Narra Sergio:
A sólo dos días del casamiento. A sólo dos días en el cuál podría aprovechar reconquistarla. Pero lo vuelvo a decir, es muy difícil y terca esa mujer.
Sus ojos, sus actitudes, su formalismo. Es como una niña desolada que necesita de alguien que la cuide y demuestre su amor. Pero a la vez muestra fuerza, valentía. Es la persona que he estado buscando todo este tiempo.
Aunque... ¿cómo podríamos lidiar con los problemas y demás cosas que se nos presentan a diario? Creo que no me conviene.
—¿Otra vez recordándola? —escucho su voz cantanaria desde la puerta.
—Mmm... si.
—Estás obsesionado. Deja de pensar en eso y concentrate en lo que es importante.
—Claro, claro...
Mi hermana Lara de un año menos que yo, siempre hace que recuerde en qué lugar debo estar, ella es como mi guía. Es la segunda al mando, a veces se encarga más las cosas que yo.
—Mejor toma un descanso y después vuelves a terminar todo.
—Sí —asiento y me dirijo a la puerta, la abro y está José—. Puedes pasar, quiere verte.
Hace poco tiempo que están juntos estos dos. No creo que sea un buen candidato para ella... pero hace lo que le conviene y quiere.
Decido ir a la habitación para cambiarme, por un momento me quedo pensando. Quedan tres días y nos devolveremos a Francia.
¿Y si...? Lo haré.
Salgo a escondidas, uno de mis guardaespaldas me observa.
No queda otra.
Le indico que me acompañe y haga silencio. Vamos al garaje y entramos en uno de los autos.
Le digo hacia dónde hay que ir y acelera.
Espero que lo que vaya a ver no me decepcione.
Llegamos al lugar y la veo.
Sale con Clear y otra sirvienta más del negocio. Parecen que acaban de ver el vestido.
Ellas se van y Safira se dirige a otra parte.
—Síguela.
Avanzamos un poco más y ella se queda esperando en la plaza.
¿A quién esperará? ¿Y sola?
Bajo del auto y llego a dónde está ella. Me aparezco por detrás.
—¿Así que sola por aquí?
Da vuelta rápido y me mira agitada. —Hola... no te había escuchado y... ¿qué haces aquí?
—También me hago la misma pregunta, ¿qué haces aquí y qué hago yo aquí?
—Yo hice primero la pregunta. Responde.
—Quiero que respondas a la mía.
—No es asunto tuyo —su tono de voz es seco.
—Entonces no te contestaré, porque tampoco te interesa el por qué estoy aquí.
—No juegues, Fiore.
—No juegues, Lombardi.
—Me voy, adiós.
Ay no... se me va la oportunidad.
—Espera.
Levanta una ceja y me mira seria. —¿Ahora qué?
—Ay que tonito.
—Ay que delicado.
—¿Ya tienes todo para pasado mañana? —me cruzo de brazos mirándola fijo.
—Sí —suspira y mira a otro lado—. ¿Nada más?
Ahora caerás.
—No... nada importante. Sólo... ¿por qué me miras así?
—¿Así cómo? —se pone colorada y me da la espalda.
—No te hagas...
—Bueno creo que ya... —me acerco más.
—No te vas.
—Ya, basta. Sergio, me tengo que ir.
Me coloco delante de ella. Calla rápido y me mira nerviosa, yo atónito. Nunca me llamó por mi nombre. Eso significa lo que estoy pensando.
—¿Pasa algo?
—Nada.
—¿Segura?
Se acerca más y me desafía levantando la barbilla. —¿A caso no entiendes?
Hago un gesto pensativo y niego. —No... ahora no te entendí.
—No te pases de listo. ¿Bien?
—No. ¿Bien?
Antes de que pudiera hablar la tomo de la nuca y la apego para besarla.
—Shh... yo sé lo que quieres, y por más que lo niegues en tu mirada lo dice todo.
La beso con intensidad,a los segundos corresponde mi beso. Por fin puedo probar esos labios que me tientan siempre cuando ella habla, son como pensé, suaves, cálidos.
Les dije. Iba a caer.
Se separa un poco de mí. La veo que ella niega con los ojos cerrados y balbucea algo.
—Te deseo mucho...
—¿Qué? —lo admitió.
—No se puede. No —me mira con pena y trata de alejarse.
—¿Enserio crees que no se puede? —la agarro de la cintura con una mano y con la otra, acaricio su espalda.
—Es que... las consecuencias.
—Esto puede quedarse entre los dos —roza mis labios, pero vuelve a alejarse.
—¿Puede ser? —me mira con esperanza, y niega—. No. No está bien.
—Puede ser. Al fin y al cabo... nosotros somos los jefes, nosotros tenemos el poder. No dependemos de nadie porque nosotros ponemos los límites y reglas.
—Nunca había visto esto por ese lado —me mira intrigada y confundida.
—Pues desde siempre tienes que saber eso. Desde que tienes el mando en tus manos.
—Claro... enserio, me tengo que ir.
—Si podemos Safira.
Sonríe un poco, me besa otra vez dejándome probar otra vez, y se va.
Me está volviendo loco. Pero al fin lo conseguí. Me desea y yo también la deseo. Sabía que en algún momento iba a decirlo, lo veo en sus ojos, sus actitudes, cuando me habla.
Sé que estaremos juntos...
Stéfano:
La verdad es que me arrepiento.
¿Por qué tuve que buscar excusas y otras opciones? Ahora la perdí... bueno... no del todo. Puedo hacer lo necesario para que volvamos a estar juntos. Ella estará casada... pero es falso. ¿Qué más puede pasar?
Pasaron varios días desde la pelea que tuvimos, pero la diferencia de ahora es que ella me trata más profesional que yo a los demás. No pienso volver a ser el de antes, eso fue hace años atrás, años que eran difíciles.
A dos días del casamiento. Clear y Vela acompañan a Safira, que según ellas, van a "arreglar algo", así que salen por la tarde.
Pero antes de que se vayan, les pedí a Clear que la dejen un rato sola, pues iría a aprovechar de hablar con Safira.
Estoy en una plaza esperándola. Llevo mucho rato y no aparece. Según Clear y Vela, ella ya debería estar aquí.
Camino para la otra parte y la veo. Siento alivio, pero cuando lo veo también, todo lo que sentía, se desmorona.
No puede ser. Se besaron, ella lo besó. Me quedo observándolos, ella vuelve a besarlo y se va.
Era cierto cuando dijo ella: "esto se acabó, lo nuestro no funciona".
Ahora verá, ya no me importa lo que le pase o no. Que se encargen los demás. Ya veremos que tal le parece.
Te arrepentirás el día que me dijiste eso, Lombardi.
José:
—Sabes que es un idiota. Pronto caerá.
—Tengo mucha más información de lo que podría imaginarse.
—¡Eres perfecto! —sonríe y aplaude—. Esto va a funcionar.
—Y mucho.
—Pronto tendremos el poder y él quedará en la calle.
—Somos mentes brillantes.
—Obvio —se acerca y me besa—. Tendremos todo en muy poco tiempo.
—Todo para mi linda chica.
—Si, tuya —sonríe pícara, tira de mi corbata y me apega más a ella—, y vos mío.
—Claro...
...que no.
Nuestro plan está funcionando... o mejor dicho, el mío.
Lo que haremos, no hay marcha atrás. Esto es desicivo.
Pronto Sergio Fiore quedará en la calle, y una vez que tengamos el control, me tocará a mí mover la ficha.
Sólo un poco más...
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Editado: 31.03.2024