Cámaras, torpezas y un beso

El corazón helado

Grace despertó esa mañana con una energía extraña, entre nervios y emoción. Había pasado la noche cosiendo hasta que sus dedos dolían, convencida de que su propuesta para el nuevo reto era la más auténtica que jamás había hecho. “Hoy sí… hoy me va a mirar distinto”, pensó, sonriendo mientras se colocaba un vestido sencillo que había cosido ella misma.

Pero lo que encontró en el estudio fue todo lo contrario.

Robert estaba allí, impecable como siempre, traje oscuro, expresión firme. Solo que algo había cambiado: sus ojos ya no la buscaban como antes. No hubo sonrisa, ni un gesto de complicidad. Apenas un asentimiento frío, como si fuera una más entre el montón.

Grace sintió el golpe en el pecho, como si alguien hubiera apagado una luz dentro de ella.

—Buenos días —saludó con una vocecita nerviosa.

—Señorita Taylor —respondió él, seco, mirando un documento.

Se mordió el labio. Esa distancia no era normal. No después de aquella noche juntos, cuando habían compartido confidencias bajo las estrellas y él había dejado de ser el CEO intocable para convertirse en un hombre con miedo, con sueños.

El juicio

El reto consistía en diseñar una prenda de gala con insumos de alta gama proporcionados por los patrocinadores. Grace, fuera de su zona de confort, había luchado con telas nuevas y brillantes que se le escurrían de las manos. Aun así, logró un vestido que, aunque sencillo, tenía la elegancia de su toque personal.

Cuando llegó el momento de la pasarela, los jurados dieron sus comentarios. Unos tímidos elogios, un par de críticas. Grace esperaba, está vez, la última palabra era de Robert, esa mirada que a veces decía más que sus frases cortantes.

Pero esta vez fue distinto.

—Su propuesta es… correcta. —Robert se acomodó el saco, sin mirarla directamente—. Aunque para este nivel de competencia, esperaba mucho más.

Grace bajó la vista. El murmullo del público fue como un zumbido insoportable en sus oídos.

La eliminación inesperada

El veredicto llegó minutos después.
—Hoy debemos despedirnos de una participante —anunció el presentador—. Y es… Grace Taylor.

Grace sintió que el mundo se le derrumbaba. Todo su esfuerzo, todos sus sueños… ¿así terminaba?

Le temblaban las manos mientras recogía sus cosas. Trató de mantenerse firme, pero las lágrimas amenazaban con salir. Al voltear, buscó a Robert entre las sombras de la producción, con la esperanza de encontrar un gesto de apoyo, de consuelo, de algo.

Pero él solo la miraba desde lejos, con el rostro inexpresivo, casi de piedra. Como si no hubiera pasado nada entre ellos. Como si nunca hubiera existido esa noche compartida.

Grace bajó la cabeza y se marchó, con el corazón hecho trizas.

El eco en la mente de Robert

En la oficina improvisada detrás del set, Robert apretó los puños hasta clavarse las uñas en las palmas. Verla marcharse había sido mucho más doloroso de lo que esperaba. Pero en su mente resonaba la voz de Vanessa: “Esa torpeza es fingida. Está con tu abuela. Se está riendo de ti.”

Se dijo a sí mismo que lo había hecho por lógica, por mantener limpio el concurso, por proteger la revista. Pero en el fondo sabía la verdad: lo había hecho porque estaba herido, porque no podía soportar la idea de que Grace lo hubiera engañado.

Y esa rabia no le dejaba ver nada más.



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En el texto hay: millonario, chica torpe, reality show

Editado: 23.10.2025

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