Cambiar por Ti

Capítulo 17

En la tarde aparecen las nuevas personas que harán el trato. Quieren ser parte del grupo Lombardi. Obvio que no tan fácil. 
Están ahora contra la espada y la pared. Han investigado todo sobre ellos y está todo seguro.
Según lo que sé, es que los Liccetti eran de un grupo muy pequeño. Que terminaron en la nada gracias a los Fiore.

—Bueno esta es nuestra oferta.

Leo todo y niego. —Esto es mucho menor de lo que nosotros propusimos. Tiene que ser la oferta de nosotros o más. Tómenlo o déjenlo.

—Bueno... —hace una nueva oferta modificando lo que estaba—. ¿Les parece?

—Es un poco más, si. Aceptamos. Sólo firmen y ya saben lo demás. Y recuerden —ellos me miran fijos y yo sigo mi postura seria—, sólo hay dos salidas.

Hacen una inclinación y los dejo con Stéfano.

Todos conocen mis opciones. Y creo que son justas. Antes era peor, pero yo cambié eso.

—¿Y? —me mira Clear con interés y ansiosa.

—Bien. Necesitan progresar. 

—¿Qué sucedió con Stéfano?

—No es de tu incumbencia nuestros problemas —cito las mismas palabras que dijo y le guiño un ojo.

Pueden jugar mucho conmigo. Pero siempre terminan entre la espada y la pared. Es como un dicho mío, que dice mucho.

Corriendo aparece Vela.

—¡Señorita Safira!

—¿Qué? —me pasa el teléfono y escucho los disparos—. ¿Hola?... ¿Hola?

—Hola Señorita Lombardi.

—¡Fiore!... ten...

—Ten cuidado con lo que vas a hacer —se escucha la risa burlesca de él—. Se más creativa, inventate otra cosa.

—¿Qué has hecho Fiore? —suspiro aguantando las ganas de decirle las mil y un groserías que existen.

—Ya sé todos sus truquitos... en unos minutos llegarán a tu puerta los traidores. Suerte Lombardi. 

—Escucha Fiore... —cuelga y tiro el teléfono—. ¡MALDITO!

Corro hacia los guardias y les indico lo que tienen que hacer.
Este pudo haber dicho la verdad, pero también pudo haber mentido. Hay que estar alerta.

No quiero dejar otra vez Italia, ni tampoco volver a Francia. No podemos escapar. Lo que necesitamos es eliminarlos.

Vuelven a llamar y esta vez yo contesto.

—¿Si?

—Ve hacia afuera.

Respiro agitada sintiendo el temor y la tención crecer en la sala.

Todos me miran inquietos a espera de mi decisión.

Abro las puertas y lo veo. Está con José y con otras personas.

—Lombardi.

—Fiore.

—¿Me dejarás pasar? —hace una mueca angelical.

—Sígueme. Tu sólo —miro a mis guardias y ellos asienten. 

Si algo sale mal, ya están autorizados actuar.

—Con gusto.

Todos me observan sorprendidos. Parece que no lo esperaban.

Subimos por las escaleras y llegamos a la ofina. Entro y me alejo de él.

—Habla.

—¿Te acobardaste tan pronto?

Tiene razón. —Habla.

—Tan directa como siempre. Safira, Safira... el plazo es de un mes... y según lo que me dijeron es que traes una sorpresa para eso.

—Sí. Y una muy buena —me apoyo en la orilla de mi escritorio vigilando cada paso que da.

—Cancela todo.

—¿Qué? ¿A qué juegas?

—Tengo una nueva propuesta.

Suspiro derrotada y acepto. —¿Cuál?

—Yo sé un secreto de ti.

Cierra la puerta con llave... ¿de dónde la sacó? Se acerca despacio obligándome alejarme de donde estaba, retrocedo hasta que él me acorrala en la pared.
Ya me entró el pánico.

—A mí no me engañas, Safira. ¿Por qué tan nerviosa? —¡ja! ¿es enserio?

—No lo estoy...

—¿Por qué te pongo nerviosa cuándo estoy cerca tuyo? —se inclina y roza su nariz con la mía.

—No lo haces —ahora sí. 

—Podemos estar así toda la noche... decide.

—Fiore... basta.

Me toma desprevenida de la nuca acercándose más y me besa brusco.

No no no... esto está mal... no puedo.

Lo empujo y golpeo su rostro. —¡No te me acerques de nuevo!

—¿Un golpe? —pasa los dedos acariciando su mentón—. Cobarde. 

—Calla... o será peor. 

—Tienes agallas, eh —sonríe burlón cruzándose de brazos—. Una propuesta. Te casas conmigo o seguimos igual, sólo que el plazo es de dos semanas.

—No puedes hacer eso.

Y menos si me tengo que unir a él. ¡Ni loca!

—Tic toc, tic toc... el tiempo se va.

—Acepto el plazo.

—Suerte. Y otra cosa —se acerca a mi oído—, te estaré esperando. Se que eres fácil de caer.

—Podré caer en tu juego pero nunca en tus brazos.

Abre la puerta y me tira las llaves.

Esto lo hago por todos. Sino... ya seguro habría hecho lo que ustedes piensan. Irme y adiós. 
Pero no es fácil, esta vida no es fácil.

Salgo detrás de él.

—Espera.

—No puedo —agarro su brazo, él me mira molesto—. ¿Qué?

Este no saldrá tan fácil.

Estoy por hablar cuando aparece Stéfano.

—¿De cuánto es el plazo?

—Dos semanas, o te casas conmigo. 

—Esto es una broma.

—Ella elige, no vos.

—No hará tal cosa —Stéfano se coloca delante mío cubriéndome. 

—Basta... —intento pararlos. 

—No entiendes las cosas.

—No te creas el listo, Fiore.

—Habló. 

—¡Basta!... —ya va la segunda.

—¿Es enserio?

—Yo nunca miento.

Si así seguirán, mejor me voy... pero primero un susto para ellos.

Ellos siguen peleando y no me ven. Saco el arma y disparo hacia abajo. 
Un gran eco se escucha por toda la mansión.

—¡BASTA, ME TIENEN CANSADA LOS DOS! SE VAN AHORA DE AQUÍ.

—No vuelvas a hacer eso —señala el arma. 

—Vete. 

—Ya escuchaste, Fiore. 

—Vos también, Amato.

Me mira sorprendido de cómo lo llamé. Por su apellido.

Los dos se van rápido y aún peleando como si fueran niños.

Al rato se escucha unos pasos. Es Vela.

—¿Está bien, señorita?

—Bien con problemas. Nadie salió herido...

Aún...

—Cualquier cosa, estoy a disposición. 

—Gracias.

Vela es una empleada de la mansión hace seis años atrás. Es una mujer que aparenta tener treinta y cinco cuando en realidad tiene cuarenta y nueve años. Arrugas, apenas unas pocas. Su cabello negro corto hace resaltar sus ojos verdes musgo, y su piel bien blanca. Es bajita, si, capaz un poco más que yo. 
Es muy buena y comprensible. Nada que ver con Clear. 
Ella es cómo una segunda madre para mí. Una que siempre está a disposición mía (me refiero a Vela).

Al otro día. El tal Sebastián aparece. Es el mismo que vi aquella vez, solo que ahora es más alto. Viste de remera, jeans y botas negras. Muy informal para mi gusto pero... sigue igual.

—Los dejo. Permiso —me toma de la mano y me mira Stéfano con un brillo malicioso en los ojos.

—Ajá. Gracias —vuelvo la mirada a él y sonrío un poco—. Pasa, debemos hablar.

Parece como si conociera todo el lugar. Sube solo y va a la oficina. Logro alcanzarlo ya que va rápido y entramos para hablar.

—Muy poco me contaron. ¿Qué quieres? —hablo mientras cierro la puerta.

—Venganza. 

—Estamos en el mismo canal. Tendrás ayuda a cambio de que te cases conmigo... obvio que todo es falso —por las dudas lo digo.

—Condiciones.

—Las tendrás en el contrato.

—Reglas.

—También. 

—Relación. 

—Tam... no llegues lejos. Todo está en el contrato.

Le paso las hojas y firma.

—Nos pondremos en contacto. 

—¿Cuándo será esta farsa? —habla en un tono seco y distante.

—En dos semanas. ¿Cuándo es la venganza?

—En muy poco tiempo —sonríe con malicia y asiente.

—No leíste el contrato. 

—¿Para qué? Lo que quería saber, ya lo dijiste.

—Así quedamos. Gracias por venir.

—Gracias por aceptar mi ayuda.

—Y la nuestra también.

Nos quedamos viendo uno al otro. Parece que tiene ganas de decir algo, igual que yo, pero nadie habla.

—¿Te conozco de alguna parte? —asiente y retrocede un poco—. No...

Trata de salir, pero por la parte de afuera bloquean la puerta.
Detiene mis brazos impidiendo que lo agarre, adivinando mis movimientos, golpeo fuerte su estómago con una patada y lo tiro. Me safo de su agarre y lo tomo del cuello, con el otro saco el arma y con la empuñadura sostengo su muñeca derecha contra el piso.

—Eres... rápida —algo cae al piso y logró ver la placa de...

¡POLICÍA!

—Eres policía. ¿CÓMO ES QUE SABES DE NOSOTROS? —logro poner un pie en su cuello.

—Espera...

—¡HABLA!

—Conocí... a Stéfano y...

—Tenía que hacer algo mal él. 

—Y hablamos... me contó todo y... quise ayudar...

—¿A qué, para que nos encierres, es eso?

—No... —piso más su cuello y aprieto la muñeca.

—Mientes...

Ahora sí que estamos en peligro. Me preocuparía más de él que de Sergio.

Murmullos se escuchan del lado de afuera. Es Stéfano.

—Safira te tengo que explicar. Déjame entrar. 

—¡NOS PUSISTE EN PELIGRO!

—¡No es lo que crees!

—¡MENTIRA!

—Déjame entrar. ¡SAFIRA! —suspiro y accedo.

—¡Que pase! —abren la puerta y entra rápido.

—Soltalo.

Dejo de hacer presión y me levanto. —Es tu responsabilidad. 

—Lo sé... —pongo la empuñadura del arma en su cuello y le dirijo una mirada asesina—. Te explicaré. 

—Espero que haya una muy buena... porque no me arrepentiré de lo que haré —su mirada pasa de estar alterado a una de dolor.

—Sí —ayuda a levantar a Sebastián que está tosiendo fuerte buscando aire—. No es lo que crees, Safira.

—¡Expliquenme de una maldita vez! —me apoyo en la orilla del escritorio y los miro frustrada.

Se miran los dos y vuelven a mirarme.

—¿La verdad? —asiento.

—Fui mafioso... de este grupo.

—Ajá... ¿de este grupo? —asiente despacio y recuerdo todo.

Sebastián... Valso... el chico de dieciséis años, el cuál jugó con mis sentimientos... él... volvió...

 




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