realidad.
Y mi risa se detiene de golpe.
—Eres muy gracioso, cicatriz— digo con el corazón en la boca, esperando que sea una broma porque si es cierto, yo he estado metida en esta mierda desde que mi madre conoció a su padre— ¿Quién es mi padre?
—Mi padre— sonríe.
No tiene gracia ni el hecho de que esto sí que es como un drama americano... mexicano o turco.
Mis labios eliminan la sonrisa que aún mantenía porque no sabía qué cara poner y mi mano va hacia la de Cai para agarrarla con fuerza.
—¿Quieres conocerlo?— su pregunta hace que me sienta incómoda y me levanto de la camilla en la que estaba sentada con las piernas cruzadas para aferrarme al brazo de Cai.
—Creo... creo que no.
—Entonces hablaré con ellos y si son los responsables de lo de tu madre, cumpliré mi promesa— lo dice tan seguro que no lo dudo pero un escalofrío me recorre la espalda.
Acaba de prometerme que matará a su padre si es el culpable.
Asiento comenzando a sentir el terror meterse en mis huesos y dejo que Cai me arrastre hasta el exterior mientras veo la sonrisa maliciosa de cicatriz.
—¿Estás bien?— no me mira y tampoco se detiene. Salimos de la clínica y se arrodilla bajo su coche para mirar, supongo, que no le hayan puesto una bomba o por el estilo.
Se para frente a mí cuando ve que no tengo intención de responder.
—Ganchita, estoy contigo en esto ¿Sí?— asiento levemente.
—Lo estoy... estoy bien. Cicatriz estará loco pero sé que no va a matarme por el momento y esto puedo soportarlo.
Miro el asiento del copiloto con un poco de asco. Quiero conducir hasta casa con las ventanillas abiertas mientras piso el acelerador. Quiero ser responsable de mi propia vida por unos minutos.
—Dame las llaves, Cai— pido sin apartar la vista del coche que por suerte ha decidido traer hoy. Será menos seguro pero es más manejable.
—¿Sabes conducir?
—Me saqué el carnet un mes después de cumplir los dieciocho, hice el examen teórico con diecisiete junto al de la moto— explico cuando me coloca las llaves en la mano.
No dice nada y no es necesario, solo se monta en el asiento del copiloto y yo rodeo el coche para sentarme ante el volante. Cojo aire y meto la llave en el contacto para arrancar y salir con la mano derecha en la palanca de cambios, lista para pasar a segunda, tercera, cuarta, quinta y sexta conforme voy acelerando.
Estoy llena de rabia y no sé por qué.
—Alice, frena— lo ignoro pero escucho el ruido de su cinturón al abrocharse.
Rabia.
—Ponte el cinturón, por favor— pide con las manos aferradas al asiento.
Rojo.
—Alice, por favor...
Veo rojo.
Cai sigue farfullando pero lo ignoro pisando más a fondo el acelerador. Los coches a mi alrededor me pitan e insultan por la ventanilla pero no me importa, mi mirada sigue fija en la carretera ante mí, viendo cómo los coches se apartan de mi camino. Un semáforo en verde se hace visible en la distancia y acelero lo poco que podía acelerar para que no se ponga en rojo pero lo veo en ámbar y, seguidamente, rojo.
—¡Frena, joder!— el grito de Cai me hace reaccionar y me preparo para pisar el freno.
¿Frenar ahora? No puedo hacerlo, voy demasiado rápido.