Cai Becher

Capítulo 62

El psicólogo de la casa

Alice Becher

Es el jefe de la mafia rusa, el padre de Boomer, el que quiere ver muerto a todos mis seres queridos.

El que me quiere matar solo por estar casada con Cai.

Se me comprime el pecho.

Helena aprieta las manos al volante, se aferra a él con fuerza para no hacer ningún comentario, o frenar en seco, o saltar del coche en marcha...

Me percato de que espera a que me presente.

—Yo soy Andrea— le hecho una mirada neutral durante dos segundos antes de volver a mirar al frente.

Debo actuar normal, fingir que no sé que quiere ver muertos a todos los míos.

—¿Se encuentra bien? Parece mareada— me pregunta Nikolay. Le respondo lo primero que se me pasa por la cabeza.

—Sí, solo estoy algo fatigada— me toco el vientre y él parece creer a lo que me refiero.

—¿De cuánto está, si no es mucho preguntar?

Tengo el vientre medio plano, lo único que sobresale es mi grasa natural, pero eso él no lo sabe.

—De dos meses, creo que la fatiga se debe a que aún soy joven, mi ginecólogo me recomendó esperar un poco más, pero la hora llega cuando toca y no se puede evitar— le sonrío como si realmente fuese una embarazada primeriza.

Hasta parezco una niña de Iglesia.

—La comprendo, tuve mi primer hijo a los dieciocho años, por suerte, mi difunta mujer era algo mayor que yo y pudo manejar la situación con mayor madurez— sonríe con nostalgia.

Quién diría que este hombre es un asesino. Quién diría que está hablando del hijo al que está dispuesto a asesinar.

—Supongo que yo también tengo suerte, mi marido tiene edad suficiente para pensar por los dos.

«Dime que no acabas de decir eso...»

«Oh sí, y ahora sí que tengo fatiga»

«¿Sería demasiado exagerado si me toco el cuello y me pongo a llorar porque he perdido un supuesto rosario?»

«Sí, lo sería»

En fin...

—¡Qué ganas tengo de ser tía!— exclama Helena entrando en mi juego.

Le sonrío y tomo su mano en la palanca de marchas.

En la radio suena una canción animada y subo el volumen fingiendo que me encanta, pero en realidad no la conozco.

Llegamos a su destino en poco y nos despedimos educadamente, tras eso ponemos rumbo a casa.

—Seguimos vivas— murmura Helena.

—¡Claro que sí! Ha sido un encanto— sigo con el juego. Helena me mira con duda pero yo la penetro con la mirada, gritándole que se calle.

Me señalo la oreja con un dedo y después los asientos traseros. Ella abre los ojos de par en par, comprendiendo y asiente centrándose en la carretera.

—¿Estará soltero?— pregunto de pronto, ella me mira aguantando una risa.

—¡Andrea! Estás casada, cariño.

—Lo sé, tonta. Lo decía por ti— le guiño un ojo.

Ella se queda callada y busca un sentido real a mi comentario.

—Sabes que ya me gusta alguien— habla apenada.

—Y tú le gustas a él, deberíais dejar de jugar— le sonrío.

Ella me sonríe también y se centra del todo en la carretera. Llegamos poco después y hablo con Cai explicándole lo ocurrido, él examina el coche de arriba abajo, pero no encuentra nada, así que nos quedamos más tranquilas.

Me excuso para irme a la cama, últimamente me he sentido fatigada si no duermo más de lo común.

No estoy bien y aunque suene raro lo noto en mi pelo, está sin vida, sin volumen. El rizo no se define y le falta brillo.

Me pongo una mascarilla reparadora y me la cubro con un pañuelo de satén para que no se me encrespe más de lo ya está, cojo mi jabón de carbón activo y me lo froto por la cara durante unos minutos antes de enjuagarlo.

—Perdón— dice Cai al entrar en el baño y verme enjuagarme la cara con agua—, no sabía que estaba ocupado.

Parece incómodo. Parece como si no supiera cómo actuar, y desde luego no es por haberme encontrado en el baño.

—Ambos sabemos que eso no es cierto— digo calmadamente cogiendo mi toalla—. Te pasa algo y quiero me lo digas— me seco y lo encaro.

Tiene ojeras, como si no hubiese estado durmiendo bien.

Como si algo lo atormentase.

—Quiero hablar contigo— dice en voz baja, precavido.

—¿Ha ocurrido algo?— salimos del baño y nos sentamos en la cama, para crear un cuadro aún más íntimo, más seguro.

—Hoy he estado...— desvía la mirada un segundo como si se debatiese entre decírmelo o no, pero vuelve a fijar la vista en mí, con decisión, con comprensión— he estado con Ojo demente.

Se me detiene el corazón por unos segundos y esta vez soy yo la que desvía la mirada, sin saber qué hacer o decir.

—Escuché lo que dijiste esta mañana, antes de irte— dice calmado y vuelvo a fijar la vista en él—, no quería hacerte daño, menos aún si no sabía qué había pasado, así que no te dije nada. Hablarlo en caliente sería un error, por el bien de ambos era mejor que pensara y me calmara antes de decirte nada.

—Te lo agradezco— tengo ganas de llorar, pero me contengo.

—Así que llamé a Ojo demente para saber qué pasó. Él no obviaría ninguna parte ya que no le importo lo más mínimo— me sonríe de lado con tristeza—. Él me explicó lo que pasó y sus... opiniones sobre la posible causa y quiero que me hables de ello, necesitas soltarlo, por salud...— me coge las manos con cariño— necesitas aceptarlo y revivirlo una vez más.

Se me llenan los ojos de lágrimas y él me mira con intensidad, no me suelta las manos y su mirada no es de pena, no es odio por haberlo engañado, es una total mezcla entre profesionalidad y amor.

La mejor combinación.

—Lo siento— rompo a llorar—. Lo siento mucho, Cai. Yo no quería hacerte daño, no quería...— la barbilla me tiembla, me siento poco, soy poco.

No le alcanzo, él no me merece, soy una mierda de persona...

Soy...



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En el texto hay: secuestro, sufrimiento, mafia

Editado: 14.11.2022

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