Caldos de Ofenón

Donde se cargan unas semillas

Leynad paseaba impaciente en la puerta del campo de Yazz Industries, en el mismo lugar donde se había bajado del taxi. Había dejado a Tarek bien cogido de la tubería, estaba seguro de que no escaparía antes de que el temporizador llegara a cero. Pero le había puesto noventa minutos, y aunque estaba completamente seguro de que en un hipotético duelo físico habría salido vencedor, no le apetecía nada tener que hacer esos esfuerzos. Jack estaba a su lado, sentado en una piedra, con la mirada perdida en la autopista, unos 50 metros más allá, por la que no pasaba ni un alma.

- ¿Tienes claro lo que tienes que hacer, Jack? - preguntó Ley, más por pasar el tiempo que por otra cosa, mientras andaba de un lado para otro por la carreterilla de grava.

- Sí, señor. Voy a casa y no vuelvo a Yazz ni a ver a Tarek. En unos días cojo el dinero que me ha dado, y saco un billete directo para la próxima nave de línea que pare en la Bola.

- Ahá. Y una vez en la Bola?

- Allí le busco a usted. Y si no está o no consigo localizarlo, voy al bar que hay al lado del espaciopuerto, y le pregunto al camarero que se llama Jim.

- Exacto, y él, o me avisará o te hará saber lo que tienes que hacer.

- Le estoy muy agradecido, señor. No se si seré capaz de hacer el trabajo que me encomienden allí.

- Tengo nombre, Jack. No me llames señor. No llames señor a nadie, de hecho. Puedes tratarme de usted, si te sientes más cómodo, pero no soy tu señor, ni nadie lo es.

- Lo siento se… Leynad. En mi pueblo en la Tierra nos enseñaban de pequeños que a los superiores hay que llamarles “señor” y después el apellido. Y Tarek también decía que había que llamar “señor” a todos los superiores, así no nos equivocábamos de nombre.

- Tarek es un gilipollas - contestó rápido Ley - en cuanto a lo otro, ya te he dicho que si te sientes más cómodo tratándome de usted, o llamándome “señor Otinev” no hay problema. Pero no utilices la palabra “señor” a secas. Esa palabra es tramposa, da la sensación de mostrar respeto cuando lo que muestra realmente es sumisión.

- Sí, señor, lo tendré en cuenta…

Leynad miró hacía arriba y levantó una ceja… el pobre lo había vuelto a hacer y ni se había dado cuenta. Lo aprendido de niño a base de ostias y humillación dificilmente se borra de una mente en dos días, pensó, cuando vio a acercarse al Citroën negro.

- Habib! Muchas gracias por venir!. Me has venido de perlas. - le saludó Ley mientras llegaba. El Citroën paró y el taxista se agachó para mirar por la ventana del copiloto.

- Pues claro, ¿como no iba a venir con la propina que me ha dejado antes? - contestó, burlón.

- Jeje, me haces un gran favor, Habib. Este es Jack - Jack se había levantado de la piedra y se erguía al lado de Ley, enorme, crujiéndose los huesos de las manos.

- Uh! Vaya chicarrón! - bromeó de nuevo Habib - Venga, para adentro. ¿Usted no viene?

- No, yo tengo que hacer otras cosas. Ten - y le alargó otro billete de 25 créditos. - y no se te ocurra darme cambio.

- No, esta vez no puedo aceptarlo - protestó Habib.

- Puedes, y debes, además tengo prisa. Habla con Jack por el camino, seguro que lo entiendes mejor.

- Así se va a arruinar usted en dos días.

- Seguro. Venga, tirando! - y dio dos golpecillos en el capó del coche - si vuelvo por aquí te volveré a llamar y me invitarás a… lo que sea que toméis por aquí.

- Eso está hecho - contestó el taxista mientras arrancaba.

Leynad los vio partir, pero en seguida se dio la vuelta y volvió a enfilar por la senda entre los campos hacia el almacén. No es que tuviera tanta prisa como había dicho, pero no quería jugar con la suerte. A Tarek aún le quedaban sus buenos 25 minutos atado a aquella tubería, pero él tenía que llegar al pod con las semillas, montarse, arrancarlo y salir disparado de allí. Apretó un poco el paso mientras miraba aquellas plantas con aspecto alcachofado. Al llegar a la zona donde lo había noqueado Jack, se vio tentado de entrar al almacén a “despedirse”. Pero se abstuvo. No había que pasarse de gilipollas con los gilipollas, les hacía sentirse importantes. En su lugar, haría otra cosa…

Llegó a la zona donde estaba el pod cargado con las semillas esterilizadas, y abrió el compartimento de carga. Observó que además de las semillas esterilizadas, estaban los dos sacos de semillas “buenas” que Jack había cargado. Fue entonces a la cabina. Era una cabina estándar, de las antiguas. Sería fácil hacerla llegar hasta Dalara. Se sentó en el puesto de mando. Puso las manos en el salpicadero, apareció un teclado, y una zona del salpicadero, lisa y suave hasta el momento, al lado del teclado, se hizo algo más rugosa y se iluminó. Utilizando este pad y el teclado Leynad navegó entre los sencillos menús de la nave, tocó los botones oportunos y pulsó las teclas adecuadas. En seguida, una voz pregrabada avisó por unos altavoces invisibles “Destino fijado. Despegando”.

El pod era un pod básico de los más antiguos, pero ya utilizaba tecnología antigravitatoria. Se levantó del suelo sin hacer más ruido que el zumbido que producían los diversos componentes que mantenían “habitable” su interior. Rápidamente, alcanzó una buena velocidad. Estaba bien estabilizado, y se notaba que se había cuidado bien la aerodinámica, pues el balanceo y traqueteo pese a la velocidad era mínimo. La voz pregrabada volvió a sonar, esta vez anunciando que el destino se alcanzaría en algo más de dos horas. Leynad vio el momento apropiado. Levantó su mano izquierda y tocó su pulsera digital con el dedo índice de la mano derecha. La zona donde había tocado se iluminó, y Leynad dijo:




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.