Sí, me desesperé después de lo que me dijo. Tuvieron que venir las enfermeras para poder calmarme.
Es que... no es normal que en un momento cierras los ojos, tienes un sueño muy raro y cuando los vuelves abrir te dicen ¡hey, estuviste meses en coma! ¡Es algo loco! Es irreal.
—Y... ¿qué ha pasado en todo este tiempo? —volvemos hablar después de una horas que volviera a despertar más tranquila.
Suspira mirando a otra parte, aprieta un poco mi mano y vuelve a mirarme. —El casamiento falso no pasó, Stéfano estuvo dos meses aquí y no volvió, otro más vino pero se fue porque tenía que volver a Francia, pero prometió volver.
—¿Vos? —lo miro tratando de no mostrar el dolor que me está carcomiendo.
—Me quedé contigo, sola no te iba a dejar.
Asiento pensativa. —Gracias.
—Me llevaste un gran susto hace un mes.
—¿Por?
—Tu corazón se paró y... creí que —presto atención a lo que dice, niega y muestra una sonrisa triste.
—Estoy aquí.
—Es lo importante.
Todo el día se quedó conmigo, no salió, solo cuando el médico se lo pidió. Pero estuvo acompañándome.
—Doctor... sólo fue en el estómago lo que me pasó... ¿Por qué estuve tanto tiempo en coma? —aún no comprendo la gravedad de esto.
—Algunos órganos sufrieron mucho por el cuchillo. Te afectó otras partes también y hace un mes tu corazón se paró. Hicimos todo lo necesario para que vivas. No debes recibir noticias que te afecten mucho, eso lo sabes, tienes problemas con eso —asiento suspirando—. Debes cuidarte de eso... otra vez.
Lo miro confundida. ¿Otra vez?
—¿Usted me atendió cuando tuve ese problema, años atrás?
Ahora que lo veo bien, lo reconozco, sólo tiene un par de años pasados, se nota por su cabello que está más blanco.
—Si Safira. Cuídate.
Sale y el dolor que tenía, ahora es más fuerte.
Me dejaron todos... Clear ya no estará, Stéfano parece que no me quiere ver, aún sigue en pie ese plan.
—Pero yo si estoy aquí —aparece en la puerta y sonríe de lado.
—Sí —miro a sus ojos celestes que me hipnotizan.
Nos quedamos en silencio. Cada uno sumido en sus pensamientos y recuerdos del pasado.
No lo entendí a ese sueño. ¿Cuál pieza debo buscar?, ¿por dónde empezar?, ¿sola debo hacerlo?
Observo a Sebastián que se ve nervioso. Suena su teléfono y se pone hablar.
Trato de no prestar atención, no me debo meter en cosas de él... pero no lo puedo evitar.
—No puedo... ya te lo expliqué... ¿Cómo?... espera, no... —corta y lo escucho suspirar de frustración—. Lo siento, no quería incomodarte.
—No hay problema.
Después fue todo un silencio incómodo.
Me quiero ir, pero debo pasar más días acá.
En la noche no dormí. Pero si observé a Sebastián cuando quedó dormido en la silla al lado mío.
La pregunta que anda en mi cabeza... ¿Cómo es que llegamos a ser de bandos diferentes y enemigos? Él es un policía, yo una mafiosa.
Pero el también fue un mafioso...
Cierto, él también lo fue. ¿Aún seguirá esa parte de él?, ¿o en realidad cambió y olvidó todo?
Es un poco carente de emociones, me será difícil saber lo que siente a simple vista. A veces puedo leer sus expresiones y saber lo que siente, pero muy pocas veces sucede.
¿Qué ocultas Sebastián?
Los días pasaron rápidos, hoy en la tarde me iban a dar el alta.
Después de ese llamado, Sebastián está como perdido, muy pensativo. ¿Qué habrá pasado?
—Tengo que ver cómo quedará sobre lo del... contrato —carraspeo algo incómoda
—El médico dijo que debes descansar —se sienta a un lado de la camilla.
—Y lo hice —me mira mal negando—. Siete meses. Es mucho.
—Vos sabrás.
—Exacto.
En la tarde, salimos y vamos al auto de Sebastián. No quise avisarle nada a Stéfano o a los demás. Les caeremos de sorpresa.
Mientras sube algunas cosas en el baúl, me quedo esperándolo. Miro distraída a muchas partes del auto, me quedo mirando abajo encontrándome con una foto, donde salen ellos.
La tomo, parece ser un poco vieja, está maltratada. Lo que veo... mis padres biológicos... y él. Dejo la foto en su lugar cuando entra.
No sé si llorar, o enojarme, o no sentir nada.
Suspiro tragando el nudo que se formó en mi garganta. —Quiero saber algo.
—¿Qué?
—Cuéntame que pasó con ellos.
—¿Con ellos?, ¿de quién hablas?
—... los Montoro —me muerdo el labio inferior para no seguir hablando, pero igual lo hago—. Sabes de quien hablo.
Ahora es él quien suspira y luego de unos segundos largos, habla. —Uno murió.
—Ah...
Entonces el sueño que tuve... era verdad. Está muerto.
Sin darme cuenta, veo que llegamos a la mansión.
—¿Qué dirás?
—No les debo explicaciones, pero si algo para que sepan lo que pasó —sonrío de lado y rio un poco—. Lo primero que se me venga a la mente, lo diré.
Bajamos del auto y nos dirigimos a la parte de las rejas. Uno de los de seguridad me mira con desconfianza y veo sacar su arma por detrás. Debe ser novato.
—¿Es que ahora no me dejarán pasar? —más llegan y me miran sorprendidos—. Abran ahora. No volveré a repetir.
Ellos asienten. Una vez que abren, entro caminando por el medio del camino, les dedico una mirada fría a los que se cruzan. También me miran sorprendidos.
—No me convences —dice una vez que me alcanza.
—Ya verás.
Abro las dos puertas principales de la mansión. Algunos pasan y se sorprenden.
Bueno... ¿alguien más?
—¿Safira, Sebastián? —termina de bajar las escaleras y se sitúa delante mío, a una gran distancia—. ¿Por qué no avisaron?
—No hacía falta.
—Claro que sí.
—Va a cambiar muchas cosas aquí. Principalmente por el respeto y la obediencia.
—¿De qué hablas? —sonríe burlón sin creer lo que le digo.
—Sebastián. Ve a la oficina y has lo que te pedí.
—No. Él no... —su sonrisa se borra de inmediato y lo agarra fuerte del brazo.
—Lo dejarás —lo suelta y sube—. Yo siempre digo la verdad.
—¿Qué te...?
—Reúne a todos los encargados. Ahí contaré todo.
Subo las escaleras y sigo a la oficina.
Sí. Le hablé duro a Stéfano. Pero ya sabrá mi motivo por el cuál estoy enojada.
—¿Estás segura que es una buena idea?
—¿En el que participes? Sí, Sebastián.
—Es que...
—Ya se todo lo que pasó. No creas que estar en cama y con todo conectado no pude saber nada sobre ti y lo demás. Te separaste de tu novia por teléfono. Que poco hombre —está serio, sus ojos desprende enojo, al igual que sus manos que están hechos puños—. Enserio, no me iba a comer tu versito de "no pasa nada, estoy bien".
Y creo que con eso, desaté la furia de él. Por lo que me agarra del cuello y me pega a la pared.
—Cuida tus palabras. Que esté de buenas por lo que estuve cuidándote todo este tiempo, no te da el derecho de que vengas y me hables así.
—Lo que te estoy por decir... se que no te resistirás —empieza a dejarme sin aire.
Suelta mi cuello pero sigue estando muy pegado a mí. —¿Qué será?
—A parte de que me estás cuidando y que también estás por motivos que acordamos anteriormente, sé que te estás pegando a esto otra vez. Lo veo en tus ojos cuando hablo del tema, tus expresiones —y como dije antes, él es carente de emociones, pero puedo jugar con su mente un poco.
—¿A qué quieres llegar?
—Quiero que seas mi mano derecha. Segundo al mando —por un segundo su mirada se iluminó, pero volvió a su serenidad—. Acepta. Lo quieres.
—No puedo.
—Claro que sí. ¿A dónde irás, si estás solo? —sus ojos se mueven desesperados por mi rostro buscando alguna respuesta alternativa.
Al parecer en su interior está luchando por la desición. —Pues...
—¿Si?
—Acepto.
Sabía que podía jugar con él. Lo tengo en mis manos ahora.
Pronto sabré la reacción de Fantin, cuando sepa de esto.
—Muy bien. Ahora firmarás unos papeles y te contaré lo que haré.
Me quiero apartar y él no me deja.
—Pero no tan fácil.
—¿Qué dices? —frunzo el ceño confundida al ver que quiere hacer algo.
—Repito una sola vez —me besa y no sé cómo ni por qué, le correspondo—. Sabía que caerías.
¿Por qué tiene razón? Lo he extrañado. Pero... ¿Y si hace lo de años atrás? ¿Pero si sigue y salgo ganando de esto?
Lo quiero. No lo niego.
Pero también es nuestra carnada para el plan.
Esperen... ¿Qué estoy haciendo?
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Editado: 31.03.2024