Después de la revelación que James había compartido con Cambell aquella noche, un silencio incómodo llenó la habitación. La llama de la vela titilaba, proyectando sombras inquietantes en las paredes.
—¿Cómo pueden hacer esto? —murmuró Cambell, rompiendo finalmente el silencio. Sus ojos azules, ahora nublados de angustia, buscaban respuestas en el rostro de James.
Él bajó la mirada, incapaz de enfrentarla directamente.
—La comunidad está preocupada, Cambell. Temen lo desconocido y creen que tu existencia podría poner en peligro nuestra forma de vida.
Cambell se levantó de su asiento y comenzó a pasearse por la habitación; su vestido celeste se movía con gracia alrededor de ella.
—Pero soy parte de esta comunidad. ¿Cómo pueden hacerme esto?
James se acercó, colocando una mano en su hombro.
—Lo sé, Cambell. Pero hay algo más que debes saber. Henry tiene información que hasta ahora no te ha revelado.
La mirada de Cambell se llenó de curiosidad y aprensión.
—¿Qué tipo de información?
James suspiró antes de hablar.
—Henry cree que tu existencia no es natural. Él piensa que hay algo... mágico en ti, algo que va más allá de lo que entendemos.
Cambell frunció el ceño, confundida.
—¿Mágico? ¿A qué se refiere?
James vaciló antes de continuar.
—No lo sé con certeza, Cambell. Pero está dispuesto a tomar medidas drásticas para mantenerlo en secreto, incluso si eso significa... alterar tu memoria.
El corazón de Cambell se encogió ante la idea.
—¿Alterar mi memoria? ¿Qué significa eso?
James le explicó cómo Henry había ideado un plan para borrar selectivamente los recuerdos de Cambell, para que ella no pudiera recordar su singularidad ni su relación con la comunidad. Era una medida desesperada, pero Henry estaba convencido de que era la única manera de proteger a todos.
El misterio que la rodeaba se volvía cada vez más complejo, y su historia de amor enfrentaba obstáculos aún más difíciles. Pero Cambell estaba decidida a descubrir la verdad detrás de su propia existencia y a tomar el control de su destino.