Calzones Rotos

Parte Cinco: La fuga.

{Principios de Octubre}

Al menos con el nuevo empleo podría ahorrar un poco más. Pero solo un poco. Irónicamente, era quien menos ganaba en la casa pero la que más ahorraba. Los empleos privilegiados y los sueldos que les acompañaban al resto de la familia, nunca parecían ser suficiente dinero para la hora de necesidad. Como cuándo ya no había arroz, azúcar, gas o huevos. O medicamentos o cualquier otra emergencia que pudiese surgir en medio de la noche. 


 

Esa tarde Ericka dijo que quería mostrarle algo al día siguiente. Que no fuera a faltar. Le dió una dirección a la que aceptó ir solo porque le aseguro que no se trataba de una trampa para convertirse en modelo de empresas sospechosas. 




 

—¿Y? ¿Qué te parece? — preguntó con los brazos extendidos en medio de lo que parecía ser la estancia vacía de un pequeño apartamento. 

—Pues está bien. Tiene todo lo necesario — decía viendo las paredes azul cielo aunque más pálidas por el tiempo. Su voz que pretendía ser de aprobación, terminó saltando hasta el entusiasmo por el eco. 

—Verdad que sí — decía Ericka saltando de emoción y tirando de Yaneth para llevarla a la minúscula terraza que no era más que un espacio de doscientos por ciento cincuenta centímetros cuadrados. Apenas y si cabían ellas dos de pie ahí. A lo mucho un par de sillas para aparentar broncearse pues daba buena parte del sol de ese lado del edificio —. Y ven a ver. Desde aquí se ve hasta el parque. ¿No es perfecto? Tiene solo una habitación pero con eso creo que estará bien para empezar. 

—Pues si a ti te gusta y no es muy caro. Creo que sí — apoyó su amiga inspeccionando todo en la estructura por fuera y de nuevo al entrar. 

—Eso es lo mejor. Si le digo que sí hoy, me lo dejan sin referencias ni nada. Le doy el dinero y cerramos contrato. 

—¿No crees que está muy arriba? — dijo Yaneth quien se asomaba de nuevo por el balcón mirando hacia abajo. 

—Treceavo piso. Lo sé. Pero cuanto más arriba más barato. ¿Entonces? ¿Qué dices? 

—Ya te dije. Si a ti te gusta. 

—Sí pero no voy a vivir sola aquí obviamente — cantó con una sonrisa mientras dejaba caer el peso de su cuerpo en un pie, resaltando su cadera dónde colocó su mano. 



 

Yaneth tardó un poco en comprender.




 

—¿Quieres decir… que este mini apartamento sería para nosotras?— preguntó aún sin poder creerlo. 



 

Ericka se echó a reír con lágrimas en los ojos.



 

—Pues claro. No te voy a dejar sola en esa mansión dónde vives — En dos saltos llegó hasta ella y volvió a tirar de su brazo para arrastrarla a la habitación que no era en realidad más que una pared de tablaroca que no se veía muy sólida y dividía la sala en dos —. No creo que podamos poner las dos camas. O mejor conseguimos una grande y la ponemos al centro. Aquí pondremos tu armario que es más grande que el mío, servirá para las dos. Y aquí, pondré la estantería esa que no uso y pondremos los zapatos. Y aquí, planeo robarme el espejo grande que está en mi casa ahí tirado. Nadie lo usa. Está viejo pero seguro a ti se te ocurre cómo lo podremos decorar. Quedará genial de este lado. Se verá mucho más grande con el espejo así. Y aquí….

—Ericka — habló tomando la mano de su amiga —, esto…

—Vamos Yaneth. Es nuestra oportunidad — decía sujetándola por los hombros —. Dijimos que haríamos esto juntas. Que nos iríamos un día de nuestras casas y viviríamos la vida loca pero, con responsabilidad, ¿eh? 



 

Yaneth sonrió con eso y asintió con ganas de llorar. 



 

—No sé si me alcancen los tres sueldos para la mitad de la renta pero creo que podré pagar el cable al menos o el internet — dijo pasando el dorso de su mano por la nariz. 

—No te preocupes por eso tonta. Yo me haré cargo. Lo que quiero es que vengas conmigo. O una o ninguna. 

—O una o ninguna — apoyó su amiga sonriendo y llorando. 



 

Comenzaron a saltar sin dejar de abrazarse emocionadas por tener el sueño de su vida tan palpable y tan perfecto. El espíritu de libertad y el salto a aquello que te hacía sentirte un ser humano adulto e independiente les palpitaba por las venas. 




 

—Pero yo quiero aportar algo — aclaró Yaneth después de la histeria —. Tengo ahorros suficientes para ayudarte con el depósito. 

—No. No. No. Te dije que esto va por mi cuenta. Pero — Puso la mano en alto antes que Yaneth fuera a protestar como siempre lo hacía —, puedes dejar eso para el fondo de comida porque se me irá todo lo que tengo en los meses de alquiler. 

—¿Meses? 

—Sí. Con lo que gané en el mes, tengo para pagar por lo menos seis meses de alquiler adelantado y el depósito. Y todavía nos queda para los recibos — explicó revisando en su bolso con forma de guitarra acústica color fucsia. Sacó unos papeles arrugados hasta dar con el que tenía algunos números anotados y tachones. 

—A ver — dijo Yaneth mirando el presupuesto maltrecho pero que aparentaba ser un plan efectivo —. UaU. ¿Desde cuándo eres contadora? — bromeó riéndose. 




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