Cámaras, torpezas y un beso

El nieto perfecto… según la abuela

Robert Walker jamás llegaba tarde. No al trabajo, no a las reuniones, no a la vida. Para él, la puntualidad era una religión, y la moda, un imperio que debía gobernar con puño de hierro.

Esa mañana, mientras trotaba en la cinta de su gimnasio privado, revisaba tres informes en la tableta y daba órdenes por auriculares inalámbricos, pensó que todo estaba bajo control.

Hasta que entró ella.

—Robert, tenemos que hablar.

No era una asistente, ni un socio, ni un rival. Era peor: Sarah Walker, su abuela. Ochenta años, energía de veinte, y más seguidores en Instagram que muchas modelos actuales.

Robert apagó la cinta con resignación.
—Abuela, tengo una reunión en diez minutos.
—Perfecto, porque yo solo necesito cinco. —Sarah agitó su bastón adornado con cristales como si fuera un cetro real—. Me he enterado de tu última entrevista. Dijiste, y cito: “El amor es una distracción innecesaria en la vida moderna”.

Robert se pasó la toalla por el cuello.
—Es lo que pienso. El trabajo es mi prioridad.
—Pues tu prioridad está equivocada. —Sarah se dejó caer en un sillón como una diva de Hollywood—. Quiero bisnietos, Robert. Y los quiero antes de que me muera.

—Abuela, tú enterrarás a todos los Walker y aún estarás usando minifalda.
—Ese no es el punto. —Sarah entrecerró los ojos—. He hecho un trato.

Robert sintió un escalofrío. La última vez que su abuela había pronunciado esas palabras, él había terminado desfilando en la portada de la revista disfrazado de torero futurista.

—¿Qué clase de trato? —preguntó con cautela.
—Con una cadena de televisión. —Sarah sonrió como una niña que acababa de robarse una galleta—. Participarás en un reality show.

Robert dejó caer la toalla.
—¿Perdón?
—Se llama Éxito o Amor. Muy actual, muy viral. Salvará la reputación de tu revista, atraerá a la nueva generación y, de paso, te conseguirá esposa.

—No pienso exhibir mi vida privada en televisión. —Robert frunció el ceño.
—Claro que sí. —Sarah sacó su celular y mostró la pantalla—. Ya firmé por ti.

Robert parpadeó.
—¿Qué… hiciste qué?
—No me mires así, jovencito. Soy tu abuela. Además, ¿qué es lo peor que podría pasar? Conoces a una chica interesante, el público se enamora de ti, y yo empiezo a bordar calcetines para tus futuros hijos.

Robert cerró los ojos. Sabía que pelear con Sarah Walker era inútil. La mujer había sobrevivido a dos guerras económicas, tres juntas directivas y cinco divorcios. Si decía que él iba a entrar a un reality, entonces iba a entrar a un reality.

Y lo peor de todo era que, aunque jamás lo admitiría en voz alta, parte de él sabía que su revista necesitaba desesperadamente ese golpe de popularidad.

Suspiró.
—Dime, ¿qué tengo que hacer?

Sarah sonrió victoriosa.
—Solo aparecer, cariño. El resto lo hará el destino.

Robert se dejó caer en la silla frente a ella.
Si el destino tenía algo preparado para él, esperaba que al menos no llevara tacones imposibles y una sonrisa capaz de desarmarlo.



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En el texto hay: millonario, chica torpe, reality show

Editado: 30.09.2025

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