Cámaras, torpezas y un beso

Entre agujas y zancadillas

El anuncio del nuevo reto llegó con luces, tambores y un presentador excesivamente emocionado:

—¡Bienvenidas al Reto Colectivo! —tronó su voz—. Hoy, en equipos, deberán crear un atuendo de gala… con materiales reciclados del set.

Los rostros de las concursantes fueron un poema. Grace abri+o los ojos ocmo una niña en una tienda de dulces.

—Esto es… ¡genial! —dijo, ya con la mente corriendo a mil por hora.

Pero no todas compartían su entusiasmo. En especial, Vanessa, la rival más deslumbrante del concurso: alta, imponente, cabello oscuro que parecía sacado de una campaña de shampoo y una actitud de “soy la estrella y ustedes mi público”.

—¿Reciclar? —dijo, arqueando una ceja—. Yo estoy aquí para hacer moda, no para reciclar basura.

La producción sonrió en silencio. Los dramas eran oro puro.

Sabotaje con estilo

Grace, por supuesto, puso el alma en el reto. Su equipo empezó a moldear una falda . Todo parecía perfecto… hasta que, a última hora, alguien (misteriosamente) dejó la plancha encendida sobre el vestido y la falda terminó con un agujero del tamaño de una pizza familiar.

—¡No! —gimió Grace—. ¡Esto no es ventilación, es un cráter!

Robert, desde el jurado, alzó una ceja.

El resultado fue un atuendo torpemente parchado . Aunque el público en vivo se rió, el jurado no lo vio con tan buenos ojos. Vanessa, en cambio, desfiló con un vestido impecable hecho de papel aluminio y retazos de mantel: sensual, atrevido y con un escote que hubiera hecho suspirar a una piedra.

—Y la ganadora es… ¡Vanessa!

Grace se desplomó sobre su silla. La recompensa era otra cita con Robert.

Cita con chispa (y mucha piel)

Vanessa apareció en la cena con un vestido rojo ajustado, caminando como si el set fuera su pasarela personal. Robert, impecable en traje negro, la recibió con un gesto cortés.

La cita fue puro contraste. Vanessa hablaba sin filtro:
—El problema de tu revista es que ya no vende aspiraciones, querido. Ahora la gente quiere influencers en pijama y tú sigues vendiendo trajes de gala.

Robert, sorprendido, entrecerró los ojos. Había arrogancia en ella, pero también un filo interesante.

Mientras tanto, en la sala común, Grace y el resto de concursantes miraban la transmisión en vivo. Amelia, desde su celular enviaba mensajes de ánimo:
No te preocupes, G. Ese hombre sonrió contigo. Con ella solo está asintiendo como si leyera un informe anual.

Grace suspiró. No sabía qué le molestaba más: el sabotaje, la cita perdida… o que Robert no apartara la mirada del vestido rojo de Vanessa.



#2492 en Novela romántica
#831 en Otros
#328 en Humor

En el texto hay: millonario, chica torpe, reality show

Editado: 23.10.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.