Cámaras, torpezas y un beso

Café, tijeras y un secreto mal guardado

Grace se encontraba en la sala de reuniones de la firma, rodeada de telas, bocetos y tazas de café. Frente a ella, Alex, el chico encantador que primero le había gritado y luego había elogiado su trabajo.

—Ya es la tercera vez esta semana —rió él, señalándose el pecho—. Creo que debería empezar a cobrarte las camisas que me manchas de café.

Grace soltó una carcajada torpe, tapándose la boca.
—Más bien pensar en una taza antiderrames. Créeme, los accidentes siempre están a la orden de mi día… ya soy una experta en ellos.

Él la miró curioso.
—¿Ah, sí? No me lo creo, yo creo que solo son los que tienen que ver con el café y mis camisas. Te vi trabajar con esas tijeras y pensé que iba a salir herido, pero lo que hiciste con la tela fue increíble.

Grace se encogió de hombros, sonrojada.
—Bueno… digamos que he tenido práctica.

La puerta se abrió de golpe.
—¿Práctica en qué? —la voz de Sarah Walker resonó con fuerza, entrando con paso decidido.

Alex sonrió al verla.
—¡Abuela! —la abrazó como si llevara años sin hacerlo.

Robert apareció detrás de ella, impecable, con esa mirada glacial que hizo que Grace dejara caer la libreta que tenía entre manos.

—Robert… —susurró, paralizada.

Robert entrecerró los ojos.
—Grace.

Alex los miró a ambos, sorprendido.
—Un momento… ¿se conocen?

Grace tragó saliva, sintiendo que la sangre le hervía en las mejillas.
—Pues… sí. Es que… verás, Alex… yo participé en un reality show. Y Robert estaba allí, bueno de hecho la revista era la patrocinadora.

El silencio fue tan pesado que se escuchó el tictac del reloj de la sala.

Alex frunció el ceño.
—¿Un reality? ¿En serio? ¿Y nunca me lo dijiste?

—¡Por supuesto que no lo viste! —intervino Sarah, divertida—. Estabas perdido en ese retiro ridículo de “cero mundo digital”.

Grace aún nerviosa, pregunto.
—¿Entonces ustedes son familia?.

Robert clavó la mirada en ella ignorando su pregunta y con una mezcla de furia contenida y algo más oscuro le dijo.
—Así que preferiste fingir que no me conocías.

Grace intentó defenderse, torpe como siempre:
—No es eso… es que… con todas las vergüenzas que pasé ahí, pensé que era mejor olvidarlo.

Alex miraba a los dos, confundido, pero también intrigado.
Sarah, en cambio, sonrió satisfecha. Aquello era dinamita pura.

La verdad entre cámaras

Alex no podía quitarse de la cabeza lo que había pasado en la reunión. Grace resultaba estar conectada con Robert por un reality show del que él no sabía nada.

“¿Cómo no me enteré? Claro… estaba en ese retiro idiota, meditando con monjes y comiendo arroz sin sal”, pensó mientras buscaba en su tablet.

Tecleó el nombre del programa. En segundos, le apareció una montaña de clips, hashtags y compilaciones virales.

Con una curiosidad creciendo cada vez más, le dio play.

Lo primero que vio fue a Grace tropezando con la pasarela y cayendo en brazos de Robert, que la sostuvo como si fueran protagonistas de una comedia romántica. El público enloqueció.

—No puede ser… —Alex se llevó la mano a la boca y siguió mirando.

Otro video mostraba a Grace discutiendo con Vanessa en pleno taller, defendiendo su idea de moda circular mientras Robert la observaba con esa intensidad que él conocía muy bien en su primo: la mirada de cuando algo le importaba demasiado.

Y luego… la cita. Robert y Grace, sentados frente a frente, torpes, riendo, con silencios incómodos que hablaban más que las palabras.

Alex pausó el video. Se quedó inmóvil.
No era solo entretenimiento. Había algo real allí.

—Así que… por eso no quería hablar del show —murmuró, comprendiendo al fin.

Robert, en su tormenta

Mientras tanto, Robert caminaba por su oficina de un lado a otro. No podía borrar de su mente la imagen de Grace riendo con Alex, compartiendo secretos de los que él estaba excluido. Esa complicidad lo carcomía.

Su abuela Sarah lo observaba desde el sofá, con esa calma provocadora.
—Querido, deberías alegrarte. Alex al fin parece haber encontrado a alguien que le importa.

—No es “alguien”. ¡Es Grace! —soltó Robert, golpeando el escritorio con la mano.

Sarah arqueó una ceja.
—¿Y por qué eso te molesta tanto, si según tú, ella no era más que una concursante?

Robert no respondió. Solo apretó la mandíbula y apartó la mirada.

Alex, con una decisión en mente

Esa noche, Alex cerró la tablet. Había visto suficiente. Había visto cómo Grace, con todas sus torpezas, había transformado cada reto en un acto de valentía. Había visto cómo Robert la miraba como jamás había mirado a nadie.

Pero lo que más lo había impresionado era ella: auténtica, brillante, imposible de ignorar.

—Mañana voy a hablar con ella —dijo en voz baja, decidido.

No sabía en qué terreno se metía. Solo sabía que no podía dejar que Grace se convirtiera en una historia olvidada en un set de televisión.



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En el texto hay: millonario, chica torpe, reality show

Editado: 23.10.2025

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