La ventana reflejaba parcialmente la luz de las lámparas, mientras a través de esta, se podía ver a la gente circular en la calle, fluyendo incluso horas después de haber oscurecido.
Miusela estaba perdida en sus pensamientos, mirando fijamente el reflejo de sus ojos en aquella ventana mientras su estómago estaba rígido, incluso al punto de doler un poco, su mente no dejaba de pensar en aquel niño mendigo, el pomposo noble y su cristal. Y el niño, se había vuelto gris, sus ojos negros y grandes, sin pupilas…
—¿Por qué pones esa cara, Miusela? —preguntó Patrick desde el otro lado de la habitación, apoyado en la pared como si no conociera la utilidad de los sillones.
Miusela volvió en sí, dirigió su mirada a Patrick y le dedicó una sonrisa divertida.
—Estaba pensando en comprar un título nobiliario —dijo Miusela, Patrick hizo un gesto de desconcierto —. ¿Recuerdas quién soy? ¡Exacto! La gran Miusela Vantarí, el primer espectáculo en esta ciudad será pan comido, mi avisaron que el teatro está casi lleno, así que hay que mirar a futuro Patrick, no puedes quedarte estancado Patrick.
El rostro desfigurado y confuso de Patrick divertía a Miusela, quien se terminó de girar hacia él y comenzó a avanzar en su dirección lentamente y con las manos en la espalda mientras parecía inspeccionar todo el trayecto, mirando de un lado hacia otro.
—Se me dan bien los cálculos y las letras —continuó—. Y seguro que me hago amiga rápido de varios nobles ¿No crees que me irá bien?
—Pero —Patrick hizo una pausa, como meditando lo que iba a decir —¿Estás segura?
—¿No crees que pueda? —preguntó Miusela, poniendo una fingida y precisa expresión de desilusión en su rostro.
Patrick cayó, su rostro lo delató, por lo que Miusela tuvo que hacer todo lo posible por no reír, pero Patrick ya comenzaba a sentirse culpable y Miusela lo sabía.
—No es eso, Miusela. Es solo que… seguro te iría demasiado bien, es que no sé, tu…
Miusela soltó una carcajada y Patrick se relajó solo para fruncir el ceño al darse cuenta de que jugaban con él. Miusela terminó de acercarse a Patrick a menos de medio metro de distancia, la muchacha lo observaba con su cuerpo no alineado directamente en la dirección de Patrick.
—No me interesa ser la villana de la historia, Patrick.
Patrick la miró confundido, nuevamente.
—He leído muchas historias —dijo Miusela encogiéndose de hombros—. He cantado varias canciones y he interpretado suficientes papeles para saber cómo terminaría yo de meterme en la política.
Patrick suspiró aliviado, pero se puso alerta nuevamente cuando Miusela comenzó a acercarse más a él, estaba frente a él podía ver sus ojos miel que estaban fijos sobre él, sintió unos fríos dedos sobre su muñeca, y dejó que estos dedos guiaran su mano hasta el cuello de la chica.
—Yo sería de las malas, haría lo que fuera por cumplir mis planes… y no es loco pensar que llegaría ahí ¿Quién sabe? Quizá y me termine gustando la idea…
Patrick tragó saliva mientras la intensa mirada de Miusela le comía la voluntad, encogiéndola.
¿Cómo era posible que una chica a la que le sacaba una cabeza de altura fuese tan intimidante?
Cuando volvió en si vio el rostro de Miusela, inexpresivo y ensombrecido, muerto, sus ojos habían perdido todo el brillo, algo se revolvió dentro de Patrick.
—Tu eres buena gente, te gusta ayudar, aunque a veces te hagas el duro, seguro que si aprietas lo suficiente, muchas personas ya no tendrían que morir — continuó Miusela hizo una pausa, manteniendo la mirada mientras el sudor frio recorría la frente y el cuello de Patrick —. Salvarías un par de vidas ¿Lo harás?
Patrick se echó para atrás, asustado y jadeando, miró al piso y cuando volvió la mirada sobre Miusela esta se reía a carcajadas, estuvo así unos segundos hasta que se dirigió, aún muy animada, a su habitación
—Buenas noches, Patrick.
—Pequeño demonio —susurró Patrick.