Café frío
Alice Becher
Observo a Cai, quien me abraza dormido y trato de liberarme porque necesito ir al baño. Al salir de la cama, mi cuerpo desnudo se hiela.
Normal, estamos a diecinueve de noviembre.
Me pongo lo primero que veo que resulta ser una sudadera suya y corro al baño para hacer pis. Entonces decido que hace demasiado frío como para volver a tumbarme en la cama sin moverme y que debo dar una vuelta para despejar la mente.
Me visto con unos vaqueros con camisa— algo impropio en mí, que rara vez me quito mis tops y leggins deportivos— y me calzo con mis botas calentitas.
Salgo de la habitación y me dirijo a la cocina por algo de desayunar y saludo al servicio que están preparando el desayuno para todos los de la casa, el personal, los hombres de Cai y nosotros.
—Buenos días— saludo con voz animada aunque no lo esté para nada acercándome a la nevera a por un brik de leche de almendras para prepararme un café.
Tomo leche de almendras porque nunca me gustó la leche de vaca y, además, es dulce, por lo que no tengo que echarle azúcar al café.
Hoy voy a tomar descafeinado, ya estoy suficiente nerviosa como para hincharme a cafeína.
—Buenos días, señora Becher— me atraganto con mi propia saliva al escucharlo.
«A qué estás jugando, Alice»
«Fóllame, por favor»
—¿Se encuentra bien?— una chica del servicio se acerca a mí. Asiento con la cabeza.
«¿Recuerdas que compartimos sangre, hermanita?»
«Ahora mismo me importa una mierda, hermanito»
—¿Segura? Está muy roja...
«Fóllame tú, entonces»
Mis manos en su pecho. Mi punto sensible con su erección.
En hombre joven con gorro de chef me trae un vaso con agua fría y me la bebo e un trago.
Dios.
Malditos recuerdos.
Malditas decisiones.
Maldita vida, ya de paso.
—Estoy bien, estoy bien. Gracias— suspiro y dejo que el chef coja el vaso de mi mano.
Me remango las mangas de la camisa, acalorada de pronto y cojo un vaso con hielo, negándome a beberme el café caliente tras este sofoco.
Mi teléfono suena cuando le doy el primer sorbo a mi café frío.
—Alice, arréglate— le doy otro sorbo a mi café tranquilamente.
—¿Por qué?
—Vamos de compras— habla Helena con entusiasmo.
—No necesito nada— sigo bebiendo.
Ella bufa y yo sonrío, le estoy tomando el pelo.
—¡Pero quiero dar una vuelta contigo, joder!— se exaspera y yo vuelvo a darle un sorbo a mi café.
Igualmente no me gusta usar la tarjeta de crédito porque el dinero es de Cai y odio depender de alguien, pero no le digo nada.
En realidad, yo nunca he podido ser independiente, al salir de casa con mi madre manteniéndome, me he metido en casa de otra persona que me mantiene.
Pero odio gastar el dinero de otros así que evito hacerlo.
—¿Me recoges?— me limito a preguntar.
—Voy en camino— canta antes de colgar.
Sigo dando pequeños sorbos a mi café mientras subo a mi habitación para coger mi bolso y abrigo porque estamos en... ¿Otoño? ¿Invierno?
Me pica la curiosidad y, mientras subo las escaleras, busco en internet las fechas de las estaciones.
Otoño, estamos en otoño.
Pero hace frío.
Llego a mi habitación y entro en el vestidor para coger mi bolso con mi cartera, llaves y cosas básicas dentro y cojo un chaleco de lana de tirantes beige que tiene que quedar súper bien con la camisa blanca suelta que llevo y los jeans, cojo un plumón blanco y salgo del vestidor.
Me acerco a la cama y lo dejo todo en mi lado para acercarme a Cai.
—Cai...— le acaricio el brazo con cuidado pero no despierta, aunque sí sonríe al oír mi voz— voy a salir con Helena... te quiero.
No se despierta y las palabras solo salen de mi boca.
—Te he engañado con Cicatriz, lo siento mucho, no te lo merecías... y sí que significó algo— suspiro hondo y me siento a su lado con cuidado—. Sí que significó porque me sentía el ser más desgraciado cuando escapé de Abdel pero al estar con Cicatriz solo pensé que era desgraciada, así que sí que significó, pero no lo que debería haber significado porque jamás podría haber significado eso...
Digo cosas sin sentido, pero a mí sí que me tiene sentido: Me acosté con Cicatriz cuando me sentía tan mal que entre sentirme así y morir, prefería morir, pero al estar con él dejé de preferir la muerte. Me hizo sentir mejor por lo que sí significó algo; aun así no fueron sentimientos como tal, porque por él jamás podría sentir nada parecido al amor, quizá sí aprecio, pero nunca amor, al igual que él por mí, estoy segura de que jamás sentirá amor.
Así que sí significó algo pero no lo que debía significar porque eso jamás podría haber significado.
—Tengo miedo de que lo sepas porque la mera idea de perderte me da ganas de vomitar— murmuro y me inclino sobre él para besar su frente—. Te quiero, Cai...
Me levanto para marcharme en silencio.