Cambiaformas

Capítulo 12

Miusela se sentó en la mesa de la habitación e hizo sonar una campana, se acomodo su servilleta en el cuello.

Volvió a hacer sonar la campana.

Patrick, que se encontraba en un sillón afilando su espada la observó por unos segundos, hasta que Miusela volvió a hacer sonar su campana.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Patrick—. ¿Y de donde sacaste esa campana?

—La traigo del teatro, el dueño me la dio para cuando quisiera algo, las empleadas me lo traerían —dijo Miusela elevando su mirada con una sonrisa de satisfacción—. Como puedes ver, a pesar de tu pesimismo he estado siendo una estrella, todos me aman.

Patrick arqueó una ceja, y Miusela hizo sonar la campana una vez más.

—¿Y porque la haces sonar acá? ¿Acaso piensas que alguien te traerá comida?

—Quiero un trozo de Salmón ahumado con papas cortadas en rodajas, salteadas con orégano —dijo Miusela e hizo sonar una vez más la campana, mirando a Patrick fijamente.

—¿No querrás que yo…? ¿De dónde voy a sacar eso?

Miusela miró a Patrick, y suspiró. Se sacó la servilleta del cuello, la dejó en la mesa y caminó lentamente hasta un estante, observó los libros por unos minutos.

—¡Acá está! —dijo con emoción, abrió el libro, puso rápidamente una de las ultimas hojas y miró a Patrick con una sonrisa—. Sir Edgar van Gram, primer duque de Gram y primer cabello del sagrado reino de Lovatra.

Patrick la miró con los brazos cruzados, arqueando una ceja.

Servir y vivir es lo mismo para un caballero —continuó Miusela—. Palabras de Sir Edgar van Gram, según él, el motivo de su vida fue servir a su señora, solo en la servidumbre, en el cumplimiento del deber se encuentra la verdadera vida de un caballero… el debe Patrick ¿No acordamos que tú me servirías como un caballero?

Patrick se puso rojo como un tomate y apartó la mirada.

Recuerdo el juramento que le hiciste a mi padre —continuó Miusela—. Y el que me hiciste hacer, que yo llegaría lejos y mi nombre sería tan conocido como una Reina, entonces tú me servirías como mi primer caballero. ¿Y sabes que hacen los caballeros? Servir, ahora tráeme el salmón y las papas que tengo hambre.

—Te pago Patrick —soltó Miusela con una sonrisa —. Hemos discutido nuestro trato, eres mi sirviente personal, guardia y proyector. Debes cumplir todos mis caprichos ¿Recuerdas que ese fue el trato?... Aunque podría pagarte simplemente como a un guardia…

Patrick suspiró y se levantó refunfuñando. Salió de la habitación, caminó por el pasillo, bajó las escaleras.

Si alguien sabía dónde podía encontrar algo así, era el encargado de la posada. Sin embargo, en la recepción vio un plato: Salmón ahumado con papas cortadas en rodajas.

Patrick suspiró cabreado, mientras se acercó solo para ver un papel escrito parcialmente sujeto en su lugar por el paso del plato.

“Para Miusela Vantarí”

Tomó el plato y lo subió hasta el segundo piso, a la habitación donde se hospedaban con Miusela, al llegar, la sonrisa de seguridad y satisfacción de Miusela no hacia otra cosa que causarle enojo. Por lo que dejó el plato frente a la chica y volvió al sillón.

—Gracias, querido esbirro —dijo Miusela tomando los cubiertos y cortando un trozo de salmón para luego echárselo a la boca.

Patrick la observó fijamente, pero Miusela no se inmutaba.

—Pienso que eres muy afortunado —dijo Miusela al cabo de unos minutos, limpiándose la boca con la servilleta que tenía en el cuello.

—¿Y eso por?

—Tener la dicha de observarme así, sin que te eche a mi matón. Hasta yo desearía poder hacerlo.

Patrick relajó el cuerpo, dejando caer los brazos y poniendo los ojos en blanco, luego se fue de vuelta al sillón.

—Hay todo un desastre en la ciudad, Miusela ¿Y tu te preocupas del salmón de la apariencia?

—Lo dices como si fuera más importante que yo —dijo Miusela levantando una mano a la altura de su cara y moviendo el dedo índice de un lado a otro —. No veo que tanto alboroto haces ¿Se murió alguien? Bueno se muere gente todos los días ¿Hay criminales? El valeroso Lord Erdinal y sus esbirros de la justicia solucionarán el problema a costa de sus vidas. Yo debo seguir siendo maravillosa

Patrick suspiró.

—No lo entiendes —dijo Miusela—. Cada uno tiene su rol en la vida, y el mío es inspirar los corazones de quienes van a morir mañana, de quienes tienen que tomar decisiones difíciles. Luego de verme la gente tendrá el espíritu limpio, luego de oírme la paz les permitirá elegir el camino correcto.

—Miusela, deberíamos irnos de la ciudad.

Miusela arqueó una ceja.

—Es peligroso, nadie sabe que pasó. Supe que los criminales más peligrosos, los que estaban en la prisión subterránea han escapado. Un guardia traicionó a los suyos, mato a sus compañeros y liberó a todos. Lo fueron a buscar a su casa y encontraron bastante oro… escuché que su madre que solo vivía con el se terminó matando.

Miusela frunció el ceño, suspiró y se levantó.

—Voy a dar un paseo, voy sola.

—¿Pero que mierda te pasa? ¿Me escuchaste? Además, termina tu maldita comida —gritó Patrick, tras unos segundos de estar en silencio con la mirada fija y seria de Miusela sobre él, bajó el tono de voz y continuó—. No deberíamos salir, la ciudad está vuelta un caos.

—No te preocupes, voy sola.

Miusela caminó hasta su habitación, sacó un bolso de debajo de su cama y se lo colgó, se puso su capucha morado oscuro y se dirigió hasta la puerta. Patrick se levantó de golpe, pero se detuvo cuando Miusela lo miró fijamente.

—Voy sola, me haces perder el apetito, Patrick. Además, imagino que tenían a ese niño monstruo ahí, seguro que está libre ahora, así que ponte contento que no todo es tan malo, para ti… No me sigas.

—Esto es una locura —espetó Patrick—. Espera que lleve mi espada y…

—Te lo dije, voy sola. Roger me enseñó a defenderme ¿Recuerdas cuando eras un mocoso que se creía el más fuerte del pueblo y Roger te tumbo en el piso sin problema?




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