Cambiaformas

Capítulo 17.

Caminar con esa compresa en el abdomen era incomodo a más no poder, pero al menos, ya había parado de sangrar. Miusela llevaba sus dagas y venenos como siempre bajo la capucha, pero nunca se había sentido tan vulnerable, si alguien intentaba asaltarla, secuestrarla o hacerle cualquier cosa, ella probablemente no solo no podría defenderse, sino que moriría en el momento.

Eligió con cuidado la hora para salir del refugio, mucha gente y un empujón podría exponer su herida, muy poca gente y estaría demasiado expuesta ante los criminales, ella lo sabía ya, la gente que camina enferma y débil se nota con facilidad, se obligó a caminar erguida, aguantando el dolor, pero cuidando de no forzar demasiado la herida.

La gente de Lorbides parecía no hacerle caso, eso era bueno, pero cada vez que pasaba cerca de un callejón o miraba de re-ojo, tensa.

—Señorita —escuchó tras de ella.

Se volteó lentamente.

Era un niño cargando periódicos en un cesto en su espalda.

—¿Quiere saber las noticias del día? Solo 2 piezas de plata.

Miusela no pudo evitar esbozar una sonrisa, sin embargo ¿Sería prudente mostrar que tenía dinero? Negó para si misma, estaba siendo demasiado paranoica, sacó dos monedas de plata y se las entregó, luego extendió la mano.

—Hoy me vendría bien un poco de lectura —dijo con una sonrisa amable —. Saber que pasa en esta ciudad tan grande por uno mismo parece difícil.

El niño asintió y le entregó el periódico.

—No vaya para la derecha —susurró el niño —. Allá siempre se ponen los malos, pero no le diga que yo le dije.

Y se fue corriendo.

Miusela sonrió para sí misma, había estado natural, ese niño debía ser muy inteligente y perceptivo, suponía que por eso podía ir por ahí vendiendo periódicos sin mucho riesgo, un niño es una presa fácil. Su camino iba por la derecha, meditó un poco y decidió confiar en el niño, con un cosquilleo incomodo en su abdomen se obligó a ir por el camino largo.

Al llegar a la posada subió y abrió la puerta de su habitación y sintió una mezcla entre alivio y frustración, sintió como una lagrima se le escapó; Patrick no estaba, no iba a tener que explicarle nada, pero Patrick no estaba, sabía que en menos de una hora el valor de contarle la verdad y pedirle ayuda iba a desaparecer, pero después de todo ¿Iba realmente a meter a Patrick en su peligroso plan? ¿No era mejor despedirlo para que no tuviera que verse obligado a elegir entre su lealtad y su honor? Considerando todo lo que se venía…

Entonces tocaron la puerta.

—Señorita Miusela, abra por favor, es importante —. Era la voz del dueño de la posada.

Más molestias.

Miusela se obligó a sonreír y abrió la puerta.

—Vaya ¿A que debo el honor? Si tengo admiradores —dijo con tono divertido —. Por favor dígales que no acepto visitas, que los aprecio mucho pero que, pero que mi guardia es peligroso cuando la gente se me acerca.

Entonces vio que el rostro del dueño no esbozaba una sonrisa, sino que sus cuarenta años ahora parecían cincuenta.

—La están buscando —repitió —. Y no puedo decirles que no, por favor, no haga que entren.

Miusela asintió mientras comprobó sus viales y dagas

Miusela tuvo que pasar por esas tortuosas escaleras nuevamente, el abdomen iba a empezar a botar sangre como una fuente, se paralizó un momento al ver dos guardias, y no parecían ser cualquier persona, sino que sus capas e Insignias parecía que eran más que guardias. Se obligó a actuar normal.

—Caballeros —dijo Miusela —. Deben decir a su noble señor que Miusela Vantarí no ofrece servicios privados de ningún tipo.

—El gran lord Erdinal no contrata tales servicios, niña —dijo un guardia molesto, casi instintivo.

El compañero, que debía tener treinta y pocos, por las pocas arrugas en su frente y mejillas, lo detuvo y comenzó a hablar él:

—Tenemos ordenes de, por su seguridad llevarla con nosotros, no puedo dar más detalles —dijo el escolta —. Por favor, copere para que sea más fácil para todo.

Miusela levantó una ceja, fingiendo confusión, sin embargo, su corazón latía a mil por hora ¿La habrían descubierto? Hace apenas un día había intentado matar a ese viejo de mierda de Erdinal ¿Tan bueno eran sus espías? ¿Pero porque no la apresaban simplemente?

—Jovencita —dijo el primer guardia, todavía con rostro molesto —. No ponga problemas, solo acompañenos, prometemos por el honor de nuestro señor que nuestra misión está en su beneficio.

Miusela no pudo evitar sonreír divertida “¿Nuestra misión está en su beneficio?” ¿Qué era eso? ¿El guion de una obra de teatro de un circo de cuarta? Era evidente que el rostro del hombre no se condecía con sus palabras, sin embargo, su compañero parecía más cordial.

—¿Tengo opción? —preguntó Miusela.

—No, mi señora —dijo el primer guardia.

Miusela vio como la expresión del guardia iracundo se relajaba con la pregunta de Miusela que denotaba cierta docilidad.

—¡Entonces me dices que debo ir contra mi voluntad a los aposentos, a los aposentos de un señor noble sin mayores explicaciones! —dijo Miusela en voz alta, captando la atención de todos los que estaban en el comedor y la sala de recepción —. ¡No sabía que Lord Erdinal fuera así!




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