Las luces del set ardían como nunca antes. La cadena televisiva había echado toda la carne al asador: pantallas gigantes, alfombra roja, presentadores vestidos como si fueran a una gala de los Óscar. La revista ModeLife transmitía en vivo, convencida de que ese era el evento que los pondría otra vez en la cima.
Vanessa caminaba como reina, envuelta en un vestido que parecía diseñado para hipnotizar a las cámaras. Cada movimiento suyo destilaba sensualidad y cálculo. La otra finalista, Clara, mantenía la compostura elegante, aunque sabía que todas las miradas estaban puestas en Vanessa… y en Robert.
Robert, sentado en primera fila como CEO y jurado principal, parecía una estatua griega. Impecable, con el ceño serio, fingiendo una neutralidad que no sentía. Por dentro, la rabia y el vacío lo consumían. Grace ya no estaba allí. La había eliminado. Él la había eliminado. Y aunque todo el mundo lo celebraba como una decisión profesional, Robert sentía que había arrancado un pedazo de sí mismo.
El público gritaba, los flashes explotaban. Todo era un circo perfecto.
En otro lugar, muy lejos
Mientras tanto, en un rincón olvidado del mapa, Grace llegaba a su pueblo natal. El aire olía a pan recién horneado y a tierra húmeda después de la lluvia. Nada de hashtags, nada de trending topics, nada de cámaras. Solo las montañas al fondo y las calles tranquilas que habían visto sus primeros pasos.
Su madre la recibió con un abrazo que desarmó todas las barreras que había intentado levantar.
—Mi niña… vuelve a casa. Aquí nadie te va a pedir que seas perfecta.
Grace sonrió débilmente, pero sus ojos seguían empañados. No quería saber nada del reality, ni de la revista, ni mucho menos de Robert Walker. Su corazón todavía sangraba, y cada recuerdo de él le dolía como una aguja clavada.
Encendió su celular solo para recibir una avalancha de notificaciones. No las abrió. Lo apagó de nuevo. Decidió que no quería enterarse de cómo terminaba esa historia.
La final
De regreso en la final, los aplausos estallaban. El presentador alzó el micrófono con voz triunfal:
—¡Y la ganadora de esta temporada es… Vanessa Morgan!
Vanessa levantó los brazos, bañada en luces doradas y vítores. Se acercó a Robert, quien se levantó para felicitarla con un apretón de manos y una sonrisa tensa. Ella, por supuesto, intentó convertirlo en algo más: un beso en la mejilla demasiado cerca de sus labios, un gesto posesivo frente a las cámaras.
El público enloquecía. Las redes explotaban.
Pero Robert apenas podía escuchar nada. En su mente solo resonaba una voz suave, nerviosa y torpe, que le había cambiado la vida sin que él lo hubiera planeado. Grace.
Mientras todos celebraban, él sentía que estaba atrapado en la final equivocada.