Cambiar el pasado

CAPÍTULO IX

El día amaneció gris, y el aire parecía más denso de lo habitual. Mi mente seguía atrapada en la confusión de los últimos días, sin poder escapar de las consecuencias de mis decisiones. El reloj que descansaba sobre la mesa seguía mirándome, desafiándome a comprender lo que había comenzado. El miedo se volvía una constante, pero aún así no podía parar. Algo dentro de mí me decía que debía continuar, que debía buscar la verdad, aunque sabía que las sombras de lo desconocido me acechaban desde todos los ángulos.

Mientras me preparaba para salir, revisé mi teléfono. Aitana no había contestado. Elena había insistido en que ya era demasiado tarde, pero yo no entendía por qué. Al parecer, la situación se volvía más compleja con cada mensaje que recibía. ¿Por qué me decían que ya no podía detenerme? ¿Qué había pasado con el poder que ahora tenía entre mis manos? ¿Por qué el tiempo mismo parecía retorcerse bajo mi voluntad?

El aire frío me golpeó en la cara cuando salí al exterior. La ciudad estaba tranquila, casi demasiado tranquila, como si fuera ajena al caos que estaba por desatarse. Las calles, usualmente bulliciosas a estas horas, estaban vacías. Ni un alma se veía a lo lejos. Caminé sin rumbo fijo, buscando respuestas en los mismos rincones donde todo había comenzado.

Me dirigí a la biblioteca, aunque no tenía idea de qué esperaba encontrar allí. No sabía si aún quedaba algo en esos antiguos estantes que pudiera ayudarme a comprender lo que estaba ocurriendo. La biblioteca había sido mi refugio, pero ahora se había convertido en un lugar extraño, distante. Los pasillos se sentían más oscuros, como si la propia historia que albergaba comenzara a desvanecerse.

El sonido de mis pasos resonó en el silencio mientras avanzaba. Nada parecía real. Ni siquiera el polvo de los libros parecía ser el mismo. Mi corazón latía con fuerza. ¿Qué había hecho mal? ¿Cómo había llegado hasta aquí? No tenía respuestas, solo preguntas. Y, sin embargo, no podía detenerme. El reloj seguía siendo un enigma, pero también mi único camino hacia la comprensión.

Al llegar a la sección de historia, mis manos se posaron sobre un libro en particular. Era uno que había leído hace años, una obra sobre la peste negra. Mi interés por la historia de la plaga había comenzado mucho antes de que el reloj llegara a mi vida, y por alguna razón, sentí que debía volver a él. Algo me decía que este era el principio de todo, el momento en el que todo comenzó a desmoronarse.

Abrí el libro y empecé a leer las primeras páginas. Las palabras parecían cobrar vida mientras las leía, pero al mismo tiempo, todo me resultaba ajeno, distorsionado. Algo había cambiado en esas páginas. La forma en que los hechos se sucedían no era la misma. Ya no podía confiar en lo que veía, ni en lo que leía. El pasado se había alterado de una manera que no podía comprender.

Fue entonces cuando lo entendí: el reloj no solo tenía el poder de alterar eventos pasados, sino que también estaba cambiando la percepción de esos eventos. Las historias ya no eran lo que creía que eran. La memoria de la humanidad estaba siendo trastornada, desvanecida, como si nunca hubiera existido. No solo estaba alterando hechos, sino también la forma en que los recordábamos.

La biblioteca comenzó a desvanecerse, las estanterías se torcían, los libros desaparecían ante mis ojos, dejando solo una sensación de vacío. Estaba perdiendo el control. Sentí la necesidad de salir, de escapar, pero el reloj en mi muñeca me mantenía atado. No podía deshacer lo que había hecho, pero tampoco sabía cómo seguir.

Salí corriendo de la biblioteca, sin un destino claro, pero con una sensación de desesperación que nunca antes había experimentado. ¿Qué había sido real? ¿Qué había cambiado? Mi mente daba vueltas y vueltas, buscando algo a lo que aferrarse, pero todo parecía desmoronarse a mi alrededor.

A lo lejos, vi una figura familiar. Elena. Su rostro estaba imperturbable, pero había algo en sus ojos que me heló la sangre. No era la misma persona que había conocido. Había algo oscuro en ella, algo que no comprendía. Caminó hacia mí sin decir una palabra, pero en su mirada había una advertencia silenciosa, como si me estuviera diciendo que todo lo que había hecho había sido en vano.

"¿Qué has hecho, Luca?" su voz fue un susurro, pero la intensidad de sus palabras me atravesó como un cuchillo.

"Yo... no sé... no sé cómo parar esto," respondí, con la voz entrecortada.

Elena no dijo nada durante unos segundos. Simplemente me observó, como si estuviera evaluando algo que no podía comprender. Finalmente, habló, pero sus palabras no eran las que esperaba.

"Lo que has hecho es irreversible. No hay vuelta atrás. La historia está cambiando, pero no es solo el pasado lo que está en juego. Es todo lo que conocemos. No te das cuenta de lo que has desatado, Luca."

El pánico comenzó a apoderarse de mí nuevamente. No podía procesar lo que acababa de escuchar. ¿Qué significaba todo eso? ¿Había realmente alterado la realidad de una manera que no podía controlar? ¿Estaba mi vida, mi mundo, en peligro de desaparecer?

Elena dio un paso atrás, y antes de que pudiera preguntarle algo más, desapareció en la niebla que comenzaba a formarse en la calle. No había rastro de ella. Solo quedaba el eco de su voz en mi mente, repitiendo esas mismas palabras una y otra vez. "La historia está cambiando."

Me quedé allí, mirando el vacío donde había estado Elena. ¿Qué había hecho? ¿Qué había liberado?

La sensación de impotencia se apoderó de mí. No sabía qué hacer, pero lo único que sabía con certeza era que ya no podía detenerme. El reloj seguía siendo mi única guía. Y el tiempo... el tiempo ya no era lo que había sido.




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