Calzones Rotos

Parte Cuatro: Mercedes Benz.

{Septiembre} 

 

—Adivina a quién ví — soltó Ericka sorprendiendo a Yaneth quien salía de su turno de la cafetería. Era el nuevo empleo que por suerte compensaba el sueldo perdido del ciber café y el de la tienda que finalmente quebró.

—Ay. Me asustaste — se quejó en medio de la impresión. Pero Ericka pareció no escuchar esa parte. 

—Estaba en el cajero de la gasolinera cuando vi que nuestro amigo del Mercedes se estacionó enfrente. Obvio que yo estaba súper pendiente para ver quien salía de ahí pero nada. Entonces, cuando ya iba de camino hacia donde dejé la bicicleta, un tipo salió del auto. 

 

 

 

Yaneth se detuvo en seco. 

 

 

 

—¿Cómo era? 

—Alto. Guapo y rubio. Bueno, más bien castaño claro. 

—¿Y te dijo algo? 

—Sí — dijo dando un salto para volver a la realidad —. No vas a creer lo que me dijo. 

 

 

 

 

La sacudía fuertemente de los hombros sin dejar de chillar de emoción. 

 

 

 

—Pues dímelo — pidió Yaneth un tanto nerviosa por el efusivo entusiasmo de su amiga. 

—Me dijo — comenzó diciendo recuperando la cordura — que nos ofrece trabajo. 

—Ajá. Trabajo — repitió con incredulidad su amiga cruzándose de brazos. 

—Sí. Ya sé cómo suena pero es cierto. Dijo que nos ha visto. Y que somos las candidatas perfectas para este trabajo. 

—Jóvenes. Ignorantes y sin dinero. 

—No seas así — le reprochó Ericka dándole un golpe en el brazo. 

—Y de qué se trata el trabajo. 

—De ser modelos. 

 

Era obvio el porqué Ericka se entusiasmó. Su sueño siempre había sido ser modelo aunque sus padres le dijeran que eso no era un trabajo de verdad y que mejor buscara algo que de verdad le generara ingresos, como ser cajera de banco o algo así. 

 

 

 

—Ja. Claro. Tenía que ser. Dile que ya no hago porno — se burló mirando para otro lado. 

—Eso pensé pero, me dijo que ellos trabajan con empresas que impulsan productos como maquillaje, zapatos y cosas así. Catálogos para tiendas, centros comerciales y eso. Y — acentuó alargando el sonido de la letra —, me dió su tarjeta. 

 

 

 

 

Yaneth se la arrebató de las manos. Era una tarjeta común y corriente. Blanca y con el logo de la empresa de un lado. Había una dirección en el reverso junto con un teléfono y escrito a mano un número de celular. 

 

 

 

—Y cómo se llama nuestro cazatalentos — preguntó examinando la tarjeta como si esperara a encontrar alguna pista que le dijera que aquello era una trampa. 

—Tony. 

—¿Tony? — preguntó incrédula. 

—Sí. ¿Por qué? 

—¿Que no sabes que todos los mafiosos se llaman Tony? ¿Qué no viste los Soprano? 

—No — respondió inocente. 

—No lo sé Ericka. Es muy sospechoso. ¿Por qué no nos dijo a ambas? ¿Por qué se acercó cuando estabas sola? 

—Bueno, yo quiero ir a ver. Dijo que lleguemos mañana a las cinco. A la dirección que está atrás. 

—¿De la mañana? — dijo con incredulidad. 

—No boba. De la tarde. 

—Que raro. Las entrevistas no suelen ser por la tarde. 

—No sé qué me pondré — decía sin escuchar. 

—Pues…

—Bueno, tú piénsalo si quieres pero yo no voy a dejar pasar ésta oportunidad. Es justo lo que necesitamos para salir de la miseria en que vivimos. ¿Que no estás cansada de contar centavos para comprar a duras penas las cosas que te hacen falta? ¿De esconder el dinero por temor a que tú propia madre te lo quite? 

—Sí — admitió cabizbaja. 

—Entonces ven conmigo mañana. 

 

 

 

 

*** Al día siguiente *** 

 

 

 

 

—Te vas a arrepentir.

—Ya te dije que no puedo. Si paso esta semana me podrían dejar de planta para todo el mes. Ve tú y me cuentas cómo te va. 

—Okey — dijo abrazándola. 

—Y por favor ten mucho cuidado. No dejes que te convenzan de hacer algo que no quieres. Y cualquier cosa llámame.

—Sí. Sí. Sí — decía Ericka. 

 

 

 

 

Pero Yaneth no pudo dejar de pensar en su amiga. Tenía demasiado miedo. Aquello pudo ser una trampa para tontos y ella misma la había enviado con una minifalda azul y top negro de lentejuelas. De pronto el celular sonó. Contestó al primer timbrado sin dejar que sonara el resto de la canción del verano pasado. 

 

 

 

 

—¿Ericka? ¿Todo bien? ¿Cómo te fue? 

—No me lo vas a creer. He hecho mi primera sesión y me han pagado tanto dinero que no sé que voy a hacer con él. 

—No deberías decir esas cosas en la calle. ¿Dónde estás? 

—En el centro comercial Diamond. Me vine a comprar una hamburguesa porque no tenía cambio. Esta gente me dió solo billetes de cincuenta. ¿Puedes venir por mí? No quiero irme a casa sola — pidió. Hablaba tan de prisa que todas las palabras se atropellaban unas con otras que a Yaneth le costó unos segundos entender todo aquello. 

—Sí. Ya casi salgo. 

—Okey. Te pediré una hamburguesa. Tengo hambre. 

 

 

 

—¿Entonces si era de verdad?

—Sí. Habíamos como veinte chicas. Y nos pidieron ponernos otra ropa. Nos hicieron el pelo y maquillaje y nos prestaron unos zapatos divinos. 

—Y ¿qué tenían que modelar?

—Los zapatos. Todo fue UaU. No tengo palabras. Las luces, las cámaras, el maquillaje. Todo. Fue tremendo. Estaban haciendo un catálogo para una marca italiana. 

—Uau. 

—Sí. Y nos pagaron hoy mismo. En efectivo. Mira — dijo abriendo su bolso. Ericka había metido todos los billetes sueltos pareciendo una papelera. 

—Cierra eso. Vaya. Así que era verdad después de todo — Meditó en voz alta. 

—Mjm. Y Tony me preguntó por tí. Dijo que si quieres llegar mañana te darán oportunidad. 

—¿Y tú irás mañana? 

—Sí. Tengo que llegar a las dos. Harán algo con joyería o algo así. 

 

 

 




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