Calzones Rotos

Parte Quince

Por fin era navidad. El jefe parecía un tantito reacio a cerrar al medio día pero su esposa lo convenció de cerrar treinta minutos antes para recoger rápido e irse al desfile o a la feria como todos ese día. De manera que Yaneth tuvo tiempo de ir a vestirse antes de que el bloqueo de las calles comenzara. 

 

Miraba esperanzada a todos los oficiales uniformados que se encontraba deseando que fuera Miguel el que estuviera en la siguiente esquina. 

 

Si los días anteriores las calles estaban abarrotadas, hoy rebosaban por el gentío. Los supermercados y tiendas de abarrotes, así como las salidas de los almacenes se mantenían en constante tráfico de compradores. Incluso tuvo que hacerse a un lado cuando pasó por un local que parecía una librería o papelería. Había una fila enorme para que les envolvieran regalos y otros recogiendo sus tarjetas. Sonrió con el nombre del local: "'Pop-Up' Papel con vida."

 

 

—Como los libros — meditó en voz alta observando el trenecito de juguete que pasaba por alrededor de los libros, tarjetas y juguetes de la temporada. 

 

 

—Exacto — pronunció una voz cerca de su oído. La voz del extraño la sobresaltó haciendo que sujetará su bolso de inmediato. Se trataba de un hombre joven muy alto. Podría aparentar unos veinte y pocos pero sus ojos y su expresión tenían algo que le daba un grado de madurez. Por un momento,sus facciones suaves como de un elfo del Hobbit le desconcertaron. Él sonrió —. Feliz Navidad. 

 

 

 

Le tendió algo que Yaneth tomó de forma automática aún hipnotizada por sus grandes ojos verdes. 

 

 

 

—¡Feliz Navidad! — gritó luego que él se alejara. Lo vio entrar al local y saludó a los otros dos que trabajaban sin parar. 

—Ey. Aquí estás — saludó alguien a quien sí reconoció. 

 

 

 

Miguel le abrazó al instante y ella se rió por aquello tan espontáneo.

 

 

 

—Hola. También me alegra verte — dijo entre sonrisas. 

—¿Cómo supiste que me gustan? — añadió muy alegre. No fue sino hasta que Miguel tomó lo que mantenía en las manos, que se dió cuenta de que se trataba de esos bastoncillos rojo y blanco de dulce. 

—En realidad me los regalaron — dijo mirando por el escaparate en busca del elfo del polo norte pero ya no estaba. 

—¿Ah sí? ¿Quién? — pregunto siguiendo la dirección de su mirada. 

—Creo que fue un duende de Santa o algo así. 

 

 

 

Miguel se echó a reír. Yaneth alzó la vista hacia él e inmediatamente abrió los ojos de asombro. 

 

 

 

—Vaya — dijo boquiabierta viéndolo de pies a cabeza en aquel uniforme azul marino que casi llegaba al royal. Los botones dorados y la boina con el escudo de la ciudad en el frente como placa, le hacía centellear. Miguel pareció avergonzarse un poco y esbozó una sonrisa torcida y a Yaneth le pareció ver un pequeño rubor en sus mejillas —. Te ves… Muy bien. No te había visto en ese uniforme. 

—Es que es el de gala — explicó tocando su nuca que era protegida por una bufanda del mismo tono que el uniforme con franjas dos tonos más oscuros. 

—Si hasta llevas guantes y todo — decía con administración —. Seguro que yo no los mantendría blancos ni por un minuto. 

 

 

Miguel sonrió. 

 

 

—Sí. Debo ser algo cuidadoso. ¿Y tú familia? 

—Ah, veré a mi mamá en el centro comercial. Haremos unas compras primero. Está deseando conocerte — añadió de forma casual acomodando la chaqueta de Miguel aunque esta estuviera perfecta. Solo buscaba una excusa para no mirarle directamente a la cara por el momento. 

—¿De veras? 

—Mjm — dijo sin mirarlo. La verdad es que quizá se había adelantado en tener planeado presentarlo a su familia pero si ella ya había conocido a sus tíos, que eran como sus padres, entonces podía presentarle a su familia. ¿Verdad? 

—Pues que bueno que me peiné hoy. Pasé toda la noche con los rulos puestos para hoy — dijo haciéndola reír. 

 

 

Más relajada, alzó la vista buscando sus ojos que los cubría una ligera sombra por la boina y le sonrió. 

 

 

—Te veré luego — prometió. Le puso el dulce en la solapa y palmeo su pecho. 

—Nos vemos después — dijo con una voz mucho más intensa que la suya. 

 

 

 

De nuevo sus pupilas conectaron y pareció que todo el mundo a su alrededor se congeló. Ya no había nada más que ellos ahí en la fría calzada con la dorada luz que se colaba por el vitral a espaldas de Yaneth. Miguel se acercó un poco y se retiró la boina. Su cabello perfectamente peinado brilló con el reflejo del alrededor. 

 

Yaneth esperó paciente y, sin ser consciente de que se aferraba a sus brazos y que estos la envolvían con cuidado, cerró los ojos dando gracias al cielo porque por fin ocurriría, cuando de pronto, unas molestas voces que apenas y si escuchaba al fondo, se acercaron demasiado. Pero no fue solo eso. La frente, nariz y pómulos de Miguel arremetieron contra su rostro con brusquedad y en los lugares que no esperaba. El abrupto movimiento se detuvo luego de que sus rostros chocaran. Al abrir los ojos, se dió cuenta de que Miguel tenía las palmas de las manos apoyadas contra el cristal del ventanal para evitar caer y aplastarla de paso, mientras miraba de mal modo hacia un lado a los despistados que discutían entre sí con las manos llenas de comprados sin darse cuenta de que derribaban a todos a su paso. 

 

 

 

—¿Estás bien? — preguntó cuándo se hubo incorporado. 

—Sì. Aunque me duele la mejilla — contestó tocando aquel lugar. 

—Creo que mi frente dió ahí — dijo tocando en su propio rostro el lugar nombrado. 

 

 

Se rieron al entender la mala suerte que tenían para eso. 




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