Evan estaba entusiasmado porque hubiera aceptado. Le dió una fecha y hora específica para la sesión. Quedaron de verse en el estudio fotográfico muy de mañana.
—¿Vas a salir? — preguntó Yaneth adormilada desde la cama quien seguro escuchó sus pasos y los pocos ruidos al andar de acá para allá.
—Sí. Me voy a la sesión.
—Ah sí — dijo cubriéndose con la sábana de nuevo —. ¿No es muy temprano para una sesión de fotos? — señaló unos segundos después.
—Sí. Pero Evan dice que es la mejor hora para lo que quiere hacer. Yo que sé, pero le voy a cobrar más si pesco un resfriado. El agua de la regadera estaba súper helada.
—Bueno, abrigate bien — murmuró volviendo a sus sueños.
—¿Me llevo la llave?
—Sí. Iré a conocer a los tíos de Miguel después del trabajo así que vendré hasta la noche — decía arrastrando las palabras.
Ericka intentó bromear sobre lo serio que se estaba poniendo todo con el novio policía pero su amiga estaba más en el lado de los no vivos e inconcientes que de este.
—Ericka— le llamó cuando estaba por salir. Miró hacia atrás y se encontró con Yaneth que intentaba salir del nido de sábanas que la abrazaban como una enorme anaconda. Estuvo a punto de caer por una sábana que se atascó en su pie pero logró llegar hasta ella.
—¿Qué pasa? Se me hace tarde.
—Toma — dijo entregándole algo y luego se acercó a darle un sonoro beso en la mejilla —. Te dará suerte — dijo entre un enorme bostezo ya encaminada hacia la cama donde solo se dejó caer de cara en un solo movimiento.
Cuando Ericka abrió su mano, se encontró con una ficha de casino con un valor de cincuenta mil. El recuerdo de cómo la habían encontrado ya se había desvanecido con el tiempo pero no podía olvidar la felicidad que sintieron cuando no solo encontraron una sino dos. Alegres por volverse ricas en un santiamén, le preguntaron al tío de Ericka si era posible cambiarlas.
Pero la decepción llegó pronto cuando les explicó que solo tenían valor en el casino dónde se obtuvieron y que seguramente ya habían caducado pues la inscripción decía que eran de unos cinco años atrás. De manera que solo les quedó la ilusión y el recuerdo en aquellas fichas. Sin embargo, a pesar de no tener un valor monetario, se conviertieron en los mejores amuletos. Sonrió cerrando la palma de su mano alrededor de la ficha azul.
—Rayos Evan. Y se puede saber por qué me has hecho venir tan temprano. Aún está oscuro. El taxi me cobró la tarifa nocturna — decía esperando a que Evan la hiciera pasar al estudio pues se encontraron afuera de este pero no fue así —. ¿Esperamos a alguien? ¿No traes las llaves?
—Ah no. La sesión no será aquí. Tenemos que ir a la locación.
—Espero sea dentro de cuatro paredes y con calefacción.
—En realidad… — comenzó a decir pero en ese momento aparcó una minivan azul. Dentro venían dos personas más que los saludaron con los buenos días.
Se montaron a toda prisa entre el montón de cachivaches que traían.
—Parece que se han traído el estudio en la maleta — comentó Ericka entre un bostezo.
—Ah sí — dijo Evan un tanto apenado porque no hubiera mucho lugar en el automóvil para su estrella —. Estamos en plan de conseguir mejor transporte — agregó a forma de disculpa.
—No te preocupes. Estoy acostumbrada a viajar en la ruta cuarenta y dos — decía tratando de no bostezar.
—Mejor duerme un poco — sugirió el fotógrafo con una sonrisa.
—¿Está muy lejos hacia donde vamos?
—Tardaremos por lo menos una hora.
—M — dijo acomodandose contra el cristal. Cerró los ojos de inmediato.
De repente le llamaban diciendo que ya habían llegado. Los otros dos, cuyos nombres Ericka ya había olvidado, comenzaron a bajar las cosas. Evan también lo hacía así que se les unió. No quería parecer de esas engreídas.
Evan y su equipo ya tenían todo bien planeado. Montaron rápidamente una carpa que se aferraba a un costado de la camioneta creando un modesto camerino. Entre el ajetreo no había reparado en dónde estaban. El suelo era de tierra, habían pinos por todas partes y a penas y había luz en el cielo porque parecía estar amaneciendo de forma más lenta ahí. Y el campamento se ubicaba en un claro del bosque que parecía sacado de las películas extranjeras.
—¿Dónde estamos? — inquirió mirando hacia un lado donde parecía ser el límite del terreno y el inicio de un seguro acantilado pues la altitud del terreno se marcaba y dejaba ver a la lejanía un grupo de luces.
—Al norte. Cerca de la falda del volcán — explicó Evan apareciendo a su lado ajustando un lente en su cámara profesional.
—¿Y qué es eso que se ve allá?— preguntó señalando los grupos de luces.
—Ah, ese es el centro. ¿Ves cómo se extiende? Y allá está el río. ¿Ves el puente? Cuando amanezca del todo lo verás mejor. Parece una serpiente de bronce.
—Vaya — dijo admirada por el despliegue de belleza natural. Desde ahí, la ciudad se veía tan pequeña. Era increíble que tantas personas transitaram ahí en medio de esas callesitas. Todo se veía tan chico, que podías estirar la mano y sentir que tomas todo aquello en la palma.
—Hermosa vista, no.
—Sí. La verdad es que …. — pero un destellante haz de luz la cegó por un momento.
—Ay. Lo siento. Olvide el flash — dijo arreglando la cámara.
—Borra la foto. Seguro salí horrible.
—No. Será la del: antes y luego tendré la del: después — se burló evadiendo a Ericka que buscaba empujarlo amistosamente.
—Y…¿pagaste para hacer la sesión aquí? Seguro es carísimo.
—En realidad no. Conozco al dueño y ya que nunca están — explicó encongiendose de hombros.
Ericka estaba por agregar algo pero la chica le llamó.
—Vamos. Ya es tu turno.
La condujo hacia la pequeña carpa donde la esperaba Jessica, quien amablemente le recordó su nombre. Le entregó el vestuario y le dijo que le daría unos toques de maquillaje y el cabello antes de vestirse. Al terminar de ser esculpida, Ericka se miró en el espejo un tanto confusa. Parecía que llevaba lo más mínimo de maquillaje, hasta le parecía pálida. Únicamente el lápiz labial de un naranja en tono mate, le daba algo de color. Tanto los ojos y el rubor, parecían armonizar con el labial. Naranjas, rosas pálidos y suaves tonos caramelo y dorado.