Cámaras, torpezas y un beso

La decisión de Grace

El fin de semana terminó más rápido de lo que Robert hubiera querido. Había soñado con detener el tiempo, con encerrar esos dos días en una burbuja donde nada más existiera. Pero el lunes llegó con la fuerza de una ola que arrasa con todo.

Cuando llegaron al aeropuerto, Grace le dijo a Robert que tenía un viaje.

—¿Adónde vas? —preguntó Robert apenas la escucho, la preocupación asomando en sus ojos.

Grace respiró hondo, como quien prepara el corazón antes de saltar al vacío.
—Tengo una oportunidad de trabajo fuera del país. Serán dos meses.

Robert frunció el ceño, dando un paso hacia ella.
—¿Dos meses? ¿Y planeabas decírmelo así, de golpe?

Ella sostuvo la mirada, aunque dentro temblaba.
—Todo lo de este fin de semana paso muy rápido y dijimos que sólo serían dos días. No me voy porque dude de lo que pasó entre nosotros… me voy porque necesito demostrarme —y demostrarle al mundo— que puedo conseguir las cosas por mí misma.

Robert guardó silencio. Su instinto le gritaba que la retuviera, que le dijera que se quedara a su lado, que juntos podían con todo. Pero en sus ojos había un brillo de orgullo, de independencia, que no podía apagar.

—Grace… —su voz sonaba más herida que molesta—, ¿crees que no entiendo eso?

—Lo sé, Robert. Pero no quiero vivir bajo la sombra de que aproveché estar contigo para lograr mis sueños. No quiero que nadie pueda decir que mi éxito es por ser “la chica de Robert Walker”. —Su voz se quebró apenas, pero enseguida recuperó firmeza—. Si voy a brillar, será con mi luz.

Robert la miró, dividido entre la admiración y el miedo de perderla.
—¿Y qué se supone que haga yo durante esos dos meses?

Grace sonrió con ternura, apoyando su mano en su pecho.
—Esperar. Confiar. Y cuando vuelva… si todavía me quieres en tu vida, prometo que no me volveré a ir.

El celular de Grace vibro con el recordatoria de la hora de su vuelo. Grace lo abrazó con fuerza, aspirando el aroma que sabía extrañaría cada día.

—Dos días fueron tuyos —susurró en su oído—. Ahora dame dos meses para ser completamente mía.

Robert cerró los ojos, apretando los brazos en torno a ella, como si quisiera grabar su presencia en la piel. Y aunque cada fibra de su ser lo impulsaba a detenerla, la dejó ir.

Grace se alejó, sin mirar atrás, porque sabía que si lo hacía no tendría el valor de subirse al avión.

Robert la siguió con la mirada hasta perderla de vista. Solo entonces murmuró, con una mezcla de orgullo y desconsuelo:
—Ve y conquista el mundo, Grace Taylor… pero vuelve a mí.

Dos mundos, un mismo latido

Las primeras semanas lejos fueron un torbellino para Grace. La ciudad donde trabajaba vibraba con un ritmo distinto: luces que no dormían, jornadas interminables, competencia feroz. Era todo lo que había soñado y, al mismo tiempo, un peso sobre sus hombros.

Cada mañana despertaba con la sensación de que debía demostrar, a cada segundo, que merecía estar ahí. Nadie sabía de Robert, ni de los días robados en la playa; allí era solo Grace Taylor, la diseñadora nueva.

Y eso la llenaba de orgullo.

Sin embargo, cuando caía la noche y las luces de los edificios se apagaban, el silencio le hacía un hueco en el pecho. Entonces miraba el reloj: la diferencia horaria le jugaba en contra, pero nunca fallaba la notificación en su celular.

📲 Videollamada entrante – Robert Walker

—¿Otra vez con ojeras, señorita Taylor? —bromeaba él, con esa sonrisa que la derretía incluso a través de la pantalla.

—¿Y tú otra vez con corbata a medianoche? —respondía ella, tratando de sonar firme aunque el cansancio la venciera.

Él le contaba de sus días en la empresa, de cómo había rechazado invitaciones sociales que antes nunca habría considerado prescindibles. Había cambiado su agenda para hacerle espacio a ella, aunque fuera en fragmentos robados entre juntas.

Grace, aunque le había pedido distancia en un inicio, entendió pronto que Robert no invadía, acompañaba. Nunca le exigía saber más de lo que ella quisiera contar, nunca intentaba resolverle los problemas. Solo estaba ahí, recordándole con cada palabra que no estaba sola.

Durante el día, sus conversaciones se limitaban a mensajes rápidos:

📲 ¿Almorzaste ya?
📲 No olvides tu café de las 3.
📲 Hoy fue duro, pero estoy orgulloso de ti.

Y esas pequeñas frases eran el cable a tierra que necesitaba para no rendirse.

Había noches en que Grace se derrumbaba, convencida de que no podría con todo. Y Robert, con paciencia infinita, la escuchaba sin juzgar.
—Si decidiste estar ahí, es porque puedes. No dudes de eso. Yo no lo hago.

Ella sonreía entre lágrimas, porque en el fondo sabía que sin él, aquel sueño no se sentiría tan alcanzable.

Los meses pasaron entre madrugadas con videollamadas a destiempo, risas compartidas por la pantalla y mensajes que llenaban los huecos de sus días. La distancia, lejos de enfriarlos, había tejido un lazo más fuerte, hecho de confianza y paciencia.

Grace estaba creciendo, brillando con su propia luz. Y Robert, determinado, había aprendido que el verdadero poder no estaba en retener, sino en acompañar.



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En el texto hay: millonario, chica torpe, reality show

Editado: 08.11.2025

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