—Han pasado 3 días, Patrick, y aún no me has dicho lo fabulosa que estuve.
Miusela frunció el ceño, mientras la suave luz solar del otoño iluminaba su rostro. Estaban sentados alrededor de una pequeña mesa redonda.
—Y te he invitado —continuó Miusela apuntando a Patrick con su tenedor que sujetaba un trozo de salmón ahumado—. Un gracias por la invitación a comer, un estuviste fabulosa Miusela o quizá… ¿Sabes qué? Una carta escrita y firmada por un notificador real que certifique te arrepientes de haber dudado de mí.
Patrick tragó su comida y suspiró. Miró a Miusela fijamente por unos segundos.
—¿Y bien? —preguntó Miusela levantando una ceja—. Mira las cosas invertidas, Patrick, te invito a comer, siendo que tú eres un hombre y yo soy la chica más guapa de esta ciudad, y para colmo me tienes haciendo un monologo.
—Estaba pensando en los rumores —cortó Patrick.
Miusela ladeo la cabeza
—Creo que no supiste porque estabas muy ocupada practicando con esa gente —continuó Patrick—. Pero creo que esta ciudad no es segura y no sabía cómo decírtelo, y si, te fue bien, pero podría irte muy bien en cualquier otra ciudad.
Miusela enderezó su cabeza mientras sonreía levemente en un gesto de incredulidad.
—Patrick… ¿Desde cuándo te volviste tan críptico? ¿Quieres ser como yo?... tienes ciertamente tu encanto… pero como que asustas si te pones así.
Patrick negó con la cabeza.
—La cosa es que la guardia de Lord Erdinal, el canciller de la ciudad capturó a otras de esas criaturas. Al parecer las están cazando y si las pueden encontrar tan fácil, debe ser que hay muchas.
Miusela sintió un escalofrío.
—¿Lord Erdinal? —preguntó Miusela.
—Si, ¿recuerdas el niño que cambio su tono de piel con esa gema? El noble que dirigió ese arresto era Lord Erdinal.
Miusela miró su plato, mientras cortaba otro pedazo de Salmon en silencio, lo llevó a su boca y tras masticarlo y tragarlo, vuelve a mirar a Patrick y con una sonrisa confiada.
—Bueno ¿Monstruos? ¿No eras mi guardaespaldas para protegerme de peligros?... además, si están cazando a esos monstruos no sé, quizá sea mejor quedarnos acá ¿No?
—La verdad me incomodó un poco —dijo Patrick suspirando—. Esa criatura pudo ser un niño, y se veía como un niño, no sé si puedo quedarme quieto mientras veo que lastiman así a críos.
Miusela quita su sonrisa y su rostro se ensombrece al mirar a Patrick.
—¿Quieres jugártela por unos niños mendigos? —preguntó Miusela—. ¿Por qué? Ni siquiera sabes si son personas, si sienten. ¿Y si comen personas y esa es su treta?
—El niño estaba sacándote monedas de tu espectáculo, Miusela —dijo Patrick—. Parecía un mendigo de verdad, uno que entendía todo y buscaba formas de alimentarse.
El rostro de Miusela volvió a mostrar emoción, pero esta vez estaba algo colorada y con el ceño fruncido.
—¿Has dejado que me robara? ¡Patrick! Se supone que me proteges a mí y a mis cosas, no te pago para que hagas caridad.
Patrick suspiró.
—A veces me sorprendes Miusela, era un niño, sea o no un monstruo. Parecía mucho un niño que solo quería comer.
Miusela se levanta súbitamente y deja caer unas monedas sobre la mesa.
—Espera al mesero y págale —dijo Miusela con un tono neutral y el rostro serio—. No tengo porque soportar esto.
—¿Miusela? ¿Qué te sucede? —respondió Patrick con ambos ojos abiertos y sin entender lo que estaba sucediendo.
Miusela se abrió camino entre las otras mesas y salió del patio del restaurante. Se perdió rápidamente entre la multitud.
—Un niño —susurró Miusela— Siempre son los niños para Patrick.
Aquellos comentarios la molestaban especialmente, no era difícil entender porque Patrick empatizaba con los niños, pero lo cierto es que era desagradable. Miusela había tenido que escucharlo múltiples veces repetirle lo mismo “tú también fuiste huérfana, si Roger no te hubiera adoptado, quien sabe que hubiera sido de ti, o como habrías sido”