¿Nerviosa? Qué va...
Alice Wood
El tiempo pasa rápido cuando estás con los tuyos y más aún si tienes los días repletos de tareas como, por ejemplo, probarte el vestido de tu futura boda al menos unas... ¿cinco veces? No, al menos diez por semana.
Llevo con Cai treintaisiete días, más de un mes y mi boda es en dos días.
¿Qué si estoy nerviosa? Pff, no. No, para nada ¿Por qué habría de estarlo? Eso es una gilipollez...
Mi subconsciente hiperventila mientras trata de calmar su respiración con una bolsa de papel.
Yo, por el contrario, me encuentro probando un bizcocho de almendras mientras Cai prueba las tartas de la boda.
—Prueba ésta, ganchita.
—Paso— Cai resopla pero es que a mí no me gustan las tartas demasiado elaboradas, me gustan los bizcochos sencillos.
—Es la tarta de nuestra boda, Alice.
—¿No podemos poner un bizcocho de almendras gigantesco?— pregunto esperanzada.
—No.
Y mi esperanza se evaporó por arte de magia, damas y caballeros.
—Prueba ésta otra— ruedo los ojos y le arrebato la cucharilla para meterme en la boca un trozo de tarta.
¡Hostia!
—¿A que está rico?— lo ignoro para coger otro trocito y llevármelo a la boca.
—¿De qué es?
—Es un pastel de zanahoria, no es lo más conveniente para una boda pero es nuestra así que decidimos nosotros ¿Te gusta?
—Me encanta.
—Pues decidido, ya tenemos pastel para nuestra boda. Las invitaciones se entregaron hace una semana, la decoración está en el jardín y solo falta montarla, y el sacerdote vendrá con mi abogado.
—¿Tu abogado?
—Sí, para el cambio de apellido.
Lo miro con los ojos abiertos de par en par.
—En España no pierdo mi apellido con el matrimonio ¿Por qué lo haría?
—Porque yo quiero que tengas mi apellido— me mira como si fuera obvio pero mi expresión es de total ofensa.
—¡Pero yo quiero mi apellido!
—¿No quieres apellidarte Becher?
—No ¿Por qué querría?— mi voz es borde pero ¡Es que quiere quitarme mi apellido!
—Puedes ser Alice Becher Wood.
Suena bien pero... ahora no quiero perder.
—Ya soy Alice Wood América y me va bastante bien— replico rodando los ojos y comiendo un poco más del pastel de zanahoria.
—Podrías ser Alice Becher Wood América— propone.
—¡¿Tres apellidos?! ¡Tú estás mal!
—Vale... ¿Qué tal Alice Wood Becher?
—Suena de pena— me levanto y me marcho al gimnasio sin decir una sola palabra. Me planto frente a un saco sin vendas ni nada y comienzo a golpearlo de forma violenta hasta que me detengo y grito con todas mis fuerzas para sacar la irritación.
Varias personas se me quedan mirando pero yo los ignoro y me siento en el suelo abrazando la base del saco.
Ya estoy más tranquila, sí.
—¡Oh Dios mío!— levanto la vista ante esa exclamación y me encuentro con Clara.
Helena se fue hace unas semanas para continuar con las clases pero vendrá para la boda.
—¿Qué ocurre?
—¡Tus manos!— miro mis manos y tengo una leve herida en uno de los nudillos, el resto están rojos por los golpes que le he dado al saco. Nada grave— Tu boda es en dos días ¡No puedes estropearte las manos!
—Solo es una heridita, Clara.
—Ven conmigo, voy a curarte.
Mientras Clara me cura la heridita en la cocina, yo me pongo a pensar y es que a quién quiero engañar, yo quiero llevar el apellido de Cai pero siento que si lo hago mi vida... dará un cambio brusco. Más aún.
De pronto siento que todo va demasiado rápido y desearía que el tiempo se detuviera. Tengo dieciocho años y en dos días me voy a casar con un narcotraficante, mi madre ha sido asesinada por mi padre desaparecido— que ahora está enterrado en mi jardín junto a su amigo— y hay un loco— también narco, cómo no— siguiendo mis pasos que resulta que es mi medio hermano.
Mi vida no tiene mucho sentido pero, quiera o no admitirlo, jamás me había reído tanto y he hecho amigos de verdad.
Los amigos son importantes cuando no te importa tu vida, te dan una razón para seguir viviendo.
Y Cai... Cai me ha dado más de una razón para vivir. Quiero pasar el resto de mi vida junto a él.
¿Entonces por qué siento que tras la boda todo se irá a la mierda?
—Ya está, espero que en dos días no se te note demasiado— Clara habla y me miro la mano. Ya no tengo nada, solo un leve rosita que se irá en unas horas.
—Gracias, Clara— la abrazo y ella me rodea con sus brazos tras recomponerse por la sorpresa—. Eres una buena amiga, te quiero.
—También yo te quiero, Alice— dice zarandeándonos en el abrazo.
—Yo también quiero un abrazo, chicas— de pronto Boomer se nos une en el abrazo y nos rodea a las dos con sus delgados pero fuertes brazos.
—A ti también te quiero, Boomer.
—Yo también te quiero, Dom— aprovecha Clara para decir pero Boomer se separa fingiendo una mueca de asco.
—Vulnerabilidad, qué asco— reímos y nos separamos, él suspira—. Bueno... supongo que yo... también os quiero, chicas.
El día transcurrió normal y hablé con Cai para confirmarle lo de mi cambio de apellido. El siguiente día lo dedicamos en decorarlo todo y dejarlo todo preparado para la boda, esa noche dormí con Clara y Helena— quién vino esa misma tarde— y al día siguiente, día seis de noviembre, el día de mi boda,... no pude salir del baño.
—¡Tienes que salir del baño, Alice!— grita Helena.
—¡No puedo, estoy cagando!— grito antes de sentir que me vacío de nuevo por el conducto trasero— qué asco.
La puerta se abre y entran las dos con una pinza de la ropa en la nariz cada una.
—Esto no apacigua el olor ¿Eh?— se queja Helena pero aun así se acerca a mí junto a Clara, quien se arrodilla frente a mí.