Grace no podía dormir.
La cita con Robert seguía repitiéndose en su mente como un bucle. No era solo una cena, ¿verdad? pensaba, apretando la almohada contra el pecho. No era solo parte del show…
Pero apenas se convencía de eso, sus propias palabras resonaban en su cabeza:
—¡Concéntrate, Grace! Esto es trabajo, ¡tu futuro en la moda depende de no enredarte con un hombre guapísimo y millonario que parece sacado de una escultura griega!
Más fácil decirlo que hacerlo.
La conspiración de Sarah Walker
Mientras tanto, Sarah, la abuela de Robert, hojeaba los recortes de prensa con aire triunfal.
—“La torpe encantadora conquista corazones en la pasarela” —leyó en voz alta, riéndose—. ¡Esto es oro puro!
Llamó de inmediato a la producción.
—Escuchen, queridos: necesito más interacciones entre mi nieto y la muchachita. Pongan retos en pareja, entrevistas cruzadas, ¡lo que sea!
—¿Está sugiriendo manipular el guion, señora Walker? —preguntó un productor, divertido.
—Querido, no lo sugiero. Lo exijo.
El milagro de la revista
En la oficina de Mode, la revista familiar de los Walker, los números hablaban por sí solos.
Las suscripciones online se habían disparado gracias a los clips virales de Robert en el reality.
—Señor Walker —le informó su editor jefe—, el último artículo sobre moda sostenible, inspirado en los comentarios de Grace, es el más leído en meses.
Robert se quedó mirando la gráfica ascendente en la pantalla.
—¿Moda sostenible? —murmuró—. Jamás pensé que ese tema interesara a nuestra audiencia.
—Bueno, parece que su… cita televisada lo cambió todo.
Robert sintió una punzada extraña en el pecho. El negocio, su gran obsesión, estaba floreciendo. Pero detrás de esa mejora estaba la imagen de Grace, hablando apasionada, sin darse cuenta de lo mucho que movía a la gente.
Grace, al límite
Esa noche, mientras las demás concursantes planeaban estrategias para el próximo reto, Grace se aisló en el jardín del set. Miraba las luces de las cámaras desde lejos y suspiraba.
—No puedo enamorarme —se dijo en voz baja—. No es parte del plan. Esto es un reality. Es… un contrato.
Pero en su corazón sabía que estaba perdida.
Y, en algún lugar del edificio de producción, la abuela Sarah ya estaba ideando “la próxima jugada” para empujar a su nieto y a la torpe encantadora un paso más cerca del altar.