Cai Becher

Capítulo 49

Paz 

Ojo dement

Gracias a la mujer de un amigo musulmán, he reducido el radio de posibilidades a una sola posibilidad. 

No es otro sitio que unos túneles de Franco que aún el gobierno no ha descubierto. 

La entrada es algo complicada pero todo sea por esa estúpida Princesa. 

Dejo el coche a una distancia prudente y camino por entre la maleza hasta dar con una trampilla pero un grito imposible de no reconocer hace que mi corazón lata con más rapidez. 

Saco mi pistola de la cinturilla de mis vaqueros y apunto a la cerradura para apretar el gatillo y darme acceso al lugar. 

Rápidamente bajo las escaleras metálicas y aparezco en una especie de sala con las alfombras que utilizan para rezar. 

Camino por el lugar sin hacer ruido hasta que escucho otro grito de Alice y corro siguiendo la voz. 

No es desesperación lo que emana su voz, sino ira. 

La encuentro en mitad de un pasillo luchando contra tres hombres al mismo tiempo. Ella luce como una boxeadora profesional esquivando los golpes y efectuando otros cuantos que los hace doblarse. 

Dos hombres inconscientes descansan tras ella, que me da la espalda y mientras los tres luchan contra ella— o lo intentan—, una docena más aguarda tras ellos para atraparla. 

La Princesa ha tenido suerte de que el pasillo sea estrecho y no quepan todos porque si la llegan a rodear podría haber salido malparada. 

—¿Una ayudita?— mi voz sale divertida, como siempre y ella pega un bote, desconcentrándose y llevándose un golpe de uno de ellos. 

Eso me provoca incomodidad ¿Por qué? Quiero que no muera, si la hieren no me importa… ¿O quizá sí? 

Cuando me doy cuenta el que la golpeó está tirado en el suelo. Muerto gracias a mi pistola. 

—Vámonos— declaro y ella se gira, llegando con sus ojos a los míos. 

Echa a correr en mi dirección y extiende una mano, extiendo yo la mía porque creo que va a agarrarme para correr pero no, ella me arrebata mi pistola y se planta de cara a ellos para comenzar a disparar con una sonrisa que para cualquier persona normal resultaría siniestra. 

Entonces echamos a correr y llegamos a la escalera. 

—Sube, rápido— le digo y ella obedece subiendo las escaleras de mano de dos en dos. La sigo con urgencia y la agarro echando a correr una vez estamos fuera hasta llegar a mi coche. 

Nos siguen pero no me detengo a eliminaros sino que nos montamos en el coche y arranco dejándolos a todos atrás. 

Y es en este momento en el que mi corazón se siente en paz. 



#18781 en Novela romántica
#3517 en Joven Adulto

En el texto hay: secuestro, sufrimiento, mafia

Editado: 14.11.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.