Dafne
Puso los ojos en blanco una vez más antes de mirar hacia Nora, que se encogió de hombros y silenciosamente la animó. A continuación, miró a Matt y luego a Dan, ambos chicos se habían plantado en su casa con unas cuerdas y la habían atado a una silla, para luego comenzar a interrogarla sobre quién era el novio de Ann, usando para ello la técni- ca de poli bueno, poli malo. Pero hasta ahora solo habían conseguido que les llamase idiotas.
—Que no tiene novio, ¿cuántas veces tengo que repetíroslo? —dijo con voz aburrida.
—Mi querida Dafne, te conozco desde hace años, sé cuándo mien- tes, y ahora lo estás haciendo —respondió Matt con voz amable, mien- tras Dan a su lado asentía con fuerza—. Así que dime, ¿quién es el novio de Ann?
—¿Oye, oye… cómo estás tan seguro de que tiene novio? —pre- guntó fijando su mirada en el rubio y sus brillantes ojos azules, él en- trecerró los ojos y la observó.
—¡Buena pregunta! ¿Cómo sabes que tiene novio? Tú mismo dijiste que no tienes pruebas de nada —aseguró Dan.
Dan era un chico altísimo, de casi dos metros de altura, aunque más que por su altura, era rápidamente reconocido por su característico pelo negro rizado, que lo hacía parecer incluso más alto. Era el mejor amigo de Matt y muy buen amigo de su hermana, también era uno de sus mejores amigos y le encantaba pasar tiempo con él. Dan era muy buena persona y algo exagerado y dramático, pero era muy divertido. Además, sus peleas con Sonia (su novia) eran dignas de ver.
—Un hermano sabe esas cosas, además, se cree muy lista, pero yo lo soy más —habló Matt metiendo la mano en el bolsillo del pantalón y sacando una foto, miró a Dafne con una sonrisa malévola y la volteó.
—¡¿De dónde has sacado eso?! —gritó abriendo los ojos de par en par al reconocerse en esa foto.
¿Cómo era posible que el rubio tuviese una de esas fotos? Ella las ha- bía quemado hacia años para que Damián no las encontrase y pudiese usarlas en su contra.
—Soy un hombre de recursos —contestó el rubio apartando la foto de su vista y enseñándosela a Dan, que comenzó a reírse.
—Dafne, que…
—Di una sola palabra y estás muerto —declaró con voz fría y ame- nazadora.
No sabía cómo Matt había conseguido esa foto suya de su infancia con un vestido rosa y tomada de la mano de su abuela, pero esa infor- mación no iba a salir de esa habitación.
—Mmm… me pregunto qué dirá Damien cuando le enseñe la foto
—dijo Matt mirándola con interés, Dafne bufó molesta.
¡Maldito Matt! Lo tenía todo bien preparado, el interrogatorio no era más que una farsa para que no tratase de desatarse nada más em- pezar, y ahora estaba donde él quería; atada y siendo fuertemente ex- torsionada, si no fuese ella la víctima, aplaudiría la estrategia del rubio. Ladeó la cabeza y sopesó sus opciones, él sabía que ella conocía la iden- tidad del novio de Ann y si se rehusaba a decirlo esa foto acabaría en manos de su mayor enemigo. Bueno, puede que no fuese una buena estratega, pero jugaba con algo a su favor; ella no era la única persona en esa habitación que conocía la identidad del novio de Ann.
—Vale, sí que tiene novio; y Nora también sabe quién es —decla- ró con contundencia haciendo que ambos chicos volteasen hacia su hermana.
Estaba traicionando a su hermana, pero ella era la única persona capaz de plantarle cara a Matt.
—¡¿Tú también lo sabes?! —exclamó Dan abriendo las manos con sorpresa y dejando caer la foto; Nora rodó los ojos y Matt sonrió con satisfacción.
—¿Contento? —preguntó su hermana, el rubio asintió y Dafne abrió la boca estupefacta, ¡eso era lo que él quería! Quería que dijese que Nora también lo sabía, ¡maldito Matt! Cómo odiaba que fuera tan bueno en las estrategias—. Ya sabes que yo también lo sé, ¿y ahora qué?
—Oh, tú eres más fácil de leer para mí; además, que las dos lo sepáis me da otra pista. El novio de Ann es un conocido nuestro, si no tú no sabrías quién es y ella no lo tendría tan escondido —indicó Matt sen- tándose en su cama al lado de Nora, el rubio colocó la espalda sobre la pared y se estiró con orgullo.
—Me encanta que los planes salgan bien —dijo Dan acercándose a la cuerda y desatándola, Dafne gruñó con enojo y el chico rápidamente se tiró sobre su cama al lado de Matt para que el rubio lo protegiese de su ira.
—No puedo creer que me hayáis engañado —se lamentó recogien- do la foto del suelo y rompiéndola en mil pedazos—. Oye, oye… no penséis que esto va a quedar así.
—Tengo copias de esa foto, haznos algo y las publicaré todas en el periódico de Triz —habló Matt con voz neutral y una sonrisa amable, lo que le dio aún más miedo.
Dafne rechinó los dientes y no hizo comentario alguno. Solo había tres personas en este mundo que le imponían respeto, y desgraciada- mente Matt era una de ellas. Tiró los restos de la foto en el cubo de basura y se dejó caer sobre su puf, no sin antes lanzar una mirada asesi- na hacia ambos chicos, que en esos momentos abrazaban a Nora para hacerla sonrojar.
—No es divertido —protestó su hermana haciendo que ambos chi- cos la abrazasen con más fuerza.
—Nora, te queremos —canturreó Dan con una vocecilla feliz, Dafne no pudo evitar sonreír al ver la cara de circunstancias de su her- mana, por lo que se unió al abrazo colectivo.
—¿Qué os parece si vamos a comernos un helado? —propuso Matt haciendo que todos se separasen y lo observasen sin poder ocultar sus risas.
Si había algo que Matt adorase por encima de los videojuegos eran los helados.
—Oye, oye… pero tú invitas —dijo poniéndose en pie y sacudién- dose la ropa.
—Por supuesto —contestó Nora con la cartera de Matt en la mano y entregándosela, Dafne sonrió orgullosa de su hermana y ella le mostró la cartera de Dan.
—¡¿También me habéis robado a mí?! —protestó el pelinegro inten- tando recuperar su cartera, pero Dafne soltó una sonora carcajada antes de abandonar su dormitorio seguida de Nora, Matt y Dan.