Nadie recuerda su nombre.
En los registros, no hay rastros.
En las fotos antiguas, su rostro es una sombra borrosa.
En la memoria del mundo, es como si jamás hubiera existido.
Y sin embargo…
Cada tanto, en el silencio polvoriento de alguna biblioteca olvidada, una hoja suelta cae de entre las páginas.
Una hoja sin fecha, sin firma, solo con una frase escrita a mano:
“Volvería a hacerlo. Incluso sabiendo el precio.”
Emma camina por la calle, entre la multitud.
Tiene una vida tranquila.
Sus padres están vivos.
Nunca hubo peste.
Nunca hubo guerra.
Pero a veces, en la penumbra del sueño, ve un rostro que no puede recordar.
Unos ojos que la miran con desesperación.
Y un grito que atraviesa el sueño justo antes de despertar:
“¡Emma, no me dejes olvidar!”
Ella despierta jadeando, las lágrimas secándole el rostro, sin saber por qué.
Y sigue con su vida.
Como todos.
Mientras, en algún rincón del tiempo —en alguna rendija entre los segundos—, el eco de una existencia borrada susurra aún su nombre.
Luca Morel.
El hombre que lo dio todo…
Para que nadie supiera que alguna vez estuvo allí.