Cámaras, torpezas y un beso

Luces, cámaras… pánico

Grace

El set del reality era mucho más grande de lo que Grace había imaginado. Pantallas gigantes, reflectores cegadores, un público que aplaudía como si los hubieran entrenado para sonar a estadio lleno.

A su lado, Amelia agitaba los brazos desde la tribuna, gritándole como si estuviera en un concierto de rock.

—¡Sonríe, Grace! ¡Sonríe! —gritaba su amiga, sacando el celular para grabar.

Grace tragó saliva. El presentador, un hombre de sonrisa tan blanca que parecía patrocinada por un dentista, anunció:

—¡Con ustedes, la diseñadora que quiere revolucionar la moda sostenible… Grace Taylor!

La cámara se acercó a su rostro y, en ese preciso instante, Grace tropezó con el borde de la alfombra. Dio un pequeño salto torpe, agitó los brazos como si estuviera nadando en el aire y, milagrosamente, logró no caer.

El público estalló en carcajadas.
Alguien gritó:
—¡Ya tiene mi voto!

Grace, con las mejillas rojas, levantó la mano tímidamente.
—Eh… hola.

Y de pronto, sin planearlo, empezó a hablar de su proyecto: prendas que podían transformarse, dar segundas oportunidades, reducir el impacto ambiental. Sus ojos brillaron y, por unos minutos, el set dejó de existir. Solo estaba ella y su pasión.

Cuando terminó, la gente aplaudía de pie.

Grace salió del escenario tambaleándose, incrédula.
—¿Viste eso? —dijo Amelia desde la tribuna, gritándole por encima del ruido—. ¡Ni Beyoncé en su mejor momento!

Grace, sin embargo, solo podía pensar: ¿Qué clase de circo me espera ahora?

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Robert

En el camerino, Robert ajustaba el nudo de su corbata. No necesitaba nervios: él estaba acostumbrado a los reflectores. Había dado discursos frente a accionistas, había aparecido en portadas de revistas, había sido entrevistado por medios internacionales.

El presentador anunció con entusiasmo:

—¡Y ahora, el hombre más codiciado del país, heredero de la revista de moda más influyente… Robert Walker!

Los gritos del público casi le perforan los oídos. Mujeres levantaban carteles con su nombre, flashes por todas partes. Robert salió con paso firme, serio, impecable, como si desfilara en su propia pasarela.

—Bienvenido, Robert —dijo el presentador—. La pregunta del millón: ¿vienes en busca de éxito… o de amor?

Robert sostuvo el micrófono con calma.
—Vengo por el futuro. Y el futuro se construye con visión, trabajo duro… y con la persona adecuada al lado.

El público suspiró al unísono, como en una película romántica mal doblada.
Sarah, desde primera fila, agitaba un pañuelo fucsia y gritaba:
—¡Ese es mi nieto! ¡Denle ya el trofeo!

Robert apenas pudo contenerse.

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Paralelo

En una pantalla detrás del escenario, Grace lo observaba desde el backstage. Y la primera palabra que se le vino a la mente fue: arrogante.

Mientras tanto, Robert ajustaba los puños de su camisa, sin sospechar que la próxima en entrar a su vida era la misma chica que acababa de tropezar en la alfombra.

El público estaba preparado. Las cámaras también.
Lo único que faltaba era que sus mundos colisionaran.



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En el texto hay: millonario, chica torpe, reality show

Editado: 23.10.2025

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