Caldos de Ofenón

Abrazo gravitatorio

Leynad confiaba en sí mismo. Se las había visto con gente de peor calaña, y conocía a gente de peor calaña. Qué narices, era amigo de gente de peor calaña. Aquellos niñatos se habían topado con una Skyvy feliz y confiada, joven e inexperta y habian visto la oportunidad perfecta. Pero no creía que fueran unos expertos. Había consultado son Dalara. Los datos del planeta no estaban muy actualizados en la base de datos de OSSI, y en la red intergaláctica apenas había nada de los últimos años. Pero la cercanía al planeta les había permitido conectarse a la red del mismo y ahí sí que había aprendido cosas.

Existía una cierta sensación de “crisis” económica en el planeta, y más en en anillo. En el planeta no se notaba mucho, pues la afluencia asidua de colonos y turistas mantenían la economía a flote y el poder adquisitivo en constante, aunque relajado aumento. Este aumento se habia relajado más durante los últimos 10 años, pero continuaba vigente. En el anillo, sin embargo, el poder adquisitivo habia decaído en mayor cantidad, pero tampoco parecía algo catastrófico. Eso sí, si uno dejaba de lado los números fríos y miraba las noticias…

Dalara habia hecho un repaso de todos los periodicos locales de los últimos 5 años, de la biblioteca planetaria de Ofenón. Encontró gran cantidad de problemas. Entre ellos, el desahucio y la recolocación de los trabajadores en el anillo. Aquello había pasado hacía nada. Algo menos de una década. Él ya estaba al mando de OSSI cuando eso pasó. ¿Porqué no se había enterado? Pensaba que se enteraba cuando pasaban cosas como esas en los planetas que habían sido descubiertos por OSSI y que mantenían una buena relación. Pero este no habia sido el caso. Sin embargo, parecía que Yassire y Tote se llevaban bien, por aquello de que le estaban haciendo un favor, más que nada. ¿Sabía Tote algo de aquello y no se lo había dicho? ¿Por qué Yassire tampoco le había comentado nada? ¿Le tomaban todos por idiota?

Desde luego, no era el momento de empezar a sentirse inseguro, pero en ocasiones le ocurría. Todo su aplomo, su carisma, su empaque, quedaba reducido a su mínima expresión y se encontraba pensando que Tote le engañaba a sus espaldas, o que sus amigos se reían de él cuando él no estaba delante, o que, en general, ni clientes ni empleados le tomaban demasiado en serio debido, sobre todo, a su pasividad en cuanto a la dirección de la empresa y a su aspecto naïf. Al rato volvía a ser él mismo. Tote era su socio, pero también era su padrino y jamás le traicionaría. Otra cosa es que de vez en cuando, pudiera hacer alguna cosa sin que él se enterara, pero eso entraba dentro del terreno de la confianza. Sus amigos eran sus amigos y si pillaba a alguno riéndose de él, pues le daría una colleja y a seguir jodiendo. Tampoco tenía tantos como para dudar de ellos. Y los empleados y los clientes... bueno, es posible que en esto sí tuviera alguna razón para sentirse inseguro, pero la solución a ello no le gustaba, pues significaba tener que implicarse más en cosas que no le gustaban en absoluto.

Después de realizar en la nave las tareas necesarias para el plan que había urdido, Ley había partido, tras llamarlo de vuelta, con el pequeño pod-habitación de la nave que les había llevado la primera vez al anillo. Había llegado al hotel, y había bajado de la nave en la azotea, como la primera vez, pero ahora sin compañía y sin recepción. Colgada al hombro, llevaba una mochila de deporte, de color amarillo, con una cara sonriente pintada en uno de los costados, y una cara triste en la otra, y un logo tipo de una marca de batidos de chocolate en el centro. Dentro de la mochila había 500 billetes morados con la cara del 7º presidente de las Naciones Unidas por un lado, y una representación gráfica de la ciudad de Dubai en la Tierra, por el otro: billetes oficiales de 10 créditos galácticos.

Había bajado por el ascensor y llegado hasta su habitación donde, después de pasarse veinte minutos en el baño haciendo un trabajo que, si bien no le pareció muy representativo de un héroe rescatador, sí le era muy necesario para poder intentar serlo, había solicitado el servicio de un botones VIP a través del telefonillo de servicio de la habitación.

El chico había aparecido a los 5 minutos, y a Leynad le había gustado comprobar que era el mismo chico que les había dado la bienvenida al llegar. Aquel larguirucho le había caído bien. Se alegró mucho más aún, cuando este chico le contó que Antón no se encontraba hoy en el Hotel pues había viajado a un simposio.

Leynad había solicitado al chico que le consiguiera un terminal telefónico móvil con capacidad de emitir vídeo hacia otro terminal de similares características, y después de que se lo trajera, le había hecho ciertas confesiones que habían puesto una gran sonrisa en su alargada cara, y puesto un billete de 20 créditos de propina en el bolsillo.

Ahora, se encontraba en la habitación, con la mochila de nuevo cargada al hombro, y dispuesto a salir por la puerta, pero antes, marcó el número en el terminal que le había traido el chico:

55537631

...

- ¿Sí?

- ¿Con quién hablo? Soy Pasquale Nekkens - dijo Leynad

- Oooh! Pascualín! - cantó el otro por el auricular - que pronto! ¿no me digas que ya tienes los cinco mil pavos?

- Los tengo, y estoy en el hotel, así que cuando tú me digas, me voy bajando a las taquillas a dejarte tu cosa.

- Aguanta los caballos, amigo. Íbamos a cenar...

- Pues ya cenaréis después. Mira... - Leynad se quitó el terminal de la oreja y tocó la pantalla, activando el modo de vídeo-emisión. Después, movió el aparato de un lado para otro para que su interlocutor viera la habitación. - Ya estás agarrando a Skyvy y viniendo para acá. Mira tu dinero.




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