Calidez Invernal

Capitulo Único

Calidez Invernal

Hace muchos años cerca de en un pequeño pueblo ruso había un enorme bosque cubierto siempre por la nieve. En medio del bosque estaba el castillo de los Reyes que gobernaban a ese pequeño pueblo junto con otros pueblos aledaños.

Nadie nunca ha visto a la familia real. Pero se decía que el bosque estaba maldecido y que el verdadero gobernante era el dios del invierno.

En los límites del pueblo con el bosque había una casita de madera habitada por una familia que solo tenía hijas.

La dueña y señora del lugar era Lady Atenea. Una hermosa y fría mujer que había heredado todos los bienes de su marido fallecido.

Como era de esperarse, la mujer había gastado toda la herencia en hermosos vestidos para ella y sus hijas. Después de todos los estrafalarios gastos que realizo apenas y le quedaba para llevar un poco de comida a su mesa.

La única solución en la que podía pensar era encontrar buenos maridos para sus hijas y así obtener generosas dotes que la ayudarían a mantenerse.

Solo había un pequeño inconveniente con sus planes.

Un pequeño inconveniente de largos cabellos castaños, hermosos ojos oscuros, poseedora de un aire inocente que provocaba que muchos jóvenes trataran de cortejarla.

Lourdes, quien prefería que la llamaran Lou, era hija del primer matrimonio del difunto esposo de Atenea, y al ser la mayor debía casarse primero o irse a un convento. Mientras ella siguiera soltera ninguna de sus hermanas podría prometerse con nadie.

Pero Atenea era una mujer decidida e inteligente. Su mente no descanso hasta encontrar lo que considero la mejor solución para deshacerse de su odiaba hijastra.

Así que la mañana más fría decidió llevar acabó su plan.

—Lourdes— llama Atenea al ver como su hijastra se dispone a preparar el desayuno

—Buenos días señora— saluda la joven mientras cargaba una enorme tetera llena de agua para ponerla a calentar sobre el fogón —En unos minutos le estoy sirviendo su desayuno…

—Lourdes— repitió Atenea llamando su atención —Siéntate— ordena señalando la silla frente suyo

—¿Pasa algo señora?— consulta la chica un poco preocupada —¿He hecho algo que le moleste?

—Desde hace varios meses he estado recibiendo peticiones de compromiso para tus hermanas— inicio Atenea mirando fijamente a su hijastra —pero como sabes…ninguna puede casarte hasta que tú lo hagas primero…

—O me vaya a un convento— concluyo Lou al entender lo que su madrastra quería decir —Comprendo el problema, hoy mismo me iré al convento del pueblo vecino para que mis hermanas puedan contraer nupcias con quienes elijan

—¿Convento?— se burló Atenea —No niña, no hay vida de claustro para ti— reprime una sonrisa maliciosa ante la mirada asombrada de la chica —He encontrado al marido perfecto para ti. Esta misma tarde, cuando el sol se ponga iras al medio del bosque usando tu mejor vestido y te entregaras al dios del invierno.

Dicho eso, Atenea se levanta y retira no sin comentar que espera su desayuno a la hora acostumbrada.

Lou cumple con sus obligaciones diarias con la misma eficiencia de siempre. Ignora la mirada satisfecha de su madrastra así como los comentarios crueles de sus hermanastras.

Llegada la tarde, Lou se pone un viejo vestido perteneciente a su difunta madre y con la cabeza en alto camina rumbo al bosque.

Sus botas se hundían con cada paso que daba. La nieve era cada vez más blanca y más fría conforme se adentraba en la profundidad del bosque.

Camino y camino hasta llegar a un pequeño claro en el bosque y suavemente se sienta sobre un tronco caído.

Ahí, en medio de la nieve, en las profundidades del bosque, tan lejos de su pueblo, de su casa, de la familia que la odia pero que era la única que le quedaba…no puede evitar quebrarse dejando que las lágrimas recorrieran sus pálidas mejillas, deja que el bosque y la nieve sean los únicos testigos de los gritos que su corazón suelta al saber que su madrastra la había mandado a morir en medio del cruel invierno.

Lou llora sin importarle que la nieve comience a cubrirla como una blanca manta. Grita sin importar que su voz se pierde en el eco del silencio sin fin que la rodea.

Pero, sin que Lou se diera cuenta, alguien fue testigo de todo su dolor.



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En el texto hay: cuento corto, amor dulce, navidad invernal

Editado: 05.12.2018

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