El silencio que siguió a la desaparición de Elena era ensordecedor. Me quedé inmóvil, el viento helado golpeando mi rostro, pero mi cuerpo no reaccionaba. El miedo, la confusión, y la sensación de que todo se estaba desmoronando se apoderaron de mí por completo. No sabía qué hacer ni por dónde empezar. Todo lo que había hecho hasta ahora parecía haber conducido a un punto de no retorno.
El reloj en mi muñeca seguía funcionando, como si nada hubiera cambiado, pero yo sabía que todo lo que me rodeaba ya no era lo que había sido. Cada paso que daba me alejaba más de la realidad que conocía, y cada segundo parecía pesarse con el mismo peso de una condena inminente.
Las calles vacías me miraban con una quietud inquietante. Ni siquiera los edificios parecían ser los mismos. El aire estaba más denso, como si el mundo entero estuviera reteniendo el aliento, esperando algo que aún no sabía qué era. ¿Había alterado tanto la historia que ahora el mundo entero estaba a punto de derrumbarse? Las palabras de Elena resonaban en mi mente: "La historia está cambiando."
¿Cómo podía haber llegado a este punto? Solo unas semanas atrás, todo parecía tan normal. Había comenzado con un simple reloj, un simple deseo de corregir un error del pasado, de cambiar un suceso que siempre me había marcado. Pero ahora... ahora todo estaba fuera de control. Ya no solo alteraba el pasado. La realidad misma se desintegraba con cada intento de corregirla.
Un escalofrío recorrió mi columna vertebral al recordar cómo la biblioteca se había desvanecido ante mis ojos. Los libros, los estantes, el lugar que tanto había amado… todo se había transformado en polvo, en fragmentos de una memoria rota. ¿Qué clase de poder había desatado?
Empecé a caminar sin rumbo fijo, mis pasos rápidos y agitados, mientras intentaba ordenar mis pensamientos. Quería encontrar a Aitana, a Elena, a cualquiera que pudiera darme respuestas. Pero la ciudad seguía desierta, como si todos hubieran desaparecido. Era como si el mundo entero estuviera siendo borrado de a poco, como una hoja de papel arrugada que alguien está dispuesto a tirar al fuego.
Fue entonces cuando la vi.
Aitana estaba en la esquina de una calle, en el umbral de una vieja tienda cerrada. Su rostro estaba serio, tan serio que me hizo dudar por un momento de que fuera ella. En sus ojos no había ni rastro de la persona que había conocido. Se acercó lentamente, y yo no supe si dar un paso atrás o acercarme más. Había algo extraño en su presencia, como si no estuviera completamente allí, como si formara parte de este mundo y al mismo tiempo no lo hiciera.
"No sé qué estás haciendo, Luca", dijo, su voz fría y distante.
"Yo... no sé qué está pasando. ¿Por qué me dicen que lo he cambiado todo? ¿Por qué todo está... desapareciendo?", respondí, mi voz temblando.
Aitana me miró sin emociones. "Porque lo has hecho. Has alterado más que el pasado. Has tocado las bases mismas de nuestra realidad. No solo has cambiado lo que ocurrió, has afectado cómo se recuerda, cómo se vive. Cada vez que corriges algo, algo más se desvanece. Algo que no puedes ver, pero que lo sientes en lo más profundo."
Mis piernas temblaron. ¿Qué significaba eso? ¿Qué había hecho? ¿Qué había desatado con cada cambio? La historia, las memorias, ¿todo estaba desmoronándose porque yo había decidido intentar cambiar algo tan lejano en el tiempo?
"Elena me dijo algo similar", murmuré. "Que ya no había vuelta atrás. ¿Eso es cierto? ¿Es todo irreversible?"
Aitana asintió lentamente. "Lo es. Has cruzado un límite, Luca. No puedes volver a la normalidad. No puedes restaurar lo que era antes. Ahora solo tienes que lidiar con las consecuencias."
Mi mente era un torbellino. Sentí como si me estuviera ahogando en un mar de dudas. ¿Qué debía hacer ahora? ¿Qué quedaba por hacer cuando el único hilo con el que te aferrabas era el que habías cortado sin querer?
"Entonces, ¿qué se supone que debo hacer?", pregunté con desesperación. "¿Qué hago con el reloj? ¿Lo destruyo? ¿Qué pasa si lo hago?"
Aitana se acercó más, casi susurrando. "No lo destruíste, Luca. Lo que hiciste fue mucho más... sutil. Lo que alteraste no es el objeto, sino lo que representa. El reloj no es solo un artefacto. Es un puente entre mundos. Y cada vez que lo usas, entrelazas algo de ese otro mundo con el nuestro."
"¿Otro mundo?", repetí, incapaz de comprender por completo.
"Sí", dijo, su voz más baja ahora. "Un mundo donde las cosas no son como las conocemos. Un mundo que ya no existe aquí, pero que tú estás creando, paso a paso. Cada vez que lo usas, el tejido de este mundo se hace más delgado. Y no solo eso. Cada vez que intervienes, los recuerdos de todos los que te rodean también cambian. Pero no de una manera clara. Es... difusa. Se desvanecen, sin que nadie se dé cuenta, como si nunca hubieran estado allí. Los otros mundos no son tan fáciles de ver, pero están cambiando. Los fragmentos de esa historia están ocupando los huecos de lo que conocemos."
"Entonces... ¿ya no hay forma de detenerlo?", pregunté, mi voz casi ahogada.
Aitana no dijo nada al principio. Simplemente me miró, sus ojos vacíos como si me estuviera observando desde otro tiempo, desde otro lugar.
"No sé", respondió finalmente. "Pero si sigues, Luca, vas a perder más que solo el control de la historia."
Un sudor frío recorrió mi frente. Mi respiración se aceleró. La sensación de estar atrapado, de haber cruzado una línea sin retorno, me inundó. El reloj seguía en mi muñeca, pero ya no era el mismo. Ya no solo marcaba el tiempo. Ahora era un recordatorio constante de lo que había hecho, de lo que podría destruir.
"Solo... ten cuidado", añadió Aitana, antes de dar un paso atrás, desvaneciéndose en la niebla de la ciudad vacía.
El reloj marcaba la hora, pero no importaba. El tiempo ya no era lo que había sido.