Calum
—¿Verificaste que estuviera completo el pedido? —le pregunté a Mawi, mientras cargaba las cajas hacia la bodega del bar.
De vez en cuando los dos veníamos al club a ayudar con lo que se necesitara, especialmente los días de hacer pedidos, recibirlos o todo lo que fuera referente al inventario. También me encargaba de verificar que todas las clases en el club se brindaran en los horarios estipulados y que los miembros estuvieran conformes con los diferentes servicios que aquí se ofrecían.
Mi padre decía que era mucho trabajo para realizar él solo y, sospechaba, que no le tenía la suficiente confianza a mi tío Clint para dejarlo llevar a cabo el manejo total de los negocios.
Ellos dos tenían una relación complicada. A veces aparentaban ser los mejores hermanos, los más cercanos e incondicionales. Pero luego, parecían ser los peores enemigos, sus ideales no eran los mismos y eso generaba un conflicto de intereses.
—Obviamente, ¿Con quién crees que hablas?
—respondió, firmando el documento que expresaba que lo que se pidió había sido recibido en óptimas condiciones.
—Con mi hermanito menor, de diecisiete años —repliqué, provocando que me empujara con brusquedad.
Tenía buen brazo para golpear el condenado.
—Tu hermano menor, pero más fuerte que tú
—se jactó, llevando las cajas restantes hacia el interior.
—Una cosa es ser fuerte y otra muy diferente querer jugar al bandido —señalé, refiriéndome a sus andanzas que últimamente me resultaban demasiado sospechosas.
Mantenía misterioso, saliendo de casa a altas horas de la noche o llegando en las madrugadas, a hurtadillas. También, llegué a verlo con compañías que no me generaban buena impresión, sin embargo, no tenía pruebas más allá de eso. Nada concreto que me indicara en qué se estaba metiendo Mawi.
—No sé de qué hablas —fingió desconocimiento, abriendo las cajas con un bisturí—. Más bien dime, ¿Cómo van las cosas con Julianne? Últimamente siento que ya no se les hace tan fácil disimular.
Lancé un suspiro, haciendo lo mismo que él con las demás cajas. No sabía muy bien cómo responder esa pregunta. El tema de Julianne poco a poco se iba convirtiendo en un acertijo difícil de descifrar. Antes, al menos, la amistad nos facilitaba sobrellevar las cosas, pero desde que inició este semestre sentía que ya ni siquiera teníamos esa afinidad característica de un par de confidentes.
—Lo es, ya las cosas no son como en un principio. Siento como si todas mis acciones tuvieran que responder a sus imposiciones
—confesé, recordando el día que me llamó con urgencia a decirme que debíamos ir a cenar con sus padres sin siquiera importarle que ya estaba ocupado.
Julianne debía entender que mi mundo no giraba en torno a ella y más teniendo en cuenta el tipo de relación que manteníamos.
Mawi examinó la expresión en mi rostro, de preocupación e incertidumbre, levantó una ceja mientras sacaba botellas de una de las cajas, pero no dijo nada. En vez de eso, me miró de reojo, como si estuviera esperando a que dijera algo más. Sabía que le gustaba escucharme desahogar mis frustraciones, solo para luego burlarse.
—¿Y por qué no lo mandas todo al diablo?
—preguntó al fin, dejando las botellas sobre la mesa de inventario. Su tono era despreocupado, como siempre, pero yo sabía que detrás de esa fachada, Mawi me estaba retando.
—¿Y tú qué sabes del tema? —respondí con una sonrisa burlona, intentando desviar la conversación.
—Sé lo suficiente para entender que no estás feliz. Solo esa razón basta. —Mawi cerró la última caja y me miró directamente—. ¿O me vas a decir que estás con ella porque la consideras la mujer de tus sueños y el amor de tu vida?
—No es tan sencillo como lo pintas —mi tono se endureció. No me gustaba admitirlo, pero había algo en lo que decía que resonaba conmigo.
El problema con Julianne no era solo la falta de afinidad que había surgido últimamente, sino todo lo que representaba. Ella era el tipo de persona que encajaba perfectamente en la idea que mis padres añoraban para mi futuro: estabilidad, formalidad y una vida llena del poder y lujos que rondaban a nuestra familia.
Pero yo no era así. No del todo.
—¿Y esa otra chica? —preguntó Mawi de repente, rompiendo el silencio que se había formado.
—¿Cuál chica?
—La nueva coreógrafa del club, la que estuvo en la fiesta de Lydia ¿Cómo era que se llamaba? ¿Sparkie? —su sonrisa torcida me indicaba que sabía exactamente de quién hablaba, solo que quería que yo lo dijera.
—Parker. —El nombre salió antes de que pudiera detenerme, como un reflejo.
Él soltó una risita burlona.
—Eso pensé. ¿Qué pasa con ella?
—Nada. —Mi respuesta fue rápida, demasiado. Mawi alzó las cejas, disfrutando del evidente nerviosismo en mi tono.
—Nada, claro. —Su tono era sarcástico—. Entonces, ¿por qué parece que te interesa más de lo que quieres admitir?
El recuerdo del beso se reprodujo en mi mente como si me encontrara viendo una cinta de vídeo. Todas las sensaciones que me transmitió, tan reales que me resultaba imposible negar que, ciertamente, mentí al decir que fue un error.
La mirada expectante de mi hermano se mantenía sobre mí, detallando cada uno de mis gestos.
—Esas son imaginaciones tuyas y si así lo fuera, no es algo que sea de tu incumbencia.
—Le lancé una mirada de advertencia, pero él no se intimidó.
—Eh, solo digo que tal vez ella sea uno de los motivos por los que estar con Julianne ya no sea tan cómodo como antes —concluyó, levantando las manos como señal de paz y ladeando la cabeza.
Su comentario, incluida la pregunta de si estaba con Julianne porque la consideraba el amor de mi vida, se quedó retumbando en mis pensamientos, como un incesante zumbido molesto. La aparición repentina de Parker en mi vida me desconcertaba, y consiguió descolocarme. No porque no pudiera manejarlo, sino porque me hacía cuestionar cosas que antes simplemente prefería mantener enterradas.