—¿Te gusta el lugar? —preguntó Jamie con ilusión, escrutándome.
La respuesta era un sí definitivo. Era el restaurante más hermoso y acogedor al que había ido en esta ciudad. Estaba decorado con un estilo moderno pero cálido, donde las luces colgantes de tonos plateados creaban un ambiente íntimo y acogedor. Las mesas, de madera oscura impecablemente pulida, contrastaban con las sillas de terciopelo verde oliva que aportaban un toque de elegancia. Las paredes estaban decoradas con murales minimalistas y estantes llenos de pequeñas plantas y libros cuidadosamente seleccionados.
A lo lejos, un pianista tocaba una melodía suave que se mezclaba con el murmullo de las conversaciones, mientras el aroma exquisito de hierbas frescas y cítricos llenaba el aire.
Todo estaba diseñado para que cada rincón del lugar invitara a relajarse y disfrutar, como si el tiempo allí se detuviera. Era fácil perderse en la atmósfera, sobre todo con el delicioso y refrescante sabor del cóctel sin alcohol que me estaba tomando.
—Me encanta. Si así es el sabor del cóctel, me imagino lo maravillosa que será la cena
—admití, dándole un sorbo largo a la bebida.
—Sí, es uno de los mejores restaurantes de la ciudad —confesó, sonriendo y acariciándome la mano con delicadeza.
—Y no lo dudo, pero creo que no debiste gastar tanto en una cena.
—No es solo una simple cena. Eres una chica extraordinaria que merece lo mejor.
Sus palabras y la ternura de su mirada provocaron que un leve cosquilleo me recorriera por completo. Jamie me hacía sentir tan halagada que a veces dudaba merecer tanto. Apenas estábamos empezando a salir y ya parecía querer poner el mundo a mis pies. Y aunque admitía que su caballerosidad me resultaba fascinante, al mismo tiempo me preocupaba no cumplir las expectativas que tenía puestas sobre mí. No quería lastimarlo ni convertirme en la villana de su historia.
—Muchas gracias, Jamie, pero insisto en que no deberías derrochar. Estamos en la etapa de conocernos y descubrir qué puede suceder, ¿No te parece arriesgado invertir tanto dinero en citas con alguien que aún no es tu pareja?
Jamie soltó una suave risa, con su mirada permaneciendo fijamente sobre la mía.
—La vida está llena de riesgos y creo que vale la pena lanzarse de lleno a ellos cuando sientes que encontraste algo único
—respondió, inclinándose un poco hacia mí.
Su voz susurrante y envolvente se mezcló con las notas del piano de fondo.
Busqué las palabras correctas, queriendo argumentar algo lógico, pero nada salía de mi garganta. Su seguridad y confianza innata consiguió desarmarme. Lo observé en silencio mientras su pulgar trazaba círculos sobre el dorso de mi mano.
—Además —añadió con una sonrisa traviesa—, si tienes dudas sobre ser mi pareja es que estás dudando de mi capacidad de enamorarte. Algo incorrecto porque si hay algo que me caracteriza es mi capacidad de convencimiento.
Su comentario me hizo reír y a la vez, el pecho se me comprimió ligeramente. Había algo en la ligereza de su tono que contrastaba con la profundidad de sus intenciones. No sabía si admirarlo por su perseverancia o sentirme culpable por no corresponderlo con la misma intensidad.
—Estás demasiado seguro de ti mismo, ¿no?
—mencioné, tratando de aligerar la conversación.
—Solo cuando sé con certeza lo que quiero
—replicó sin vacilar.
Me llevé el cóctel a los labios, con un incómodo nerviosismo instalándose en mí. A pesar de que Jamie de cierta manera me gustaba, no podía ignorar la sensación de desequilibrio que me originaba ver que mientras él invertía demasiado en esto —y no solo en términos monetarios—, yo seguía luchando con intentar resolver y aclarar mis propios sentimientos.
El mesero se acercó a nuestra mesa con la comida emanando un olor celestial. Tras dejar los platillos en su lugar, le agradecimos y continuamos la velada con tranquilidad.
—Habrá una fiesta la próxima semana en casa de Donnie —comunicó Jamie tras un largo rato de silencio—. Sigue sin superar que el entrenador le haya permitido volver al juego. Él pensaba que la suspensión pasada sería solo el primer paso para echarlo definitivamente del equipo.
—Hubiera sido un completo error porque todos ustedes juntos, en la cancha, son dinamita
—adulé, cortando con detenimiento un trozo de mi carne.
—Eso creo, pero para Jared la familia es sagrada. No tuvo niños, así que, para él y su esposa, su sobrina es como si fuera su hija.
El recuerdo del día del juego se instaló en mi mente, recordándome a Millie como mascota de los Bull y que Harry mencionó que ella era sobrina de la esposa del entrenador.
—¿Y no se supone que Millie también es su sobrina? ¿Entonces quién fue la que se acostó con Donnie? —consulté, horrorizada de pensar que se tratara de la misma chica.
Jamie lanzó una carcajada al percatarse de mi expresión y negó con la cabeza.
—Para aclarar tu confusión, no se trata de Millie. Donnie se acostó con Minerva, la hija del hermano del entrenador y Millie es hija de la hermana de su esposa.
Repetí en mi mente el trabalenguas para descifrarlo mejor.
—Ah entiendo. —Sonreí, asintiendo repetidamente.
Una lluvia de aplausos invadió el restaurante y mi mirada se enfocó en el pianista, quien recibía con orgullo las muestras de afecto del público. Una particular chaqueta vaquera desvió mi atención y reconocí perfectamente quién era su portador. Clint, el tío de Calum, e iba acompañado de una mujer castaña, con curvas pronunciadas; a pesar de aparentar estar en los cuarenta, la mujer tenía un estilo y un porte digno de una veinteañera. Incluso era más sofisticada que yo. Clint la tomó por la cintura y ella rio, mientras avanzaban y se acercaban cada vez más a nosotros.
—¿Qué estás viendo? —me preguntó Jamie, curioso.
Giró la cabeza, husmeando en mi misma dirección. Sin embargo, pasó poco tiempo para que el señor Clint estuviera justo enseguida de nuestra mesa. Los ojos azules grisáceos del hombre me enfocaron, mostrándose asombrado y su acompañante pareció incomodarse.