Mientras doblaba la ropa seca, Yaneth apartó un sostén que ya necesitaba otro remiendo. Suspiró al ver que la pila de ropa para "remendar" había crecido de nuevo.
—Pero qué barbaridad — se quejó Ericka dándole vueltas a la ropa de los cajones.
—¿No has encontrado la blusa?
—Peor. Mira. ¿Qué es esto? — Inquirió con indignación alzando lo que le provocó el mal humor.
—¿Tus tangas favoritas?
—Están hechas un desastre — se quejó lanzandolas de nuevo a la gaveta.
—Te dije que no las pusieras en la lavadora. Esa cosa arruina la ropa — decía en tono monótono sin dejar de hacer bola los pares de calcetines.
—Imaginate. Cómo voy a conquistar a mi príncipe con calzones rotos — se quejó sacando algo más para usar.
Yaneth disimuló la sonrisa pero enseguida se entristeció. La comprendía. Aunque hubieran logrado ciertas cosas, aún tenían un largo camino que recorrer.
—Mejor no te pongas calzones — sugirió Yaneth.
Ericka se echó a reír mientras seguía sentada en el suelo.
—Sí. Y cuando cruce las piernas en la entrevista, les recordaré a Sharon Stone en 'Bajos instintos'. Bueno. Que bueno que me quedaron estos boxers por aquí — dijo llevándolos consigo a la ducha.
Mientras tanto, Yaneth fue a sacar hilo y aguja azul para arreglar el sostén. Pero cuando comenzó a examinarlo para ver por dónde comenzar, la decepción fue mayor. Tenía tantos agujeros y roturas que no le alcanzaría la camiseta vieja que usaba para los remiendos. Con tristeza, fue a ponerlo en la basura pero guardó los tirantes. Podían servir.
—Bueno ya me voy. Deséame suerte — decía Ericka corriendo a toda prisa.
—¡No olvides la llave!
Pero su amiga ya había cerrado de un portazo. Meneó la cabeza y le deseó buena suerte al tiempo que se encaminaba a la ducha.
El bote de shampoo ya estaba en el fondo. Parecía que Ericka ya había añadido un poquito de agua pero recordó que tenían un bote de reserva. Añadió solo un poco a la mezcla para poder diluir.
De pronto, alguien tocó la puerta. La forma en que aporreaban le dijo que seguramente era Ericka que había olvidado algo y por supuesto, la llave.
—¡Te dije que llevaras la llave! — decía fastidiada sacándose a toda prisa el jabón.
Pero para nada esperaba que fuera él.