Cai Becher

Capítulo 51

¿Hermanos? Nah 

Alice Becher 

Me deja caer en la cama de forma muy sexy y me mira con pura pasión. Yo abro las piernas para que vea lo que quiero y él se relame los labios. 

Se coloca sobre mí y me agarra del cuello, mi respiración se entrecorta y sonrío cuando se detiene justo sobre mis labios. 

—A qué estás jugando, Alice. 

Cada que usa mi nombre es porque el asunto es serio y quiere que lo sepa. Su voz es apenas un murmullo lleno de placer. 

No elimino mi sonrisa. 

—Fóllame, por favor. 

Veo su debate interno en su ojo sano. 

—¿Recuerdas que compartimos sangre, hermanita? 

—Ahora mismo me importa una mierda, hermanito. 

Él sonríe y estampa sus labios contra los míos. 

Con un pequeño simulacro de penetración me percato de que la tiene más dura que el pan de una semana. 

Me suelta el cuello y baja ambas manos por todo mi cuerpo sin pudor hasta llegar a mis muslos. Los agarra con fuerza y abandona mi boca para llegar a mi cuello. Chupa, lame, muerde… me vuelve loca. Sube una de las manos hasta mis pechos y se detiene en uno para prestarle atención como es debido. Juega con mi pezón y baja la boca para seguir besando, lamiendo, mordiendo… 

Cuando consigo reaccionar acerco mis manos a su camiseta y se la rajo completamente para quitársela y voy a los pantalones pero en vez de romperlos me tomo el tiempo de desabrocharlos y bajarlos. Él me ayuda y se quita los zapatos… pero entonces se detiene. 

—¿Qué ocurre? 

—No tengo condones— no supondría una diferencia real porque han abusado de mí sin ningún tipo de protección pero… no es lo mismo si quedo embarazada de alguno de ellos a que si lo hago de mi hermano. 

Me desanimo. Tenía ganas de verdad pero me llevo una sorpresa agradable cuando llama al servicio de habitaciones. 

—Condones, por favor. Y rapidito. 

Rio y me lanzo contra sus labios. Seguiremos con los preliminares hasta que los traigan. No se pueden negar porque no ha dado la opción siquiera. 

Caricias, moriscos, lamidas y tocan a la puerta. 

Cicatriz se levanta y camina con confianza aunque tenga una erección bajo los boxers. Abre la puerta un poco y escucho un juramento femenino que me hace reír. 

Cicatriz le agradece con tono divertido y cierra la puerta para abrir la caja de condones. Coge uno y lo abre mientras se baja los boxers con confianza. Casi me atraganto pero él no se percata y se coloca el preservativo como si nada. 

No sé ni cómo le cave… 

Se me acerca mordiéndose el labio y agarra mis tobillos para atraerme a él pero yo soy rápida y me engancho a sus caderas con las piernas haciendo que caiga de rodillas en la cama. Rápidamente me tiro contra él y consigo ponerme encima. 

—¿Segura?— murmura con una sonrisa lujuriosa. 

—Segurísima— le aseguro y él engancha mi cuello con posesividad. 

—Fóllame tú entonces— sonrío una vez más antes de estampar sus labios con los míos. Mis manos en su pecho mientras froto mi punto sensible con su erección. 

Sus labios comienzan a temblar sobre los míos. O quizá son los míos lo que tiemblan sobre los suyos. O ambos temblamos el uno contra el otro. 

Mi punto palpita y me levanto un poco solo para que pueda entrar en mí. Él la guía a mi entrada y deja la mano reposada en mi espalda baja justo antes de comenzar con los movimientos. 

Arriba, abajo, círculos imperfectos… y su mano se cuela entre nosotros para llegar a mi botón y darle placer. Las piernas me tiemblan y su mano apretando mi cuello me pone más cachonda. Yo le tiro del pelo con una mano y toco su abdomen con la otra. Está perfectamente definido, cada músculo en su sitio. Pero lo que más me gusta es que no está inflado de músculos, tiene los justos, quizá un poco más para sacarlo de lo común. 

Su físico es perfecto. Incluso su ojo inservible me parece bonito. 

Mi orgasmo llega y no puedo detenerlo debido a la intensidad. Él llega unos segundos después y me suelta el cuello, saca la mano de entre mis piernas y me abraza enterrando su cabeza en mi cuello. 

—He esperado esto mucho tiempo…— murmura. 

—Ha valido la pena— jadeo temblorosa de la cabeza a los pies. 

Sale de mí al levantarme y tumbarme a su lado antes de quitarse el preservativo y lanzarlo al suelo para tumbarse a mi lado. Me giro para estar de cara a él y me guía hasta su pecho. 

Duermo usándolo de almohada. 

—Te tiemblan las piernas, Princesa— murmura con tono gracioso. 

—Fue un buen sexo, Cicatriz. 

—Me alegro… 

Mis ojos se cierran y cuando los vuelvo a abrir no hay nadie en la habitación. 

Mi cuerpo se siente pesado, como si el día anterior hubiese tenido un combate de boxeo, pero no es de la pelea con los árabes, sino del polvo de Cicatriz. 

Me incorporo en la cama y suspiro. 

He cometido un error pero debo admitir que ha sido el mejor error que he cometido nunca. 



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En el texto hay: secuestro, sufrimiento, mafia

Editado: 14.11.2022

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