Calzones Rotos

Parte Siete: El oficial.

Yaneth seguía debatiéndose entre si regresar a su casa o quedarse. Eran más de las tres de la mañana y el sueño comenzaba a vencerle pero el frío no la dejaba dormir pues la despertaba cada pocos minutos tiritando. Pero hubo un momento en el que pareció dormirse profundamente, solo por unos minutos. Entonces, el peso de su cabeza fue tirada por la gravedad hacia adelante. El brusco movimiento la despertó. 


 

Desorientada, parpadeó varias veces hasta poder enfocar y reconocer en dónde se encontraba. 



 

—Parece que se quedó dormida — dijo alguien. 



 

Se pasó la mano por la cara y sintió el hilo húmedo sobre su barbilla que había salido de su boca mientras estuvo inconsciente. 


 

Un oficial estaba ahí de pie y le tendía un vaso desechable con algo que humeaba. Apenada porque él le hubiera visto literalmente babeando, dejó cubierta su boca. 




 

—Para el frío — dijo tendiendo el vasito que se veía minúsculo en su mano. 

—Gracias — dijo observando el contenido que era bastante claro para ser café. 

—Es té. Aunque si quiere café, lo traeré — Se ofreció rápidamente. 



 

Lo observo por un segundo, era el mismo policía con quién chocó temprano y quién le ofreció una celda con cama. Hasta ahora, era el oficial más amable de la estación. Yaneth sonrió y bebió con cuidado. El calor fue reconfortante. 




 

—Con el té está bien. Muchas gracias.

—Si necesita algo más… estoy por allá — dijo señalando un habitación donde se lograba ver desde ahí un escritorio y otros oficiales. 

—Lo tendré en cuenta — respondió agradeciendo con una sonrisa aunque dudaba que sus fachas de desvelada fueran las mejores para coquetear con el amigable oficial de policía —. Aunque sabe qué. 



 

El uniformado detuvo sus pasos que ya iban en reversa. 



 

—¿Hay algún baño por aquí que pueda usar? 

—¿Quiere ir? ¿Ahorita? — preguntó dando una gran zancada que lo dejó a centímetros de Yaneth obligándola a elevar el rostro aún más. 

—¿E…?



 

El hombre miró hacia un lado y luego a otro. Le dió la sensación de que estaba preguntando si… bueno, pues eso, si necesitaba ir en ese preciso momento al baño. Como cuando los niños te dicen: quiero ir al baño. Y tú respondes: ¿Quieres ir ahora? 




 

—Bueno, me voy a terminar el té primero pero sí,  quiero ir al baño — admitió soltando las palabras. 

—Eh. Okey. Este. Pues — decía como si estuviera en un aprieto. Se rascó la parte baja de la cabeza y sus cejas se unieron. Parecía partirse la cabeza con alguna solución al dilema —. Entonces, avíseme cuando quiera… cuando vaya… — Tartamudeaba. 

—No se preocupe. Solo dígame dónde está — pidió Yaneth con unas repentinas ganas de reír. 

—Eh. Sí. Al final del pasillo, están las escaleras. En el piso de abajo. A la derecha. 

—Okey. 

—Okey. 

—Gracias.

—Okey — dijo aún tieso. 



 

Yaneth sonrio y bebió más del té. Era lindo pero algo despistado la verdad. Luego alguien lo llamó y él tuvo que irse corriendo mientras que Yaneth se quedó con una sonrisa dibujada en los labios por la extraña plática. 


 

***


 

—Lo lamento mucho Ericka. 

—Sí. Bueno. Al final tenías razón. El tal Tony si era un tipo para desconfiar — dijo con la mejilla apoyada en su mano mientras desayunaban en casa.

—Ya encontrarás algo más. Por qué no pruebas en la cafetería. Están contratando para entrenar para la temporada. 

—No. Quiero probar seguir con lo del modelaje. Solo fueron unas semanas pero me quedo la experiencia en el currículum. Y ahora que sé que hay muchas empresas relacionadas iré a probar. Mi carrera de modelo no se verá truncada solo porque mi anterior agencia era la pantalla para lavar dinero de drogas y quién sabe que más. 

—Que locura esa. No me la creo aún. Al menos no te pasó nada. 

—Sí. Y tu no tenías que quedarte en la estación. Seguro no dormiste , se te ve en la cara. 

—No podía dejarte sufriendo sola — contestó bebiendo se su taza. 

—Y por qué estás bebiendo té. Tú no tomas té — señaló levantándose para ir por más café. 

—Me lo obsequiaron por ahí — dijo tratando de no darle importancia pero el toque de malicia el final podía revelar mucho para Ericka —. Rindió para una segunda taza así que no quise desperdiciarlo — dijo encongiendose de hombros. 

—M. Ya. Sí. Ya se me hacía raro que… Espera — dijo parando en seco con las manos en alto —. ¿Te lo dieron anoche?

—Ajá. 

—¿En la estación?

—M —  Se encogió de hombros mirando hacia el ventanal. 




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