Cámaras, torpezas y un beso

Cena para dos (y un millón de espectadores)

El restaurante elegido por la producción parecía sacado de una revista: luces suaves, velas en cada mesa y un pianista tocando melodías románticas en vivo. Todo estaba calculado para el romance… salvo porque la cita sería televisada y comentada en redes en tiempo real.

Grace llegó primero, con un vestido negro sencillo que ella misma había arreglado de segunda mano. Caminó con inseguridad entre las mesas hasta tropezar con una alfombra. Por suerte, se sostuvo de la silla antes de caer de cara.

—Bienvenida —dijo Robert, que ya la esperaba impecable en traje oscuro, copa de vino en mano. Sus labios apenas se curvaron en una sonrisa.
—Espero que no hayas visto eso —dijo Grace, tratando de hacerse la digna mientras se acomodaba en su asiento.
—Lo vi. Y probablemente lo vio todo internet.

Grace puso los ojos en blanco.

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El menú del desastre

Un camarero apareció con una sonrisa.
—¿Desean comenzar con una entrada?
—Ensalada ligera para mí —respondió Robert, con naturalidad.
—Lo mismo —dijo Grace rápidamente, pero luego añadió—: ¿Puedo cambiar la lechuga por papas fritas?

Robert arqueó una ceja.
—Eso… no es una ensalada.
—Es mi versión mejorada.

El camarero contuvo la risa, asintió y se marchó.

Mientras tanto, Grace jugueteaba con la servilleta y accidentalmente derribó su vaso de agua… directo sobre el pantalón de Robert.

—¡Dios! ¡Lo siento! —exclamó, intentando secarlo con la servilleta.
—Grace… —murmuró Robert, congelado mientras ella frotaba más de la cuenta—. Estás empeorando la situación.
—Oh, claro, ahora parece que te estoy acosando. ¡Maravilloso!

Las cámaras captaron el momento y, segundos después, los hashtags ya explotaban en redes:
#CitaAlaTormenta #SecadoExpress #WalkerEnApuros

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La conversación incómoda

Cuando por fin lograron comer algo (papas fritas incluidas), Grace se atrevió a preguntar:
—¿Por qué aceptaste estar en este reality? Claramente odias cada segundo.
Robert se tomó un momento antes de responder.
—Mi abuela.
—Ah, la abuela mágica de los sombreros imposibles.
—Exacto. Ella cree que necesito… “suavizarme”.

Grace sonrió.
—Bueno, debo admitir que tienes cara de hombre que nunca se ha reído de un buen meme.
—Me he reído.
—¿De qué?
—De un contrato mal redactado.

Grace soltó una carcajada tan fuerte que varias mesas voltearon a verla. Robert, contra todo pronóstico, sonrió también.

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El accidente final

Cuando llegó el postre, un volcán de chocolate espectacular, Grace decidió tomar una foto para “documentar la experiencia”. Se inclinó demasiado sobre la mesa, perdió el equilibrio y terminó con la cara llena de crema batida.

Robert se quedó inmóvil… hasta que le pasó discretamente la servilleta.
—Esto sí será viral.
—Perfecto, ahora me conocen como la chica sostenible y la payasa del postre.
—Podría ser peor.
—¿Cómo?
—Podrías ser aburrida.

Grace lo miró, sorprendida. Robert le sostuvo la mirada un segundo más de lo necesario. Había ironía en sus palabras, pero también un brillo distinto en los ojos.

Por primera vez, ella pensó: Tal vez este hombre no sea solo un traje caro con músculos.

Y Robert, por su parte, se descubrió preguntándose cómo alguien podía ser tan desastrosa… y tan fascinante al mismo tiempo.



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En el texto hay: millonario, chica torpe, reality show

Editado: 23.10.2025

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