Cámaras, torpezas y un beso

El vestido rebelde

Grace Taylor estaba convencida de que las telas tenían vida propia. De otra forma, ¿cómo se explicaba que ese vestido —su proyecto estrella— se hubiera decidido a traicionarla en el peor momento?

—Por favor… quédate quieto, ¿sí? —susurró mientras sujetaba la falda con los dientes, intentaba coser con una mano y con la otra espantaba al gato callejero que se había colado por la ventana del diminuto apartamento.

El vestido, en cambio, parecía disfrutar del caos. Una puntada mal puesta y ¡crac! el hilo se reventó.

—¡Perfecto! —Grace rodó los ojos—. Tengo tres semanas para entregar la colección final, cero presupuesto y un vestido con complejo de diva.

El celular vibró en la mesa. Era un mensaje de Amelia:
"Plan de emergencia: tengo la solución para tu desfile. Ven a la cafetería YA."

Grace suspiró. Amelia Sinclair era la clase de amiga que convertía un café en un terremoto.

Media hora después, Grace llegó a la cafetería, despeinada, con un carrete de hilo enredado en el bolso y restos de tiza azul en la cara. Amelia la esperaba impecable, como siempre: labios rojos, blazer oversize, y esa sonrisa de quien está a punto de soltar una bomba.

—Antes de que digas nada —empezó Grace, dejándose caer en la silla—, la respuesta es no.
—¿No a qué? —Amelia alzó una ceja.
—A tu “plan de emergencia”. Cada vez que pronuncias esas palabras, yo termino corriendo semidesnuda, atrapada en una escenografía o avergonzada en público.

Amelia sonrió con inocencia.
—Esta vez es diferente. Mira esto. —Le pasó la pantalla del celular.

Grace leyó en voz alta:
“Reality Show: Éxito o Amor. Elige entre financiar tu proyecto soñado o quedarte con el soltero más codiciado del país.”

Casi se atragantó con su café.
—¡¿Estás loca?! ¿Quieres que me meta en un circo televisivo para encontrar marido?
—No es para que consigas marido —Amelia agitó la mano con despreocupación—. Es para que consigas dinero. ¿Qué más da si tienes que coquetear un poco frente a las cámaras?

Grace abrió y cerró la boca como un pez.
—Amelia, yo me tropiezo hasta con el aire. ¿Sabes lo que pasaría si me ponen a caminar en una pasarela televisada? Sería viral… pero por la razón equivocada.

—Exacto —replicó Amelia con brillo en los ojos—. ¡Viralidad, amiga! Eso es lo que necesitas. Cuando trabajas en moda, eres otra persona: segura, brillante, transformada. ¿Por qué no dejar que el mundo lo vea?

Grace no respondió de inmediato. Miró sus manos manchadas de tiza, pensó en su sueño de diseñar ropa circular, en su padre trabajando horas extras para arreglar autos viejos, en su madre que siempre le repetía que “la creatividad era su pasaporte al futuro”.

—¿Y si me caigo en directo? —preguntó al fin.
—Entonces te levantas con estilo. —Amelia guiñó un ojo—. Créeme, el internet AMA a la gente auténtica.

Grace rió, aunque en el fondo un nudo le apretaba el estómago. Jamás imaginó que su camino hacia la moda pudiera pasar por un reality show. Y mucho menos que, al otro lado de esa puerta, estuviera a punto de conocer al hombre que iba a desordenar su mundo.



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En el texto hay: millonario, chica torpe, reality show

Editado: 30.09.2025

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