¿Acuario y capricornio o acuario y géminis?
Ojo demente
Sonrío al verla con el vestido de boda. Está hermosa aunque sé que lo estaría aún más sin él.
—¡Hermanito!— pestañeo algo desconcertado al oírla llamarme así pero sonrío tratando de calmarme y doy un paso para entrar en la habitación y cerrar la puerta tras de mí.
—Princesa ¿Cómo amaneces el día de tu boda?
—Nerviosa— confiesa.
Me causa risa la facilidad que tiene al ser sincera frente a mí ¿Será así con todos o solo conmigo?
—Bueno, si tú lo quieres y él a ti...— me encojo de hombros, no sintiéndome demasiado emocionado ante la idea de que la unión de Alice con ese rubio sea algo tan seria. Alice no tiene pinta de ser infiel.
Me sonríe acercándose sobre unos altos tacones, lo sé porque normalmente nos llevamos algo más de diez centímetros de altura— yo mido uno ochentaicuatro, ella debe medir uno setenta... y poco— pero hoy está casi a mi altura. Casi. Me abraza con ganas y yo la envuelvo en mis brazos algo sorprendido por su muestra de afecto repentina.
—Hueles a coco y... ¿Vainilla?— pregunto y ella se separa de mí para sonreírme.
—Sip, coco y vainilla, la mejor combinación.
—¿No es mejor el coco con piña?— pregunto para meter conversación. Nunca estoy incómodo, siempre hago lo que quiero.
Nunca estoy incómodo... salvo hoy.
—Esa mezcla me gusta para los sabores del yogurt— ríe pero al momento se pone seria, como si hubiese recordado algo—. ¿Qué haces aquí?
—Tranquila, he hablado con tu prometido, voy a llevarte al altar, ya sabes, porque soy tu hermano mayor— explico con una sonrisa socarrona.
—¿Mayor? ¿Qué edad tienes?
—Princesa, tienes dieciocho años, no es muy complicado ser mayor que tú pero tengo veinticinco, no tantos como tu novio.
—Mi novio tiene... tiene...
Se pone pálida y yo sé por qué: no tiene ni idea de la edad del hombre con el que está a punto de casarse.
—No conozco a mi prometido lo más mínimo— se tapa la boca, pero le agarro la mano para que no se toque la cara, está maquillada y sería una catástrofe que la novia estropease su maquillaje.
—Cai tiene veintiocho y cumple el tres de junio y yo el veintiocho de diciembre. Ya puedes casarte y ser mi hermana pequeña.
—¡Eres capricornio! Y Cai es géminis...— se calla como si eso fuese algo malo.
—¿Crees en el zodiaco?— asiente con obviedad— ¿Qué eres tú?
—Acuario, del uno de febrero del dos mil tres. Es decir, el uno del dos del tres. Adoro la fecha, hace escala.
Parece que se ha animado un poco ante la escala de su cumpleaños y se acaba de distraer cuando escuchamos el grito ahogado de su amiga Helena y nos giramos hacia ella.
—Hola, guapa— saludo observándola sin disimulo alguno—. Bonita lencería.
Siento un puñetazo en el pecho y me giro hacia la princesa, sorprendido. Casi me explota un pulmón pero no dejaré que lo sepa, dañaría mi fama.
—¡No la mires, imbécil!
—Déjalo, Alice. No es como si no me hubiese visto con menos— la princesita se remueve incómoda ante el comentario de su amiga y yo me giro hacia ella para incordiarla.
—¿Te ayudo a vestirte? Nunca probé a ponerte la ropa, solo te la quité— rueda los ojos subiendo la cremallera de su vestido de dama de honor.
—Pues sí, ayúdame, por favor— se gira para mostrarme la espalda al descubierto y me acerco sonriente a subirle la cremallera sin tocarla. No me interesa tocarla, ahora mismo solo quiero tocar a una mujer y parece estar más lejos de mí de lo que ya lo estaba antes, de lo que ha estado nunca.
Sé que, el día en el que Alice se decida a llamarme, yo estaré disponible para ella. Y será un grandioso placer cumplir todas sus fantasías.
—Por Dios— escucho decir a la otra amiga de la princesita, Clara. Suelto una risita baja cuando la veo santiguarse.
—Cicatriz, querido ¿Puedes esperar afuera? Ahora salimos— me sonríe Alice.
—¿«Querido»?— me vuelve a sonreír cuando se acerca, me tira del brazo hasta la puerta y me besa la mejilla para cerrarme la puerta en la cara.
Una vez en el pasillo espero a que las chicas salgan de la habitación. No. Espero a que Alice salga, las otras no me importan una mierda.
Observo el vacío pasillo, estamos en la parte familiar de la casa, aquí es donde Alice tiene su habitación... con Cai.
Suspiro.
No sé por qué me importa tanto eso, no sé por qué me molesta. Quizá es porque la quiero para mí al completo, con sus piernecitas abiertas en mi cama mostrándome a toda ella sin ningún tipo de pudor.
Pero si eso es lo que quiero ¿Por qué no me he apropiado ya de ella? siempre tomo lo que quiero y cuando me canso lo desecho.
No tengo tiempo de pensar porque la puerta se abre y sale una novia con sus dos damas de honor.
—Llegáis tarde, id vosotras ya, yo la llevo a ella— le digo a las damas de honor y ellas asienten y salen corriendo como si fueran patos sobre los enormes tacones que llevan las dos.
Me quedo con la princesita.
Le tiendo mi brazo.
—¿Lista?
Mira mi brazo, luego a mí y sonríe enganchándose a mí.
—Lista.