—Buenas noches a todos. Hoy estamos reunidos por dos razones. Hoy se cumple seis años de su muerte, nuestro jefe anterior, Riccardo Lombardi, y también porque hoy se cumple seis años de que estoy al mando. Sé que estamos pasando por un mal momento, nuestros enemigos se nos acercan y nosotros hacemos lo que podemos para que no se salgan con la suya. Les prometo que pronto nos sacaremos ese peso. Vengo diciendo esto hace tiempo atrás, pero esto va enserio —hago una pausa y cambio el tema para no seguir preocupando—. Los últimos dos negocios que hicimos han salido muy bien, capaz con un pequeño problema que ya se solucionó, pero estamos mejor, gracias a eso estamos de vuelta aquí. Quiero agradecer a todos lo que siguen conmigo y los que me apoyan, son de buena ayuda. Gracias.
Todos aplauden y hacen una inclinación mostrando su respeto hacia mí.
Voy a sentarme en la mesa principal. Muchos se levantan y van a saludar a otros y también conversan. Están alegres porque volvimos a Italia. Y eso, levanta mi ánimo y esperanzas.
—Que buen ambiente se siente —dice sonriente Clear, sus ojos la traicionan, le duele aún lo sucedido.
—Muy bueno.
—¿Qué harás con la propuesta?
—No lo sé. Stéfano lo mismo me preguntó, y no sé que haré —me mira con lástima, yo suspiro y miro a otro lado, odio que me miren así—. Necesito buscar una solución ya, o esto terminará mal.
—Encontraremos la solución. Disculpen. Safira, ¿puedes acompañarme?
Miro a Clear y ella asiente—. Ya vuelvo.
Nos alejamos a escondidas y vamos por un pasillo, lejos de los demás.
—Debes relajarte, por lo menos esta noche.
—Tengo millones de cosas que hacer. No puedo relajarme.
—¿Ni siquiera conmigo? —me toma desprevenida por la cintura apegándome a él.
—Creo que contigo si —lo beso y él me sigue.
Después de todo, nuestra relación sigue en pie. No nos importa las condiciones que nos ponen. Nuestro amor es más fuerte que lo demás. Yo lo quiero mucho y él también a mí. Somos compañeros de trabajo, amigos, novios. Nada ni nadie hará que...
—Debemos volver —me aleja despacio arreglando mi maquillaje.
—Mmm... si —me separo de él y lo miro un poco triste.
—Hey, nos veremos todos los días —toma mi mentón y sonríe—. Hice magia para que podamos estar aquí.
—Pero no para que podamos estar juntos a la luz y no en las sombras —asiente bajando la mirada—. Entiende, Stéfano. Quiero que esto no esté más oculto, no sé..., iría y diría que sí, que contigo. Me gustaría no estar engañando a otros por una relación que no existirá. Pronto cambiaré eso. Tengo un buen truco bajo la manga para poder terminar sus jueguitos de una vez.
Debe terminar de una vez por todas los juegos sucios de Fiore.
—Suerte. Ve primero.
—Vamos a salir de esto —me alejo de él con ganas de llorar, pero lo aguanto.
Esto es demasiado injusto. Me cansé. Que diga lo que quiera, pero iré y diré que será a Stéfano, al que elrgiré para...
—Ya llegaste, menos mal.
—¿Qué sucede? —se la ve algo alterada.
—Es José... él está aquí.
—Espero que sea por las buenas.
—Esperemos. Está en la planta de arriba, por la derecha —me señala Clear.
De camino hacia las escaleras, muchos me saludan y felicitan.
Cuando llego lo veo, está de espaldas.
—Mucho tiempo.
—¿Por qué estás aquí? —me acerco amenazante y con mirada fría.
—Vine a felicitarte y a traerte un mensaje.
—¿Qué quiere el "Gran Sergio"? —digo con burla soltando una risita.
—El plazo es de un mes.
—¿No era un año? —él mismo me lo dijo.
—Tómalo o déjalo.
—Pronto le caeré con una sorpresa —me cruzo de brazos mirándolo mal.
—Eso espero.
En todo el momento no me miró, ni siquiera se dignó a girar, dar la cara. No. Ha cambiado mucho.
Hora de organizar todo. Esto se pondrá muy bueno.
Me voy de ahí rápido y llego con Stéfano y Clear que me miran preocupados.
—Si lo sé, son malas noticias. El plazo es de un mes. Le dije que era de un año, pero no —hago una mueca de inconformidad, pero siguen mirándome preocupados.
—¿Y a quién elegirás?
—Es obvio que va a hacer...
—Lo imposible para buscar a alguien. Estuvimos pensando en alguien y bueno —me interrumpe brusco Stéfano.
—Tengan cuidado lo que harán.
—Lo tendremos. ¿Verdad Safira? —me mira Stéfano con una sonrisa falsa y esperando a que conteste lo que él quiere.
—Sí. Tranquila Clear.
Volvemos a la mansión a plena madrugada.
Clear se va a dormir. Stéfano y yo vamos a la oficina porque según él quiere hablar de algo importante.
—Estoy muy cansada. Rápido, dime —me acuesto en el sofá lila del costado que mandé hacer cuando inicié aquí.
—Tengo a alguien en mente. Podríamos jugar con él un poco.
—¿A quién? —digo sin interés.
—Es un ex mafioso, lo ayudaríamos en algunas cosas a cambio que nos haga este favor.
—¿Por qué no quieres que sea contigo? —lo miro seria y dolida.
—Si quiero, Safira. Pero hay que pensar con la cabeza fría. Lo utilizamos y listo. Hacemos lo planeado de hace años y punto final.
—Te lo vuelvo a repetir, esto es muy peligroso.
—Si... pero estaremos ganando ambos.
Respiro ondo asintiendo. —Entonces, ¿quién es el afortunado que tendrá mi mano como juego por un tiempo? —me río por su mirada seria y él niega.
—Todo será de mentira. Recuérdalo.
—Celoso —me coloco boca abajo dejando a la vista mi escote pronunciado.
Suspira y su mirada cambia por una de burla—. El que usaremos se llama Sebastián Montoro.
—Ajá... espera, me suena ese nombre y apellido —me quedo pensando pero no se me viene nada de recuerdos a la cabeza—. Mmm... no, no se quién es.
—Mejor. Pasado mañana vendrá.
—Bueno. Mañana tenemos ese trato.
—Saldremos ganando, como casi siempre —camina de brazos cruzados a donde estoy.
—Lo dijiste, "Casi siempre" — hago comillas con los dedos lo último que dijo.
—Ya, está bien —me toma en brazos y me mira comprensivo—. Tienes que descansar, ha sido una larga noche.
—Menos mal que me comprendes —me abrazo a su cuello sonriéndole.
—Siempre amor.
Al final no pude dormir mucho. Tenía que levantarme temprano para hacer cosas y reunir todo para la tarde.
—Aún no me acostumbro —dice negando.
—En algún momento tendrás que hacerlo.
—Dejé de ser empleada desde... que me casé —se encoje de hombros y hace un gesto como si recordara algo—. ¡Cierto!, acaba de llegar los pedidos de las armas.
—Así que cumplieron con lo que debían. Gracias por el aviso.
—¿No eran pedidos? —frunce el ceño mirándome confundida.
—Lo dije por las demás. Pero en realidad es por un antiguo negocio que quedaron en deuda. Nada más.
—Buenos días —tuvo que venir.
—Buenos días —respondo fría y sin mirarlo.
—Buenos días.
—Tengo que hacer cosas más importantes. Después nos vemos.
Me levanto de la mesa y voy directo a la oficina.
No estoy de ánimos. Me dolió mucho la mentira de ayer de Stéfano y que hoy aparezca así de la nada, es peor.
Reviso los archivos de ingresos de dinero. Todo está muy bien.
Me levanto y dejo las carpetas en su lugar. Busco otras carpetas y me encuentro con una grande con el nombre "Archivo familiar".
Nunca la había visto. Es raro.
La reviso y veo que es sobre la familia Lombardi. Toda su generación.
—¡Vaya! Son de hace muchos años —tomo las últimas—. Ariel Lombardi, su hijo Riccardo Lombardi, su esposa Clear Marini.
No dice nada más.
Leo la del señor Lombardi, doy vuelta la hoja y me sorprendo por lo que dice.
—Su esposa por matrimonio arreglado: Lili Valso y su hijo Sebastián Valso.
Observo la foto en la que salen los tres. Y lo reconozco.
Sebastián. El de hace años... él...
—¿Qué haces con eso?
Levanto la mirada y ella está en la puerta cruzada de brazos. —Solo... estoy revisando esto.
—No es de tu incumbencia —con la escasa luz que hay, puedo ver que está enojada.
—¿Por?, ¿qué hay aquí qué no pueda ver? —pregunto firme.
Lo parece pensar. De repente niega agitando una mano.
—Olvídalo. Te están llamando de urgencia abajo.
—Bueno —meto las hojas en su lugar y paso por al lado suyo.
—Sólo te digo que hice eso por necesidad y no solo fui yo.
No le presto atención y bajo hacia la puerta principal. Están algunos de los guardias rodeando el lugar y parece tener a alguien.
—¿Qué sucede? —me muestran la persona y sonrío con malicia—. Luis es un gusto verte de nuevo.
—Pagué mi deuda. No sé que más quieres.
Pobrecito.
—Aquí, si quieres irte, si quieres dejar todo... —lo tomo del mentón y veo en sus ojos furia que es como energía para mí —, las únicas opciones son la muerte, o el encierro.
—Esas siempre han sido tus opciones.
—Acéptalo —sonrío triunfante y me alejo de él—. Bueno... eliges, ¿o lo hago yo?
—¡Maldita!
—Ja ja ja... mmm... seré piadosa. El encierro. Llevenselo.
—¡No! —se resiste y no dejan que se lo lleve, saco un arma y apunto a su abdomen—. No te atreverías.
—¿Me estás desafiando? —subo y lo apunto a su cabeza—. No te conviene.
Logran llevárselo y por detrás tocan mi hombro, lo cuál se coloca al lado mío.
—Creí que ensuciarías la entrada con sangre.
—No. No quiero darle más trabajo a las empleadas —lo miro con indiferencia—. A parte no quiero perder el tiempo con los que no valen.
—¿A caso es una indirecta?
—Tómalo cómo quieras.
—¿Por qué actúas conmigo así, Safira?
—Sólo hago mi trabajo —sonrío falsamente.
—No es hora de que nos separemos —se acerca demasiado tratando de intimidar pero no lo logra—. Las cosas van de mal en peor.
—Mirá, hagamos una cosa. Tranquilizate, ordená tus ideas y recién hablamos —me alejo rápido sin darle chance a que me pare.
—Pero... ¡Safira!
No sé que me pasa.
Pero ya no lo aguanto. Ese es el caso. No aguanto a Stéfano.
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Editado: 31.03.2024