Grace estaba convencida de que Amelia había vendido su alma al diablo… y la había arrastrado consigo en el trato.
—No puedo creer que me convencieras de esto —refunfuñó mientras miraba el enorme cartel del reality Éxito o Amor en la entrada del canal de televisión.
Las letras doradas brillaban como si se burlaran de ella. Detrás del vidrio, chicas y chicos de todas las edades posaban frente a cámaras, practicaban sonrisas y hacían estiramientos como si fueran a desfilar en Milán. Grace, en cambio, estaba más preocupada porque una de sus medias tenía un agujero.
—Relájate —dijo Amelia, ajustándole el blazer prestado—. Mira a tu alrededor, ¿ves esas influencers? Todas tienen el mismo peinado, la misma sonrisa ensayada. Tú solo sé tú misma.
—¿La torpe que tropieza hasta con el aire?
—No, la diseñadora que brilla cuando habla de moda. Esa Grace que se transforma.
Grace resopló, pero algo en la seguridad de su amiga la calmaba.
La fila para la audición era interminable. Amelia, emocionada, grababa videos cortos para “documentar la experiencia”, mientras Grace intentaba no morir de nervios.
—¡No me grabes cuando estoy sudando! —se quejó Grace, secándose la frente con un pañuelo.
—¡El público ama lo real! —replicó Amelia—. Y créeme, tu autenticidad va a arrasar en redes.
Cuando por fin las llamaron, Grace entró en una sala blanca, iluminada por reflectores. Tres jueces esperaban tras una mesa, cada uno con cara de haber visto todo y de estar a punto de bostezar.
—Nombre —dijo uno de ellos, sin levantar la vista.
—G-Grace Taylor. —La voz le salió temblorosa.
El segundo juez levantó una ceja.
—¿Qué vienes a buscar aquí, Grace? ¿Éxito o amor?
Grace abrió la boca, se quedó en blanco, y lo único que salió fue:
—Eh… ¿un ventilador? Porque aquí hace muchísimo calor.
Amelia se llevó la mano a la frente.
Pero entonces, casi sin darse cuenta, Grace comenzó a hablar de lo que sí dominaba: la moda circular, su idea de dar nueva vida a prendas olvidadas, cómo un vestido podía transformarse en varios looks.
Sus ojos brillaban, sus manos volaban al explicar, y por unos minutos se olvidó de que estaba siendo evaluada.
Cuando terminó, los jueces la miraban con otra cara. Interesados. Intrigados.
—Gracias, Grace Taylor —dijo el primero, anotando algo—. Te contactaremos.
De regreso a casa, Amelia no cabía de la emoción.
—¡Viste! Te transformaste. Estabas radiante. ¡Si hasta yo me enamoré un poquito!
Grace, sin embargo, solo podía pensar en la pregunta que no había respondido.
¿Éxito o amor?
Y lo peor de todo es que ni siquiera sabía cuál elegiría si llegaba el momento.