Las cámaras seguían girando, pero el verdadero espectáculo estaba en el rincón donde las participantes cuchicheaban como si estuvieran en una telenovela de sobremesa.
—¿Vieron cómo la sostuvo? —susurró Vanessa, cruzándose de brazos—. ¡Ese no es el trato! Él debería fijarse en mí, no en la torpecita simplona.
—Tal vez le gustan las torpecitas —dijo Lola, la actriz frustrada, mientras se retocaba el labial frente a un espejo.
—No. Le gustan las ganadoras —replicó Daphne, ajustándose la falda como si ya estuviera en una portada de revista.
Grace, ajena al motín que se estaba gestando, intentaba explicar su idea de usar parches de mezclilla reciclada para el diseño. Robert escuchaba con los brazos cruzados, serio… demasiado serio. Pero, contra todo pronóstico, no la estaba deteniendo.
Eso, para Vanessa, era inaceptable.
—Tengo un plan —anunció, sonriendo como villana de comedia—.
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El sabotaje número uno
Durante el almuerzo, Grace dejó su café sobre la mesa mientras iba por un rollo de tela. Cuando volvió, dio un sorbo y casi escupió todo:
—¡¿Quién demonios puso sal en mi café?!
Amelia soltó la carcajada más escandalosa del set.
—Ay, Grace, eso fue épico.
Robert arqueó una ceja, mirándola con una mezcla de fastidio y diversión contenida.
—¿Acaso necesitas supervisión constante?
—No —replicó Grace, secándose la lengua con una servilleta—. Solo necesito un café que no sepa a sopa.
Las cámaras registraron el momento y, sin duda, el clip iba a viralizarse.
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El sabotaje número dos
Cuando Grace se inclinó para cortar una tela, una de las ruedas de su silla se trabó misteriosamente con cinta adhesiva. La pobre casi se fue de bruces contra el maniquí.
—¡Ay! —gritó, cayendo de rodillas.
Robert, que justo estaba a su lado, la sostuvo del brazo otra vez.
—Esto empieza a parecer un mal hábito.
—Te juro que no soy tan torpe… —Grace murmuró, roja como un tomate.
Vanessa miraba la escena desde lejos, rechinando los dientes. El plan estaba fallando: en lugar de humillarla, ¡la estaba empujando más cerca de Robert!
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El sabotaje número tres
Durante la grabación de un confesionario, Lola decidió ponerle más drama:
—Creo que Grace no está aquí por el proyecto. Está aquí porque quiere conquistar a Robert.
—¿De verdad? —preguntó el productor, encantado con el chisme.
—Claro. La vi mirándolo como si fuera… como si fuera… un pastel triple chocolate.
El comentario se transmitió en vivo en las redes del programa, generando cientos de memes instantáneos.
Mientras tanto, Grace no tenía ni idea de la tormenta digital que se avecinaba.
De vuelta en el taller, Robert se inclinó sobre el boceto final y dijo en voz baja:
—Si logras sobrevivir a este circo, tal vez tengas futuro en la moda.
Grace lo miró, arqueando una ceja.
—¿Ese fue tu intento de halago?
—Fue un hecho. No pierdas el tiempo esperando flores.
—Tranquilo, no espero flores. Pero acepto café… sin sal.
Por primera vez, Robert sonrió. Apenas un poco, pero lo suficiente para que Grace se quedara en blanco durante un segundo.
Y, a pocos metros, Vanessa casi explotaba de la rabia.