Cai Becher

Capítulo 42

¿Complicaciones? Corre, Alice, corre

Alice Becher

El despertar es agradable y bastante pegajoso. Debo admitir que me avergüenzo un poco al ver las comisuras de los labios de Cai y la punta de su nariz con sangre de mi período, la cama no está más limpia y nuestros cuerpos tampoco.

Lo he puesto todo perdido.

Me levanto como puedo tratando de no despertar a mi marido y me dirijo al baño para llenar la tina con agua tibia y jabón para hacer espuma y voy de vuelta al cuarto para despertar a Cai, él se remueve y gruñe pero yo no desisto y lo despierto.

—Buenos días, maridito. No es por asustar ni nada pero estamos llenos de sangre— da un salto pero luego se para a pensar y sonríe con socarronería somnolienta—, he preparado un baño, acompáñame.

—A tus órdenes, ganchita— se acerca y me besa despacio.

Vamos al baño y nos metemos en la tina para lavarnos de nuestra noche loca.

En esas que se escucha un ruido fuera, como si alguien ahogara un grito y de pronto la puerta del baño se abre y aparece una Clara asustada con el uniforme del servicio.

—¡Qué ha ocurrido!— no es exactamente una pregunta pero espera una respuesta.

—¿A qué te refieres?— pregunto tranquila.

—La cama está... ¡Y el agua! ¿Estáis heridos? ¡Oh Dios mío, Cai, tu boca!

Y entonces sé lo que ocurre y abro los ojos con vergüenza, poniéndome más roja que el agua teñida de rojo.

—Estoy... estoy...— ella lo entiende aunque no acabo de decirlo y se pone roja, como yo.

—Vaya...— risa nerviosa— bueno... venía por si queríais desayunar o... algo...

—Tú ya no trabajas aquí, Clara— dice Cai, quien se ha mantenido al margen de nuestra vergonzosa conversación.

La espuma hace que no se nos vea nada pero aun así es algo raro que Clara esté aquí.

—Es que me gusta trabajar— Clara frunce el ceño.

No sé la cara que pone Cai porque está a mi espalda pero Clara sonríe y supongo que Cai ha puesto alguna expresión de «haz lo que te venga en gana» o por el estilo.

—Bueno... diré que cambien las sábanas— va a ir se pero la detengo.

—Eh... Clara, preferiría... hacerlo yo.

—Claro, bueno, me voy...— cierra la puerta y me quedo a solas con Cai, mi marido.

—¿Sabes qué me apetece hacer ahora?— susurra rozando la piel de mis muslos con sus manos.

—¿El qué?— le sigo el juego abriendo las piernas despacio para dejarle hacer lo que quiera.

—Quizá podamos darle más uso a esas sábanas inservibles y repetir lo de anoche...

Estaría encantada, si no fuera porque ayer también pasó algo por lo que ya deberíamos preocuparnos.

—Estaría bien pero... me gustaría que hablemos sobre lo de ayer— mi tono denota seriedad y Cai suspira.

—Está bien, lo prometido es deuda, acabemos de ducharnos primero.

Nos duchamos, nos vestimos y cambiamos las sábanas tirando las usadas porque ya están inservibles.

—¿Podemos hablar ahora?— pregunto.

—Mientras desayunamos... por favor— Cai desvía la mirada de la mía y salimos de la habitación para bajar a la cocina, coger una manzana cada uno y servirnos un café, yo con mi leche de almendras, y salimos al jardín para sentarnos en una zona despejada.

—Cuando quieras— le invito con tranquilidad antes de darle un sorbo a mi café y un mordisco a mi manzana.

—Dominic está aquí por una razón— me mira haciendo una leve pausa que le da un toque dramático—, y eso podría matarnos a todos.

Pestañeo dos veces antes de dar otro sorbo a mi bebida sin alterarme lo más mínimo.

—Una amenaza más, una menos...— me encojo de hombros.

—Dominic es... es...— suspira— el jefe de la mafia rusa se llama Nikolay Sokolov.

—Vale— asiento sin entender por qué me da esa información, no parece relevante.

—Dominic Sokolov— suelta en un murmuro.

—¿Qué?— creo que he escuchado lo que he escuchado pero... no me parece real ¿Realmente lo he oído?

—Dominic Sokolov— dice más alto—. Dominic se apellida Sokolov y es el hijo del jefe de la mafia rusa.

Miro mi café y de pronto me da asco.

Los rusos vendrán a por nosotros porque les hemos... ¿Robado el hijo al jefe?

—¿Y qué hace Boomer aquí?

—Su padre era un maltratador y huyó de él, llegó hasta mí y le di cobijo. A la semana su padre lo encontró y le permitió quedarse conmigo si volvía antes de los cinco años con mi cabeza.

—¿¡Y le permitiste quedarse!? ¡No lo conocías! Si hubiese sido lo que es para ti ahora lo entendería pero...— la cabeza me da vueltas.

—Tenía solo quince años, Alice... ¡No podía permitir que lo torturasen! Yo no podía...— suspira— le dejé quedarse porque pensé que eso era lo que debía hacer, no pensé en el futuro y... no lo recordaba cuando decidí buscarte y casarme conmigo, si lo hubiese recordado...

—Estaría muerta o viviendo en una mentira hasta que llegase mi hora— digo tranquila. Cai tiene pinta de explotar de frustración y culpabilidad en cualquier momento.

—No sabemos cómo hubiesen sido las cosas pero estando conmigo he firmado tu sentencia de muerte sin querer hacerlo— la voz se le quiebra y coge aire.

—Si esto es tan importante... ¿Por qué no me lo dijiste ayer? Hubiésemos tenido más tiempo de actuar.

—Quería pasar una última noche contigo, no sé cuándo atacarán, ni los árabes ni los rusos. Cuando menos lo esperemos vendrán y nos matarán a todos... o solo a mí, si hay suerte.

—No creo que eso sea suerte...— una lágrima cae por su mejilla pero se la limpia rápidamente. Es horrible ver llorar a Cai.

Cuando el más fuerte se derrumba, debes saber que ya no hay esperanza.

Me dejo caer hacia él y lo abrazo, deseando pasarle toda la fortaleza que he logrado reunir este último mes.

—Disfrutemos del tiempo que nos queda— susurra, suplicante.



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En el texto hay: secuestro, sufrimiento, mafia

Editado: 14.11.2022

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