Cambiar el pasado

CAPÍTULO VII

El reloj que había encontrado seguía en mis manos, como un peso muerto. No podía dejar de mirarlo, como si de alguna manera me llamara a desentrañar el misterio que guardaba. El cristal vacío parecía burlarse de mí, vació de propósito, pero cargado de significado. ¿Por qué no tenía manecillas? ¿Qué significaba realmente este reloj? ¿Por qué Elena lo había dejado para mí?

La atmósfera en la biblioteca parecía más opresiva, más oscura, como si las paredes mismas supieran lo que estaba ocurriendo. Los pasillos, antes familiares, ahora me resultaban inquietantes. Me sentía observado, como si algo o alguien estuviera al acecho, esperando el momento exacto para actuar. Y lo peor de todo: yo no sabía qué esperar de mí mismo.

Elena estaba parada frente a mí, esperando que dijera algo. Sus ojos, aunque fríos, parecían entender mucho más de lo que yo podía comprender. Era como si ella estuviera al tanto de lo que me ocurría, pero había algo en su mirada que me decía que no estaba dispuesta a darme todas las respuestas.

—Tienes que entender que el tiempo no es un simple flujo lineal —dijo con voz baja, pero firme—. Cada vez que alteras algo, no solo cambian los eventos, cambia la percepción de todo lo que te rodea. Y el peor error que puedes cometer es no ser consciente de ello.

Su voz resonaba en mi cabeza, pero el concepto que trataba de transmitir seguía deslizándose fuera de mi alcance. La idea de alterar el tiempo, de cambiar el pasado... ¿qué implicaba realmente? Sabía que no podía deshacer lo que había hecho, pero, ¿hasta dónde podría llegar? ¿Qué sería lo siguiente? Estaba jugando con fuego, y ni siquiera sabía cómo detenerme.

Elena suspiró y se acercó un poco más, como si lo que estaba a punto de decirme fuera una advertencia.

—La caja que encontraste, el reloj... todo esto no es casual. El reloj representa lo que has perdido, pero también lo que has ganado. ¿Sabías que al cambiar un solo evento, podrías estar afectando la esencia de lo que eres? ¿Cómo sabrás qué parte de ti mismo estás dispuesto a sacrificar para obtener lo que deseas?

Esas palabras me golpearon con fuerza. No se refería solo al pasado que había alterado. No, se refería a mí, a lo que yo era, a lo que podría llegar a ser. ¿Cómo podía elegir qué cambiar sin saber cómo eso podría transformarme a mí mismo?

Mi mente era un caos, pero había algo dentro de mí que no podía ignorar: la necesidad de continuar, de seguir buscando respuestas, de entender lo que me había empujado a tomar esta decisión irreversible.

—¿Por qué me estás diciendo todo esto ahora? —pregunté, mi voz llena de incertidumbre.

Elena me miró fijamente, sin prisa por contestar, como si estuviera midiendo cada palabra que estaba a punto de pronunciar.

—Porque estás cerca de cruzar una línea que no tiene retorno —dijo con una calma inquietante—. Y si sigues adelante, no solo perderás lo que más amas, sino que tu propia existencia podría desmoronarse.

Su advertencia me hizo estremecer. Era como si cada palabra pesara toneladas, pero a la vez, sentí que una parte de mí ya había cruzado esa línea. Había cambiado algo, había alterado algo en el pasado, y ahora no sabía si podría regresar.

El teléfono en mi bolsillo vibró, interrumpiendo el tenso silencio que se había formado. Lo saqué rápidamente y miré la pantalla: un mensaje de mi hermana, Aitana.

"Luca, algo raro está pasando. Acabo de recibir noticias sobre algo... no sé cómo explicarlo, pero creo que hay algo que cambió en el pasado. No sé si tiene que ver contigo, pero te lo tenía que contar."

La sensación de miedo creció dentro de mí. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Cómo podría Aitana saber algo sobre lo que había hecho?

Elena observó mi rostro, y sin que yo dijera una palabra, ya sabía lo que estaba pensando.

—Es hora de que tomes decisiones —dijo, su tono grave—. Pero recuerda, no hay marcha atrás. Lo que estás a punto de descubrir podría cambiar tu vida, pero no de la forma que esperas.

Tomé el teléfono con manos temblorosas y contesté rápidamente, sin pensarlo demasiado.

—¿Aitana? ¿Qué sabes? —pregunté, la ansiedad filtrándose en mi voz.

Su respuesta llegó con una calma que no se correspondía con la gravedad de lo que acababa de escuchar.

—Luca, no te asustes, pero parece que alguien ha comenzado a notar cambios. Cosas que no deberían haber sucedido, y ahora la historia está cambiando. Yo... yo lo noté primero, pero pensé que tal vez solo era mi imaginación. Hasta que recibí un mensaje de alguien que decía lo mismo.

Mi mente comenzó a arder. No podía ser posible. ¿Qué había hecho? ¿Qué estaba pasando con la historia? ¿Cómo podía Aitana saber esto? Ella no tenía idea de lo que había alterado. O al menos eso pensaba. Pero al escucharla, sentí que había algo más detrás de sus palabras. Algo que no estaba dispuesto a entender, pero que necesitaba.

—¿Qué tipo de cambios? —pregunté, apenas reconociendo mi propia voz.

Aitana no contestó de inmediato. Cuando lo hizo, su tono era más sombrío.

—No lo sé, Luca. No sé qué está pasando, pero todo esto tiene que ver contigo, estoy segura. Cuidado con lo que haces.

La llamada se cortó, y un sentimiento de inquietud se apoderó de mí. ¿Qué significaba todo esto? ¿Qué había hecho yo?

Elena estaba esperando, observando cada uno de mis movimientos, como si supiera lo que iba a hacer antes de que yo mismo lo supiera.

—Tienes que enfrentarlo —dijo, sus palabras como un eco dentro de mi mente. Y sabía que tenía razón.

Mi destino ya estaba sellado. No podía detenerme, no podía retroceder. Las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar, pero lo que se revelaba ante mis ojos no era algo que estaba preparado para enfrentar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.