Cuando se sabe la verdad, ya no puedes fingir no saberla
Alice Becher
Tengo dos opciones, o abrir la carta y leerla como una desesperada, o tomarme una infusión y leerla con tranquilidad.
Decido abrirla y leerla como la desesperada que soy y nada más ver el nombre hace que se me salten las lágrimas.
—Es de ella— susurro, Helena me mira con pena.
Ha aparecido esta mañana con una carta en su mano, me ha dicho que la han dejado en su casa pero que va dirigida a mí.
Eso me dijo de quién era.
Querida hija;
Sé que el momento llegará, por eso escribo una explicación en forma de carta. Para que puedas vivir tranquila y sepas lo que ha ocurrido en nuestras vidas desde que me quedé embarazada.
Una noche de fiesta me acosté con dos hombres y quedé embarazada de ti, fui a buscarlos y se hicieron las pruebas del ADN por lo que descartamos a uno de ellos, el otro me prometió que se haría cargo, que estuviese tranquila y continuase con el embarazo.
Yo lo hice, jamás tuve la idea de abortar, quisiera él o no tenerte. Ya que me dijo que quería formar parte de tu vida lo fui informando, mandándole las ecografías…
Cuando llevaba siete meses de embarazo conocí a un chico, era el cartero. Comenzamos a hablar seguido e incluso salimos a comer en varias ocasiones. A él no le importaba que yo estuviera embarazada porque le aseguré que no tenía ninguna relación con tu padre.
Una noche en la que habíamos salido a cenar, llegamos a mi casa y nos encontramos a tu padre sentado en el sillón.
Se puso violento con el pobre chico, y yo… estaba aterrada en una esquina del salón viendo con mis propios ojos cómo lo mataba a golpes. Luego se dirigió a mí y me dijo muy serio mientras me señalaba con una mano ensangrentada: “como vuelva a verte con un hombre que no sea yo, me suplicarás por clemencia”.
Desde ese momento no volví a hablar con ningún hombre más de lo necesario, sin darme cuenta tampoco hablaba demasiado con mis amigas y acabé sola llamando conocidas a esas chicas que formaron parte de mi vida.
Tú naciste poco después y él no volvió a molestarme hasta meses después. Desde ese momento me convertí en su esclava sexual. Teniendo prohibido hablarle de él a absolutamente nadie, ni siquiera a ti cuando fueras más mayor, pero yo estaba aterrada, hija, no podía hacer más que obedecer.
Me pasó dinero todos los meses, como una manutención que salió de él pero no usé ni un céntimo y te crié con mi propio sueldo.
Me recordó en cada visita que el día en el que te independizaras vendría a por mí y acabaría conmigo, de ahí mi urgencia en explicarlo todo de esta forma.
El dinero está en una cuenta de banco y te lo dejo todo a ti. Sé que, con tu orgullo, solo lo utilizarás si te va la vida en ello, pero si llegas a esa situación prefiero que puedas salir adelante y rehacer tu vida.
Quiero que sepas que ser tu madre ha sido la mejor experiencia de toda mi vida. Quizá yo hubiese tenido una vida normal si tú no hubieses nacido, pero yo no hubiera sido feliz sin mi hija.
Eres fuerte, siempre lo fuiste y siempre lo serás. Lucha por tu vida y no te rindas jamás.
Yo creo en ti.
Mamá.
Me seco las lágrimas y suspiro.
Mi madre se desgració por mí. Abusaron de ella por mí.
No puedo olvidar eso.
Al fondo del sobre veo la tarjeta bancaria de la que habla en la carta y puedo ver el pin escrito a rotulador.
No me interesa, ese dinero me da asco.
—¿Qué piensas?
Miro a Helena y ella asiente comprendiendo. Se acerca a mí y me abraza con fuerza, yo lloro en su hombro hasta que le dejo la camiseta totalmente mojada.
—Sufrió mucho por mi culpa…— murmuro entre lágrimas.
—Nada de lo que pasó fue tu culpa-
La corto entregándole la carta, ella la lee con detenimiento y al acabar noto que su expresión neutra es forzada. No quiere hacerme sentir más con sus emociones y lo agradezco.
—Sigo pensando que no tienes la culpa, Alice. Tú no elegiste nacer, tu madre se topó con los que no debía, fue mala suerte.
—¿Mi madre está muerta porque ha tenido mala suerte?— no puedo evitar soltarle.
—Porque tuvo la poca suerte de encontrarse con esos dos hombres, el resto de su vida ha sido una desastrosa consecuencia de esa noche.
Me quedo callada pensando mientras lloro. Subo las piernas en el sofá y me las abrazo para apoyar la barbilla en mis rodillas.
—¿Cómo sabía Cicatriz que tú habías sufrido?— pregunto de pronto— ¿Por qué lo conocías? ¿Por qué dijo que le debías pasta?— las preguntas salen todas como una cadena sin siquiera pensarlas— ¿Y tú por qué dijiste que ya saldaste la deuda?
Ella pestañea un par de veces tratando de comprender todas las preguntas, y lo entiendo, no vienen a cuento.
Necesitaba distraerme y se me ha pasado por la cabeza.
—Bueno…— comienza a responder— cuando pasó lo que pasó, él fue el que me encontró, él fue el que me llevó al hospital.
Hace unos años, Helena sufrió un ataque. Un grupo de hombres apresaron y la arrastraron a un callejón, la violaron allí mismo y la desecharon como basura. Ella me contó que un hombre la encontró y la llevó al hospital pero me dijo que no sabía quién era ni volvió a verlo más.
Mintió en eso, al parecer.
Pero no la culpo, sé cómo puede llegar a ser Cicatriz, yo tampoco hubiese hablado.
—Me prohibió hablar de él y no lo volví a ver hasta que pasó a buscarme unos meses después al instituto, me dijo que él no hacía favores a cambio de nada y se me ocurrió acostarme con él para que me dejara en paz, total, ya el sexo no era nada importante para mí.