Cambiar el pasado

CAPÍTULO XI

Desperté con la sensación de que todo se desmoronaba, como si el suelo debajo de mí estuviera cediendo. El recuerdo de la conversación con Aitana todavía me retumbaba en la cabeza. El tiempo, los recuerdos, la historia... todo se había convertido en un caos indescriptible que no sabía cómo manejar. ¿Qué había hecho? ¿Qué estaba haciendo? La imagen de Elena desvaneciéndose en el aire seguía grabada en mi mente, como si la hubiera visto a través de una niebla espesa e impenetrable.

Me levanté de la cama con la sensación de estar atrapado en un sueño, en un mal sueño del que no podía despertar. Miré el reloj, ese maldito reloj, que ahora parecía ser la causa de todos mis problemas. Lo tenía en la muñeca, como un recordatorio constante de lo que había hecho. No era solo un objeto. Era un peso, un vínculo con algo mucho más grande y oscuro que yo. Algo que no podía comprender, pero que sentía que estaba moldeando mi vida de formas que no podía prever.

Me dirigí hacia la ventana, buscando algo que me diera un poco de claridad. La ciudad seguía allí, pero algo estaba mal. Las calles parecían más vacías, los edificios más altos de lo que recordaba. Los rostros de las personas, cuando logré ver a algunos a lo lejos, no eran los mismos. Algo había cambiado. Algo dentro de mí había alterado más que solo los recuerdos de los demás. Había cambiado la propia estructura de la realidad.

Me vestí rápidamente y salí de mi departamento. Cada paso que daba me llevaba más lejos de lo que había conocido, y aunque sabía que debía encontrar a Elena y entender lo que había sucedido, algo me retenía. Una fuerza invisible me empujaba hacia la ciudad, hacia un lugar del que no podía escapar.

Al salir a la calle, la ciudad me recibió con un aire frío que parecía calar hasta los huesos. El viento soplaba con fuerza, y las sombras de los edificios se alargaban como si fueran presencias propias, observándome, esperando a que cometiera otro error. La sensación de que algo más estaba a punto de suceder me apretaba el pecho.

Me dirigí al único lugar en el que sabía que podía encontrar respuestas: la biblioteca. Pero algo en mi interior me decía que no sería como la recordaba. Sabía que las cosas habían cambiado, que todo lo que había conocido estaba en peligro, pero aún necesitaba buscar algo que me ayudara a comprender el alcance de lo que había hecho. El reloj seguía ahí, como un faro en mi muñeca, recordándome que estaba caminando por un camino sin regreso.

Cuando llegué, la puerta de la biblioteca estaba entreabierta. No era algo habitual, pero en este mundo que se desmoronaba, las reglas de lo común parecían ya no aplicarse. Empujé la puerta con cautela y entré.

La biblioteca era un lugar que siempre me había proporcionado consuelo. Las estanterías llenas de libros eran mi refugio, el único lugar donde las cosas parecían tener sentido. Pero ahora, al entrar, el ambiente estaba cargado de algo extraño. El aire estaba denso, como si el tiempo en ese lugar se hubiera detenido, pero también se sentía enrarecido, distorsionado. Los libros, que siempre me habían brindado respuestas, ahora parecían vacíos, desprovistos de significado.

Caminé entre las estanterías, buscando algo que pudiera explicarme lo que estaba sucediendo. Pero cuanto más miraba, más me daba cuenta de que los títulos no eran los que recordaba. Los libros se habían alterado, y las palabras dentro de ellos parecían tener un sabor extraño, como si fueran meros ecos de lo que alguna vez fueron.

Una figura apareció al final del pasillo. Me quedé paralizado al verla. Era Elena, pero no como la recordaba. Su rostro estaba distinto, más serio, más distante. No se parecía a la mujer que había conocido. En sus ojos había una frialdad que nunca había visto antes.

"Elena..." susurré, como si fuera a despertar de un sueño. "¿Qué está pasando? ¿Por qué todo está cambiando?"

Ella no respondió de inmediato. Se acercó lentamente, como si estuviera pesando cada palabra. Finalmente, habló, y su voz era un susurro que helaba el aire.

"No soy ella", dijo, y mis piernas flaquearon ante la revelación. "No soy la Elena que conoces. Soy solo una sombra, una parte de lo que fue."

"¿Una sombra?", repetí, sin poder creer lo que estaba oyendo. "¿Qué estás diciendo? ¿Qué te ha pasado?"

"Lo que has hecho, Luca. Lo que has cambiado. Has tocado algo que no deberías haber tocado. Cada vez que manipulas el pasado, cada vez que alteras lo que ocurrió, el futuro cambia también. Pero no solo eso. Los recuerdos cambian, las personas cambian. Y ahora, yo también estoy cambiando. Estoy desapareciendo."

Un escalofrío recorrió mi espalda. "¿Desapareciendo? ¿Cómo? ¿Por qué?"

"Porque todo lo que conoces está siendo reemplazado. El tiempo que creías que controlabas, Luca, es un engaño. La historia, los recuerdos, las personas, se están desvaneciendo como si nunca hubieran existido. Y no puedes salvarnos."

Mis manos temblaban. El reloj en mi muñeca comenzó a palpitar, como si fuera consciente de lo que estaba ocurriendo. Los recuerdos de Elena, las conversaciones que habíamos tenido, todo eso comenzaba a desvanecerse, como si nunca hubieran formado parte de mi vida.

"Pero no puedo parar. No puedo dejar de cambiarlo", murmuré, sin saber si me hablaba a mí mismo o a ella. "Necesito arreglarlo. Necesito que las cosas vuelvan a ser como antes."

"Eso es lo que no entiendes", dijo Elena, su voz vacía de emoción. "Ya no hay vuelta atrás. El daño está hecho. Y si sigues, vas a destruirlo todo, Luca. A nosotros, al mundo, a la historia misma."

"Entonces, ¿qué hago?", pregunté, desesperado. "¿Qué debo hacer para detenerlo?"

Elena me miró fijamente, y por un momento, vi en sus ojos la misma desesperación que sentía en mi pecho. "Lo único que puedes hacer ahora es aceptar lo que has hecho. Y esperar... esperar a que todo se desmorone por completo."

Antes de que pudiera decir algo más, Elena desapareció, disolviéndose en el aire, como si nunca hubiera estado allí. Y yo, completamente solo, me quedé en medio de la biblioteca, con el reloj aún palpitando en mi muñeca y el peso de la culpa sobre mis hombros




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