—Me duele todo — decía la mamá de Ericka —. ¿Me podrías alcanzar algo para el dolor hija?
Esta fue a buscar a la lata de las medicinas pero no había más que los envoltorios vacíos. Molesta por la maldita costumbre de siempre de dejar lo que está vacío en el lugar incorrecto, dejó todo esparcido en la mesa sin molestarse en tirarlo.
—No hay medicinas.
—Mejor iré a la clínica. No me siento bien. Ahí me darán la medicina — decía poniendo más dramatismo a la situación fingiendo que estaba ciega.
Ericka le miró con incredulidad sin preguntar qué le dolía. Ya sabía cómo era. Un pequeño pellizco para ella era causa de irse a pedir hospitalización.
—¿Tendrás tres dólares por ahí para ir? No tengo dinero — pidió con voz lastimera —. Y, ¿puedes venir conmigo?
—No. No tengo — mintió sin remordimiento.
—Dile a Ceci que nos preste — rogó. Pues Ericka estaba a punto de ir a su casa para hacer de niñera mientras Ceci hacía algunas diligencias.
Ni siquiera había terminado el turno en el que cuidaría a la niña cuando su madre ya le llamaba preguntando si le habían prestado el dinero.
Engañándola de nuevo, mintió sobre cuánto le prestaron y sobre el hecho de ser prestado. Pues de lo contrario, su madre no estaría dispuesta a devolver el dinero.
***Jueves***
—¿Qué pasó? — Inquirió Ericka al ver a Yaneth más temprano de lo habitual ese día.
—Renuncié. Y me llevé mi indemnización — dijo alzando un paquete de galletas que le había robado temprano a su jefe luego de la explosiva discusión que tuvieron —. Es por daños y perjuicios.
—Al menos ya te libraste de ese viejo loco. ¿Vamos? Se me hace tarde.
Yaneth la acompañó a su siguiente empleo.
—Ojala no haya muchos borrachos hoy — comentó Yaneth antes de dejarla frente al local donde ya humeaba el carbón encendido.
—Ojalá. Que te vaya bien en la pupusería — cantó alegre.
Se quedó ahí mirando a Ericka entrar y saludar a todos sin pasar por alto la forma en que su jefe la miraba, escaneandola con la mirada.
Esa noche, mientras recogía un pedido tras otro, un auto se estacionó frente al local informal de comida típica. Era un hombre joven, alto y apuesto. Observó todo con detenimiento y preguntó por los precios y opciones. Ordenó y se marchó. Cuando volvió por su pedido, Yaneth notó que se trataba del Mercedes plata que habían visto anteriormente. Se le quedó mirando a Yaneth brevemente antes de marcharse pero había sido tan breve que no le fue posible dar una descripción exacta de cómo lucía aquel sujeto.
Algunas monedas recibidas como propinas se repartieron en los tarros de ahorros. No siempre habían tantas así que lo celebró dejando todo en el tarro de "fondo para PLAN." El 'plan', era mudarse de casa. Aunque eso implicaba tener un empleo fijo o los suficientes empleos parciales como para tener la capacidad económica de pagar un alquiler y sus propios recibos.
Sonrió al recordar lo que uno de los clientes dijo hoy. Decían que sólo le faltaba trabajar de guardia de seguridad en la localidad y con eso completaría todos los empleos existentes de la zona. Pues a algunos les parecía verla en todos lados y a todas horas.
—Ya no hay gas — anunció su madre irrumpiendo en la habitación —. ¿Tienes para comprar? Yo no tengo.
—Como siempre — masculló por bajo de mala gana —. No sé. Ya veré.
—Pero deberías de ver ahorita porque no hay nada hecho para comer mañana.
—Después. Por ahora quiero dormir. Es tarde.
—Sí pero, asegúrate. O si no, vé quien te presta — dijo safandose de los pagos como siempre y dejando a Yaneth con la idea en mente entre aportar para la compra de gas o no.
—Tiene que haber un modo de salir de esto — se dijo al estar sola mirando el techo de su habitación que sentía que no era suya pues parecía que más bien pagaba por dormir ahí.